España gana 3-0 y disputará a Alemania la final de la Eurocopa
26 de junio de 2008El equipo ruso saltó a la cancha convertido en una auténtica marea roja, desplegando desde un inicio las relampagueantas combinaciones que ya lo habían convertido en uno de los notables de la Eurocopa.
Contener el oleaje
Para nadie era una sorpresa que lo intentarían, y que la responsabilidad final de contener el oleaje sería la barrera formada por Sergio Ramos, Capdevilla, Marchena y Puyol. Senna, como había aclarado el técnico Aragonés, se encargaría de recuperar todo rebote defensivo para comenzar a construir los avances españoles.
La variante consistió en mandar a profundidad a Sergio Ramos en avanzadas frenéticas por el centro-derecha, sometiendo al lateral a un desgaste potencial tremendo. Pero, después de todo, era la semifinal en la que España se batía contra la historia.
En el minuto seis, la dupla Villa-Torres apareció para crear oportunidad clara que culminó en remate de delantero del Liverpool a media vuelta, estrellando el balón en la muralla defensiva rusa.
Dominio sin claridad
Rusia no tenía espacios para crear sus frenéticas correrías. El balón pasaba de un lado al otro, sin orientación estratégia clara. A los 10 minutos, España dominaba aunque sin mucha claridad.
Villa exigió a esta altura del partido al portero Akinfeev con disparo de media distancia, sin consecuencias para el marcador. El cuadro que vistió de casaca amarilla y pantaloncillo negro armaba combinaciones cada vez más sólidas, pero al mismo tiempo exhibía la falta de un ariete natural a la hora de mandar los centros.
Pavlyuchenko y Ashkavin luchaban, pero la defensiva ibérica los mantenía a raya, cumpliendo a pie juntillas la bitácora del planteamiento táctico de Luis Aragonés.
Ante todo ello, los rusos bajaron un tanto el ritmo de su juego, acelerando a medida que se acercaban a la portería de Casillas.
Silva, especulativo
Los españoles, por su parte, intentaban el balonazo largo con destino a Torres. El mediocampista Silva pesaba mucho menos que en el encuentro anterior frente a Italia; en cambio, Iniesta se veía mucho más participativo, dándole variedad al ataque con pases de gran profundidad.
Esta semifinal se transformaba así, en uno de esos raros encuentros en los que uno no quiere que el marcador se mueva. Los conjuntos se mostraban sin grandes asimetrías, fuertes ambos, y llenos de facultades y de voluntad.
Mucho fútbol, sin goles
El resultado era uno de los partidos más futboleros de todo el torneo, aún en medio de una copiosa tormenta eléctrica. Un gol de cualquier lado acabaría con este equilibrio perfecto, condenado de antemano a morir.
Los rusos seguían apostando con todo a su gran velocidad. Pero no eran carreras sin obstáculos. Bastaba con que llegaran a territorio de Marchena o Puyol para que el esfuerzo físico fuera en vano.
Fue hasta el minuto 30 cuando Pavlyuchenko logró por fin sacudirse la marca y mandar zapatazo sobre el arco de Casillas, que la vio pasar cerca del poste derecho. Villa se lesionó al cobrar tiro libre y España perdió así a su delantero más brillante de torneo.
Entró Cesc Fabregas a sustituirlo, justo cuando Rusia comenzaba a despertar. Pero se colocó más echado a la media cancha para llegar viniendo de atrás. España seguía avanzando claro, sin encontrar la manera de resolver en el último sector de la cancha.
Iniesta, arquitecto del gol
El equilibrio perfecto se rompió al minuto 49, cuando Iniesta se sacudió la triple marca que pesaba sobre él para mandar trazo preciso a Xavi, que fusiló sin piedad al arquero ruso.
A raíz del gol, el cuadro ibérico contó con mayores espacios y el partido cobró un ritmo aún más vertiginoso. Y vinieron los cambios. Salió Saenko, el ruso de la Bundesliga, para dejar su sitio a Sychev y Biliyaletdinov entró por Senmshov.
Al minuto 60, España logró crear dos oportunidades claras que, sin embargo, se fueron en disparos de Fabregas y Torres, respectivamente. Los pases ibéricos eran cada vez más precisos e incisivos.
El Míster Aragonés sacó a Xavi en el minuto 68, y metió a Xabi Alonso. Al mismo tiempo, Guiza sustituyó a Fernando Torres, que acababa de dejar ir una buena oportunidad.
Con estos movimientos, a 20 minutos de que acabara el tiempo reglamentario, el ataque español se sustentaba en tiros de media distancia y esporádicas combinaciones de primera intención. A los rusos se les había acabado la velocidad y la chispa, ante lo infraqueable de la mancuerna Puyol-Marchena.
Entró para anotar
Guiza, el cuasivillano del partido contra Italia al fallar en la ronda de penales, mató con el pecho una pared de Fabregas y resolvió por alto para marcar el 2 a 0, festejando el tanto a la usanza del mexicano Cuauhtémoc Blanco.
Nada parecía ser capaz de cambiar el rumbo hacia una final Alemania-España. Arshavin y Pavlyuchenko eran desde hacía mucho unos espectadores más. Desde lejos vieron cómo llegó el balón de Fabregas -de nuevo- hasta Silva, que estaba solo frente al arquero y así depositó la esférica en el fondo de la cabaña rusa.
El encuentro acabó entre las notas de Cielito lindo, esa canción cuya paternidad reclaman españoles y mexicanos a conveniencia.
España estaba en la final. Ramos e Iniesta se habían llevado el partido, con apoyo de Fabregas, Silva y Guiza. Y, sobre todo, de Puyol y Marchena, quienes con su férrea actuación defensiva crearon el entorno para que las facultades creativas del equipo español se desplegaran a fondo.
El conjunto de Luis Aragonés se enfrentará a Alemania en el estadio Ernst-Happel de Viena, el domingo. Uno de ellos será campeón europeo.