¿Es tiempo de #BorrarFacebook?
6 de febrero de 2019Facebook aún estaba en pañales cuando llegué a Alemania, desde EE. UU., en 2005. Siendo profesora universitaria, había oído hablar en los últimos meses a mis alumnos sobre esa página web como una posibilidad de quedar en contacto con sus amigos en otras universidades. No le di mucha importancia al asunto. ¿Quién querría invertir tiempo en estar en contacto con sus compañeros de escuela si la propia vida recién había comenzado?
Los tiempos cambian
Quince años después de su creación, Facebook cuenta hoy con más de 2.300 millones de usuarios en todo el mundo. Se estima que unos 116 millones son cuentas falsificadas, y 255 millones son duplicados. Si quisiera, probablemente podría hacer amistad casi con cada uno de los más de miles de estudiantes que fueron conmigo a la secundaria. O podría reencontrarme con mi amigo postal de Sri Lanka, al que perdí de vista hace tanto tiempo. O con la chica sueca con la que alguna vez compartí una habitación en un albergue en el sur de Francia. Pero la cuestión es: ¿quiero realmente hacerlo?
¿Y quiero saber de verdad cómo se ve el chico del que estuve enamorada en 5° grado? ¿Tengo necesidad de pertenecer a un grupo cerrado en el que mi prima, que me invitó a formar parte de él, vende leggings usados a un precio demasiado alto? Y sobre todo: ¿quiero que la gente esté al tanto de lo que pasa en mi vida? Tal vez tenga en ese aspecto una actitud más bien alemana en lo que respecta a las redes sociales, las relaciones personales y el tema de la esfera privada.
Vida verdadera vs. amigos falsos
Cuando, a fines de 2005, me registré en Facebook, lo usé para intercambiar ideas con mis compañeros del máster que estaba haciendo. No buscaba personas que conocí en el pasado, ni que viven a miles de kilómetros, en la ciudad en la que nací.
Y en mis primeros años en Alemania no pude encontrar en esa red social ni a una sola persona a la que conociera personalmente aquí. En esa época, todas estaban registradas en StudiVZ, un registro online de estudiantes que, en realidad, se parecía a un anuario escolar, con la foto, el nombre de la persona, la edad, el nombre de la escuela y el año de finalización de estudios. Para mí, Facebook separaba claramente el mundo en el que vivía en Alemania del mundo que había dejado atrás, en EE. UU. A través de Facebook podía ponerme al tanto de lo que pasaba en casa, mientras vivía en Alemania mi vida cotidiana.
Al otro lado del Atlántico, Facebook se convertía poco a poco en un lugar donde no solo se publicaban videos de bodas y fotos de bebés, sino también se anunciaban separaciones y reconciliaciones, y posteaban memes que decían más sobre la propia personalidad que cualquier chiste de sobremesa.
La gente parecía tener cada vez menos problema en dar a conocer información personal de todo tipo a través de Facebook, "más abiertamente y a más personas", como constató el mismo Mark Zuckerberg. Cosas que primero eran impensables, como, por ejemplo, contarle a gente extraña a qué bar iríamos, o postear selfies estando enfermos, se volvieron algo totalmente normal y rutinario.
Mientras se sigue debatiendo sobre si eso está bien o no, Facebook se ha transformado ya en algo más que una plataforma donde expresarse. "Facebook está tan integrado a nuestras vidas, tan implicado en cómo estamos en contacto con otros, cómo seguimos las noticias, cómo recibimos información comercial y estatal, que ya no hay vuelta atrás: no podemos dejar de estar presentes en Facebook aunque queramos”, escribió Kalev Leetaru, miembro del Centro de Seguridad Nacional y Cibernética de la Universidad George Washington (EE. UU.), en la revista Forbes.
¿Será cierto que es prácticamente imposible abandonar Facebook? No, no lo es. Al menos no para la canciller alemana, Angela Merkel, que cerró su cuenta oficial, sumamente exitosa. Y para mí tampoco. Hace años que la desactivé para siempre. Mis razones son de orden privado, pero también tienen que ver con lo que preocupa a muchos: las cuestiones relacionadas con la privacidad y lo artificial de esos contactos en internet.
Si quiero contarle a alguien que me casé o estoy embarazada, le escribo un mensaje personal e incluso lo llamo por teléfono. Si quiero que mis amigos vean lo que comí el último día de mi estadía en Bangkok, se los muestro en casa, en diapositivas.
Y si ya no sé qué hace Aric, de Argentina, no pasa nada, como tampoco pasa nada si nuestra amistad deja de existir, ya que las verdaderas amistades y las relaciones demandan trabajo y comunicación. Eso no significa necesariamente que nos encontremos personalmente todos los días. Pero ¿es realmente una señal de sociabilidad tipear en el vacío y esperar que cada persona con la que te hayas encontrado alguna vez te lea?
Además, quién sabe…Tal vez borrarse de Facebook también sirva para algo. En un estudio con el título "Los efectos de la redes sociales en el bienestar personal”, investigadores de las universidades de Nueva York y Stanford descubrieron que no ingresar a Facebook durante 30 días produce un mayor bienestar, medido subjetivamente. Quienes se despidieron de Facebook para participar en ese estudio dijeron que pasaban más tiempo con sus amigos y su familia.
(CP/ERS)
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