"Oligarquía financiera"
12 de julio de 2011
Los ministros de Finanzas de la eurozona deliberan hoy en Bruselas sobre cómo evitar que la crisis de deuda se extienda aún más. No sólo Grecia, conmocionada por la crisis, preocupa a los ya nerviosos mercados y enfada a la clase política, sino también Italia. La comisaria europea de Justicia, Vivian Reding, criticó a las agencias de rating y dijo que quiere acabar con su poder.
Que las agencias calificadoras de riesgo marquen el curso político-económico es algo inquietante, piensa también el economista alemán Max Otte. Francia, Alemania y otros países europeos podrían terminar con el monopolio fundando una agencia independiente para deudas estatales, dijo Otte a la emisora alemana Deutschlandfunk.
¿Está trabajando en su libro “Se viene la crisis”?
Max Otte: No. Estoy escribiendo un texto corto y polémico, “Paren el eurodesastre”, en el que doy mi opinión sobre los temas que están a la orden del día en lo político.
¿Nos podría dar un pequeño adelanto? ¿De qué se trata?
En él explico que, entretanto, se ha creado una oligarquía financiera y que nos alejamos –en esas cuestiones- cada vez más de la democracia. Es decir que son muy pocos -las agencias calificadoras de riesgo, los bancos de inversión, los lobbys asociados- los que dictan el curso político-económico, y no los políticos, y eso es algo inquietante.
¿Son las agencias de rating las malas de la película?
No, no lo son. Cayeron en ese rol porque cumplen con un papel determinado. Se fundaron en el siglo XIX porque la economía estadounidense no era como la europea en lo que a la ley se refiere, y EE. UU. quería contar con una cierta calificación de, por ejemplo, las deudas de los ferrocarriles, para los inversores, cosa de la cual en Alemania siempre se ocuparon instituciones estatales. Ese fue el comienzo. Y después, en los últimos 30 años, pasaron a tener un papel cada vez más importante. Es paradójico que las normas que regulan las inversiones de las aseguradoras y de otras empresas se remitan al dictamen de las agencias de rating. En realidad, lo más lógico sería que esas aseguradoras y esos bancos tuvieran analistas propios y equipos que pudieran evaluar los riesgos. ¿Para qué entonces agencias de calificación? Hoy es casi com una economía planificada.
¿Por qué no existen esos analistas?
Para los consejos de administración de los bancos, por ejemplo, es mucho más cómodo pasar la responsabilidad a otros. Si por eso se causan daños irreparables, es decir, si una inversión fracasa, entonces decimos que confiamos en el rating. Pero se trata verdaderamente de un traspaso de responsabilidades. Eso, en primer lugar. En segundo lugar, también es cómodo para el sector financiero y para los bancos de inversión contar con las agencias calificadoras de riesgo. Éstos pueden hacer sellar los bonos tóxicos o subprime con tres "A" y seguir vendiéndolos, ya que quienes produjeron esos bonos tóxicos son los que pagan a las agencias de rating para que los califiquen con tres “A”.
La comisaria de Justicia de la Unión Europea, Vivian Reding, quiere crear un contrapeso a las agencias de rating. ¿Hasta qué punto es realista esa idea?
Es posible, en principio, ya que se trata de un cártel anglosajón. Si los países europeos continentales se unen –Alemania, Francia y otros- eso se podría lograr de inmediato. Y se podría empezar con una agencia de rating para deudas estatales. Se necesitarían sólo 20 o 30 economistas, que ya están trabajando en el Banco Central Europeo (BCE). Entonces, un subdepartamento del BCE evaluaría las deudas estatales y eso sería un contrapeso importante. Y lo más paradójico que he escuchado alguna vez fue lo que dijo un economista privado que trabajaba para un banco. Dijo que se necesita más competencia en ese sector, pero, por favor, nada de agencias de rating estatales, ya que éstas tienen un problema de credibilidad. Esto es, naturalmente, una tontería absoluta, ya que lo peor que podría pasar es que fracasaran totalmente, como lo hicieron las agencias de rating privadas. Es decir que una agencia estatal sería, en realidad, más objetiva. Tal vez opere más lentamente, pero sería un contrapeso real. (Lea en pág. 2 si la preocupación por Italia es justificada).
