“En Latinoamérica hay un increíble talento musical”
13 de septiembre de 2013Su madre, uruguaya, toca el piano. Su padre, peruano, el fagot. Ambos se conocieron en Alemania y tuvieron tres hijos, dos de los cuales, Claudio y Óscar, hacen carrera internacional como músicos. Clases magistrales, su trabajo como profesor en el Conservatorio Hans Eisler de Berlín y en la Academia de Música de Stuttgart, ensayos, grabaciones, viajes y conciertos ocupan gran parte de la vida de Claudio Bohórquez. El martes 17 de septiembre tocará junto a otros prestigiosos intérpretes en el Festival Beethoven de Bonn un original programa de concierto, que lleva por título “Del fin del tiempo a la vida celestial”.
Deutsche Welle: ¿Cuál es su relación con Perú y Uruguay, los países de sus padres?
Claudio Bohórquez: Siempre he vivido en Alemania, pero voy allí casi todos los años y toco en Latinoamérica con cierta regularidad, la última vez durante la gira de la Sinfónica Nacional de Uruguay.
¿Y cómo se lleva usted con el español?
En casa siempre hemos hablado este idioma y en la escuela, alemán. Como viajo mucho, he de expresarme también en inglés. Cuando impartí unas clases magistrales en Madrid, me di cuenta de que me faltaba algo de vocabulario técnico referente al violonchelo en español.
Curioso, porque seguro que en casa habrá hecho música junto a sus padres y se habrán comunicado en español.
Claro que sí, pero me formé fundamentalmente en Alemania…
Con un ruso… ¿La etapa de aprendizaje con Boris Pergamenshikov fue la más importante para usted?
Sin duda. Fue un largo período de casi diez años, aunque yo ya lo conocía de antes. Era una personalidad. Con él aprendí todo: los fundamentos de la técnica, cómo acercarse a la música, cómo ser un artista… Él fue un ejemplo increíble, una inspiración. Su técnica era rusa, pero él era muy abierto a otras formas de tocar.
En sus inicios, se presentó usted, entre otros, a los concursos Rostropovich y Casals, ¿estarían estos dos artistas entre sus violonchelistas de referencia?
Obviamente, los dos son leyendas. Con Rostropovich, además, tuve la suerte de trabajar. De los más actuales, me gusta Steven Iserlis como personalidad.
¿Y entre las mujeres? Actualmente pisan fuerte Sol Gabetta y Alisa Weilerstein…
Sol y Alisa son aún muy jóvenes. A Sol la conozco desde que tenía 10 años, es encantadora. A Alisa también y la he escuchado en vivo. Es fantástico tener talentos como los suyos, pero hay que ver cómo evolucionan con el tiempo, tengo curiosidad por saber cómo tocan dentro de una década. Las carreras hoy día empiezan muy temprano y, con el marketing que hay detrás, da la sensación de que intérpretes muy jóvenes ya han llegado a la plenitud, pero, si se observa a las grandes leyendas del violonchelo, uno se da cuenta de que las cosas más importantes las hicieron cuando tenían casi cuarenta años. Eso es lo normal.
Venezuela es la cara más visible del fenómeno, pero en muchos países latinoamericanos proliferan orquestas y brillantes instrumentistas formados en diversos programas educativos y sociales. ¿Cómo valora usted lo que está pasando allí?
He tocado y he dado clases en Venezuela y pude constatar el impresionante nivel que hay, resultado de más treinta años de trabajo. Desde hace mucho tiempo me di cuenta del increíble talento que hay allá, la gente tiene facilidad para el ritmo y para tener el cuerpo relajado, lo que ayuda a adquirir una buena técnica. Si a ello le añadimos una personalidad radiante, extrovertida, tenemos los ingredientes básicos para un buen artista. El potencial es obvio.
¿Y qué futuro espera a esos brillantes músicos latinoamericanos? ¿Encajan en la dinámica de las orquestas europeas o pueden aspirar a ganarse la vida en sus propios países?
Aquí las condiciones de vida son mejores, más seguras. En Sudamérica no están tan establecidos como en Europa. Dependiendo del país, es difícil vivir de la música, aunque me consta que Latinoamérica está mejorando en ese sentido. Hay ejemplos que están funcionando bien.
Toca el martes 17 de septiembre en el Festival Beethoven de Bonn un original programa de concierto.
Sí, se titula “Del fin del tiempo a la vida celestial”. Vamos a intercalar fragmentos de obras de Messiaen, Mahler y Schönberg. Es una idea del pianista Eric Schneider, que quiso reunir piezas del siglo XX que expresaran algo en torno a ese tema.
Autora: María Santacecilia
Editor: Enrique López