Venezuela: esperando el “tsunami magrebí”
25 de febrero de 2011El éxito de la organización de las protestas populares de Túnez y las réplicas de Egipto y Libia han sido atribuidos parcialmente al acceso de sus habitantes a la telefonía celular y a las redes sociales de Internet. Esa inferencia ha llevado a algunos analistas a sopesar la posibilidad de que este tipo de revueltas sean imitadas en países de otras regiones para exigir reformas democratizadoras del sistema político, la solución de graves problemas sociales o la dimisión de gobernantes que han prolongado sus mandatos demasiado tiempo.
Después de todo, la noticia sobre los tumultos tunecinos y las imágenes que inspiraron a sus vecinos trascendieron el norte de África y le han dado la vuelta al mundo. Los redactores de la revista británica The Economist fantasearon brevemente con un escenario similar en Venezuela, pero sólo como punto de partida para desestimar la probabilidad de que una revolución a la magrebí ponga coto a la “revolución bolivariana” del presidente venezolano, Hugo Chávez; ellos argumentaban que su Gobierno ya resistió durante años los embates de numerosas manifestaciones multitudinarias.
El talante agitador de la telefonía celular
Hasta no hace mucho tiempo, las kilométricas marchas a favor y en contra de Chávez eran cubiertas –cuando no promovidas– por la televisora estatal y las cadenas privadas de mayor sintonía, respectivamente. Y tanto los teléfonos móviles como los correos electrónicos eran usados obsesivamente para garantizar el poder de convocatoria de sus organizadores. Hoy, aunque la polarización política sigue siendo un rasgo predominante de la vida nacional, las protestas de calle han perdido su ímpetu y los teléfonos celulares, su talante agitador.
Chavistas, antichavistas, radicales y moderados forcejearon arduamente en la arena pública, pero no consiguieron dialogar, no hicieron concesiones ni llegaron a acuerdos productivos; de ahí que una suerte de fatiga política parezca haberse apoderado de los venezolanos. Por estos días, ni siquiera los “amigos” más persuasivos de Facebook logran movilizar a las masas para que salgan a votar. No obstante, el investigador alemán Klaus Bodemer relativiza hasta cierto punto la gravedad de que los niveles de abstención electoral sean tan altos en el país suramericano.
Twitter y YouTube, algo más que pasatiempos
“A la gente ya no le basta la democracia entendida como el acto de votar cada cierto tiempo. Ahora, cada persona articula su voluntad y deja oír su voz constantemente para denunciar problemas cotidianos concretos, sugerir soluciones o exigirlas al Gobierno”, explica Bodemer, ex director del Instituto de Estudios Latinoamericanos del GIGA, en Hamburgo, haciendo alusión a Twitter, YouTube y otras plataformas que, aparte de entretener, aceleran la recepción y emisión de informaciones sobre contingencias de interés local o global.
“Las opiniones se expresan y la participación política se consuma de una manera muy diferente a la de antaño como consecuencia del desarrollo tecnológico de los medios de comunicación; me refiero a las posibilidades de interacción directa entre la prensa y quienes consumen las noticias, al alcance de la telefonía móvil y a la popularidad de las redes sociales”, agrega este conocedor del acontecer venezolano, enfatizando que lo que la ciudadanía espera del Estado tiene cada vez menos que ver con la ideología política que se arrogue un Gobierno u otro.
Nuevas formas de interactuar políticamente
A juicio de Bodemer, los gobernantes están llamados a responder a las necesidades articuladas por la población a través de los medios electrónicos, no sólo durante los períodos de campaña electoral, sino cada vez que ella alza la voz, porque tanto las expresiones de júbilo popular como las de descontento los alcanzan mucho más directamente que hace dos décadas. “Los medios electrónicos propician otra forma de participar políticamente y dan pie a una nueva relación entre el ciudadano y el Estado, a una nueva apreciación de lo que es la democracia”, sostiene el experto alemán.
Aunque internautas fuertemente identificados con el chavismo y el antichavismo todavía tienden a insultarse mutuamente cuando coinciden en foros virtuales o cuando dejan comentarios en las páginas web de los periódicos más leídos, lo más probable es que sus puntos de coincidencia se estén multiplicando: ellos ya comparten su preocupación por el estancamiento de la economía nacional, el desempleo creciente, la inflación, la escasez de los alimentos y la inseguridad personal en las calles, independientemente de sus respectivas filiaciones políticas.
“El disenso se expresa electrónicamente”
Así como el rey Abdalá de Arabia Saudí ha disimulado su reticencia a iniciar reformas políticas estructurales ofreciendo aumentos salariales, un incremento del presupuesto para la seguridad social y ayudas para la adquisición de viviendas –un gesto que ha obligado a algunos de sus súbditos a usar Twitter para aclarar que los árabes no quieren regalos, sino más derechos–, está por verse si el aumento circunstancial en el precio del petróleo le permitirá a Chávez continuar financiando programas sociales coyunturales sin enmendar su proyecto de país, bautizado por él como “el socialismo del siglo XXI”.
Si Chávez se limita a maquillar la crisis venezolana a fuerza de petrodólares, lo más seguro es que la frustración acumulada de sus compatriotas, derivada de la precaria situación socioeconómica del país, halle una válvula de escape, no en la radio o la televisión, sino en los medios que aún escapan al férreo control del Estado. De eso está convencido Antonio Pasquali, un investigador venezolano cuyas publicaciones sobre los procesos de la comunicación y los medios masivos disfrutan de un gran prestigio en círculos académicos internacionales. “La oposición a las políticas de Chávez se expresa electrónicamente y el discurso oficial es comunicado a través de los viejos medios unidireccionales”, comenta Pasquali.