Se piensa en crear agencias de rating propias. ¿Qué pasaría si éstas llegasen a la misma conclusión y bajaran la calificación de los países europeos?
Bueno, entonces habrá que aceptarlo. Pienso, de hecho, que habría que replantearse el papel que cumplen las agencias de rating en el sistema financiero. No puede ser que a las aseguradoras se les impongan qué bonos deben aceptar, o si sólo deben aceptar bonos que hayan sido calificados con tres “A”. Y si es así, que lo hagan al menos agencias estatales, que trabajan libres de conflictos de intereses, entonces tal vez se pueda aceptar la calificación. Pero, de lo contrario, que las aseguradoras y los bancos tomen sus propias decisiones en cuanto a inversiones. Así daríamos un paso más hacia la economía de mercado.
Volvamos a la eurozona. ¿Debemos preocuparnos seriamente por Italia, o es que simplemente hay mucho nerviosismo en el ambiente?
Claro que hay nerviosismo, y también se está jugando un juego. Otra vez: las agencias de rating son de origen anglosajón, y están poniendo a prueba a un país después del otro. Si las agencias hubiesen dicho algo antes, entonces habrían cumplido con una función muy importante; lo mismo vale para la crisis económica. Si hubieran advertido antes, hubiesen sido de mucha ayuda. Pero califican para abajo a posteriori, y con eso agudizan la crisis y, además, no cumplen con la tarea que les corresponde. En realidad, Italia es un país relativamente sólido, endeudado en un porcentaje relativamente alto, más del 100 por ciento, pero el presupuesto está más o menos en orden. Después de todo, las finanzas estatales de Italia están mucho mejor que las estadounidenses. Discutimos sobre Italia, pero no discutimos sobre el complicado entorno económico de EE. UU. Es sorprendente, pero entonces sólo hay que pensar dónde está la sede de las agencias calificadoras. La discusión pasa de un país a otro de la eurozona. Nos despedazamos entre nosotros y no pensamos en proponer soluciones de fondo.
Para estabilizar el euro frente a ataques externos se recurre a cada vez más dinero. Ya hay quienes exigen que se doble la suma del paquete de rescate antes de que se apruebe el monto del paquete original. ¿Es eso positivo o contraproducente?
Yo soy un enemigo de los paquetes de rescate, ya que, al final, no rescatamos el euro, sino a los bancos y a las empresas de servicios financieros que invierten en los países en cuestión. Siempre apelé por un recorte de deuda, en Grecia y en otros países. Eso sería economía de mercado. Entonces, los que invirtieron en esos bonos también asumirían su responsabilidad. Se trata de los acreedores informados, que cuentan con grandes departamentos de analistas. Por supuesto que algún que otro banco podría tener entonces problemas, y habría que rescatarlo. Entretanto, sabemos cómo funciona eso.
Se alzan cada vez más voces a favor de un recorte de la deuda griega. ¿Cree que todavía es posible evitarlo, o que el recorte de la deuda llegará, tarde o temprano?
Espero que llegue, ya que así podríamos bajarnos de una vez por todas de esta espiral de endeudamiento. El paquete de rescate del euro sólo ayuda a que esa espiral siga en ascenso. Si ahora demostramos que no se puede seguir así, que también se puede asumir responsabilidad por las deudas o por los créditos otorgados, y recordemos que para ese juego hacen falta dos, entonces tal vez logremos detener esa espiral. No creo que el recorte de deuda represente una catástrofe para Europa; por el contrario, creo que sería una oportunidad para reconsiderar el tema.
Autor: Christian Bremkamp (DLF)/ (Cristina Papaleo)
Editor: Pablo Kummetz