Escándalo radiactivo bajo suelo alemán
3 de septiembre de 2008Asse era un proyecto piloto: se trataba de comprobar si un domo de sal (una especie de gruta salina subterránea) podía servir como basurero para el material radiactivo. “Se creía que, si se usaban barriles térmicos, la sal, que es muy plástica, los sellaría para siempre”, explica la física Karin Wurzbacher, del Instituto de Medio Ambiente de Múnich, en una entrevista con DW-WORLD. “Y lo cierto es que no ha sido así”.
Los responsables de Asse, sin embargo, sabían que los barriles, y el domo mismo, eran permeables desde antes de que llegaran a la antigua mina los primeros transportes con basura radiactiva. Y lo ignoraron: entre 1967 y 1978 se depositaron bajo tierra 126.000 de estas cubas. En 1994 se detectaron las primeras fugas contaminantes, en 1998 que en la gruta entraba agua. Fluidos altamente radiactivos fueron bombeados sin licencia a capas más profundas.
Todo ello aparece ahora detallado en un informe de 162 páginas que ha levantado una ola de indignación en Alemania. El documento relata además lo que se sabe que se desconoce: los registros están incompletos, a los inventarios les faltan datos. “No podemos descartar”, declaró Sigmar Gabriel, el ministro alemán de Medio Ambiente, “que encontremos residuos que no sabíamos que estaban aquí.”
Seguridad cero
“El Ministerio de Medio Ambiente junto con el Departamento Federal para la Protección de Radiaciones son los encargados en Alemania del almacenamiento final del material radiactivo”, explica Wurzbacher, “pero Asse, al tratarse de un depósito experimental, no estaba sometido a la legislación atómica, sino que de él era responsable el Ministerio de Investigación y las licencias se obtenían a través Departamento de Minería de Baja Sajonia”, el Estado donde se encuentra el domo.
Lo que la ley prescribe sobre cómo proceder con elementos radiactivos pasó aquí, por lo tanto, a un segundo plano. O en palabras del ministro Gabriel: “se puede decir que no hay modo alguno de comprobar que se tomaron medidas de seguridad”. “Muchos de los barriles se dañaron ya en el momento de depositarlos, por golpes o por el peso de otros barriles”, comenta Wurzbacher. “Algunos barriles están corroídos”, indica Ulrich Kleemann, del Departamento para la Protección de Radiaciones.
“Oficialmente, en Asse se almacenaba basura de radiación baja: restos procedentes de las plantas de energía atómica, de la investigación y la medicina, pero entre tanto sabemos que este domo de sal llegó a contener material de radiación media e incluso alta”, dice la física.
Como un queso Suizo
En las tinas de Asse se han llegado a pesar hasta nueve kilos de plutonio: un metal que, ya en cantidades mínimas, es muy venenoso. “Siempre y cuando el plutonio no haya llegado a las aguas subterráneas, no supone ningún peligro para los habitantes de la zona”, asegura Wurzbacher.
El problema es que el domo salino, que antes de servir como basurero atómico había sido una mina, está “agujereado como un queso Suizo”, según describe Gabriel. Por lo menos desde 1998 se pudo comprobar que en la gruta entraba agua. Y, si por donde se entra, también se sale, la radioactividad podría haber entrado en contacto con las aguas subterráneas.
“Ahora no se sabe muy bien qué hacer”, dice Wurzbacher, “el administrador de Asse, el Centro Helmholtz, propone inundar el domo con una disolución de cloruro de magnesio, pero se desconoce qué efecto tendría en los barriles: si los corroe podrían desprenderse contaminación o generarse gases radiactivos. La otra solución es sacar la basura atómica, lo que resulta bastante difícil porque la documentación de lo almacenado no está completa.”
Sin embargo, entre lo dramático de la situación Wurzbacher encuentra un elemento positivo: “es bueno que el caso Asse se haya hecho público, es bueno que la opinión pública sepa que los domos de sal no sirven como basureros atómicos”. Porque el de Baja Sajonia es el único depósito experimental bajo suelo alemán, pero no la única gruta salada reconvertida en almacén de productos radiactivos.
“De la República Democrática Alemana, por ejemplo, asumimos Morsleben: también un domo de sal que podría venirse abajo”, cuenta Wurzbacher. “Después de que cayera el Muro, los consorcios energéticos alemanes pudieron deshacerse en Morsleben de sus residuos radiactivos por poco dinero, aunque ya se sabía que corría peligro derrumbarse. Ahora, su estabilización se costea, como siempre, con nuestros impuestos.”