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El Caribe a la espera del “tsunami magrebí”
“La unidireccionalidad de la radio y la televisión ha sido aprovechada históricamente por los regímenes dictatoriales; tanto por los dictadores políticos como por los dictadores de la industria publicitaria, valga la acotación”, dice Pasquali y sigue: “Lo que la digitalización de los medios tiene de revolucionario es que le ha devuelto a la humanidad entera la capacidad de emitir que le habían confiscado. Internet nos ha convertido a todos en potenciales autores de blogs, de periódicos, de lo que nos dé la gana”.
Según este catedrático de filosofía moral y comunicación social de la Universidad Central de Venezuela, ese fenómeno, sumado a la pérdida de influencia de los partidos como actores políticos, está modificando profundamente la noción aún vigente de democracia. “Los tunecinos y los egipcios salieron de dos dictadores sin haber sido dirigidos por líder político alguno; el de ellos es un clamor democrático que brota desde abajo. Estamos asistiendo al renacimiento de una democracia genuina, no guiada por gente iluminada ni por partidos. Y, en Venezuela, mucha gente está esperando a que el ‘tsunami magrebí llegue al Caribe”, asegura el investigador.
“103 teléfonos móviles por cada cien habitantes”
Pasquali señala que, aunque todavía no están aprovechando del todo el potencial político de los medios electrónicos, los venezolanos ya recurren al servicio de televisión por cable y a sus conexiones de Internet cada vez que Chávez habla en cadena, obligando a las televisoras y emisoras de radio a transmitir sus alocuciones simultáneamente. “En los últimos ocho años se han transmitido 2.100 cadenas que a veces duran hasta ocho horas; Chávez acapara los medios durante un promedio de 56 minutos diarios”, calcula el autor.
Puede que en algún momento el oficialismo haya repartido armas entre algunos de sus seguidores para que lo defendieran en caso de peligro –práctica descrita por Manuel Paulus y Nikolaus Werz, investigadores de la Universidad de Rostock, en un análisis publicado en 2009–; pero, a la hora de protestar pacíficamente, el resto de los venezolanos también está bien apertrechado: “En este país hay 103 teléfonos celulares por cada cien habitantes y el cincuenta por ciento de la población tiene acceso a Internet, contamos con un enjambre de cables de fibra óptica y estamos atendidos por 22 satélites; conectividad nunca nos ha faltado”, apunta Pasquali.
Una libertad de expresión relativa
Sin embargo, este especialista venezolano admite que varias circunstancias impiden describir a su país como una verdadera “sociedad de la información”. Una tiene que ver con la desactualización de Venezuela en materia tecnológica por el temor de los empresarios a que el Estado confisque sus inversiones en ese campo y otra, con el descenso del grado de alfabetización mediática de su población. “Buena parte de la intelligentsia, de la gente bien formada académicamente, se ha ido del país y esa es una pérdida muy grave para cualquier nación”, dice Pasquali.
Otro factor es la insistencia del Gobierno de Chávez en ejercer la censura solapada y en fomentar la autocensura. “En Venezuela hay una libertad de expresión relativa: el régimen tolera el disenso político cuando considera que éste no tiene demasiado impacto sobre la sociedad. Por otro lado, en los últimos ochos años, el Gobierno ha sido autor de 1.777 atentados graves y menos graves contra la libertad de expresión, con ocho muertes registradas entre los trabajadores de los medios y la clausura de dos televisoras regionales, una de alcance nacional –el caso RCTV– y 34 emisoras de radio”, enumera Pasquali.
Asfixia mediática: lenta, pero sistemática
“El truco de esta dictadura consiste en tomar sus decisiones con mucha lentitud. Como carece de una audiencia espontánea, el Gobierno persigue una hegemonía comunicacional eliminando progresivamente a las voces opositoras; actualmente está buscando la manera de legitimar el cierre del canal de noticias Globovisión, la última televisora en manos de la disidencia. Adicionalmente, se esmera en amedrentar para estimular la autocensura”, cuenta Pasquali.
“El oficialismo quiere incorporar una frase a un artículo de la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión para que las sanciones de los delitos mediáticos también se apliquen al ámbito electrónico”, acota Pasquali, lamentando que la autocensura sea cada día más evidente entre los venezolanos. A sus ojos, la reforma de la llamada ley resorte y de la Ley Orgánica de Telecomunicaciones pretende darle al Gobierno un margen de discrecionalidad para que pueda aplicar mano dura a sus críticos cuando le convenga.
Subversión al alcance de los dedos
Desde esa perspectiva, no parece haber paradoja alguna en el hecho de que el Gobierno de Chávez auspicie el lanzamiento de un cable submarino desde Venezuela hasta Cuba para mejorar la calidad de la conexión de Internet de la isla. Un mayor acceso a Internet no garantizará automáticamente la libertad de expresión de los cubanos. En estos dos países, donde la independencia de los poderes estatales brilla por su ausencia, los legisladores todavía pueden blindar al estamento para protegerlo de la crítica ciudadana, penalizando expresiones de disenso que un Estado de derecho saludable defendería.
Cuando los asesores del presidente Hugo Chávez abrieron una cuenta a su nombre en Twitter –@chavezcandanga–, el Gobierno venezolano estaba reconociendo el papel que las comunidades espontáneas creadas por los usuarios de las tecnologías de la información pueden jugar en el marco de las elecciones presidenciales de 2012. Ahora cabe preguntarse si esos usuarios redescubrirán la dimensión política de los medios de comunicación interactiva al alcance de sus dedos antes de que las leyes venezolanas conviertan el acto de opinar en un acto de subversión.
Autor: Evan Romero-Castillo
Editor: José Ospina-Valencia