En la Bundesliga de hoy, el diablo se llama Guardiola
10 de septiembre de 2016Hasta hace unos meses, su nombre era sinónimo de sabiduría, divinidad y modernidad. Pep Guardiola fue durante tres años, y hasta junio de 2016, el caballero hidalgo que llegó a las canchas germanas -según muchos, un páramo agreste- para regarlas con fino rocío catalán.
Así, lo que hiciera o dijera el técnico era objeto de alabanzas casi pentecostales. Se recuerda, como ejemplo, las palabras de Karl-Heinz Rummenigge en mayo pasado , según las cuales “la selección alemana de fútbol se coronó campeona del mundo en 2014 con el estilo que Pep ha impuesto” en el Bayern Múnich. ¿Es posible agregar algo a tan sublimada exageración?
Pero en la mitología, incluyendo la teológica, los arcángeles a menudo se tornan demonios. En un universo dominado por el Bayern, el “gran arquitecto” ya es otro, y las cosas deben acomodarse “a su imagen y semejanza”.
El "gran arquitecto"
Carlo Ancelotti llegó al conjunto multicampeón abjurando de la mejor manera -es decir, sin proponérselo- de la doctrina guardiolista. Rompió la cápsula antes blindada, la apotema de la “posesión del balón”, dejando lugar a soluciones muy distintas: mediocampistas creativos en vez de robots de cabeza cuadrada cual personajes de Minecraft. Delanteros que no sucumben en el multitasking del “futbolista total”, el atleta superdotado y al borde de la ubicuidad. Defensas que permiten jugar al contrario y hacer que Manuel Neuer vuelva a ser portero.
Con Ancelotti, los astros del Bayern Múnich tienen permiso de ser humanos. Los resultados, hasta el momento, están ahí. El Bayern ha mostrado su nueva realidad en estas dos primeras jornadas del torneo. Ha jugado, ha acertado, pero también se ha permitido la imperfección. Y en el camino, el club divierte de nuevo al graderío, aunque sus triunfos en la Bundesliga apenas pierdan contundencia (6-0 ante Werder Bremen, 2-0 contra Schalke).
El Bayern terrícola
Pocas acciones sintetizan mejor esa inusitada realidad, que la ocurrida en el minuto 56 de este último partido: Xabi Alonso pierde la esférica ante el holandés Huntelaar, a quien la defensa otorga centímetros suficientes para sacar del botín derecho un obús directo a la portería de Neuer. Y éste aprovecha la oportunidad de demostrar por qué le llaman el mejor del mundo, al romper la parábola y desviar con felina acrobacia el balón, que salió del campo tras estremecer el palo mayor. Errores, aciertos, tropiezos y logros. La vida misma. La condición humana. Proust, y no la Biblia.
Con este nuevo estilo de juego en el Bayern, los corifeos del fútbol alemán se sienten iluminados con otra luz. Hoy se alaba la creación de espacios, y se detesta la retención de la pelota. Los comentaristas también ponderan la “diversión” que se ve en el juego actual del Bayern, contrapuesta a la “disciplina” de antaño. En el nuevo orden, es benévolo lo que en otras temporadas equivalía a obra de exégetas malditos.
La luz del bien en la Bundesliga es encarnada hoy por hoy por Carlo Ancelotti y su manera de conducir al conjunto bávaro. El aplauso es unánime. Los números lo avalan. Se anuncia una nueva era. Brillan la promesa y la esperanza. La Alemania del fútbol, poco a poco, se libera de su antiguo profeta. Del que se fue en medio de cantos, sin haber hecho milagros.