"En cada encuentro se avanza un poquito"
15 de mayo de 2008La V Cumbre Unión Europea-América Latina empieza. Una de las mayores críticas que se han hecho a las cuatro ediciones anteriores es que al intenso intercambio de discursos no han seguido cosas concretas. Esta cumbre, sin embargo, abrirá un nuevo capítulo en las relaciones intercontinentales, han repetido diversos políticos europeos, con más o menos ahínco. Uno de ellos, el presidente del Parlamento Europeo, Hans Pöttering, presente en Lima, quien ante la emisora Deutschland Funk aseveró que la diferencia entre éste y los encuentros anteriores será, precisamente, la inclusión de las voces de los parlamentos, tanto del europeo como de los latinoamericanos.
Al respecto DW-World conversó con Wolf Klinz, parlamentario europeo de la bancada liberal, quien integra el comité regional para México y la asamblea parlamentaria euro-latinoamericana. .
¿Se ha avanzado, en su opinión, en el desarrollo de la asociación estratégica con América Latina desde la cumbre de Viena?
Wolf Klinz: Yo diría que el punto de partida ha mejorado, sobre todo porque en la Unión Europea hemos avanzado en cuanto a la integración de nuestro ámbito económico. Y el de América Latina también está mejor, no por el desarrollo de la infraestructura sino por la composición de la economía en general.
Sin embargo, el desarrollo de Brasil o México es muy diferente al de Perú o Bolivia. Teniendo esto en cuenta, para los europeos es más fácil adoptar una postura. Los latinoamericanos, en una postura común, no ven reflejados a menudo sus intereses individuales. En esta medida nos acercamos, pero no es así que dos bloques se pongan de acuerdo en un consenso.
¿Cómo ve usted la cohesión latinoamericana?
Las diversas subregiones de América Latina intentan unirse, sin embargo, en cuanto a la integración del ámbito económico nos encontramos bastante lejos de lo que en realidad sería deseable y necesario. Creo que teniendo en cuenta la globalización es imprescindible que AL intente, por lo menos, económicamente unirse más. En Europa comenzamos con acero y carbón, de ello surgió la Comunidad Económica Europea y entre tanto estamos incluso unidos en el ámbito político y hablamos de una Unión Europea.
¿Cuánto difiere la intensidad de las relaciones con las diversas regiones latinoamericanas y por qué?
Las relaciones están muy dominadas por las inversiones directas en aquellos países en donde hay mayores intereses europeos, por ejemplo México y Brasil. El motivo de que en otros países estas inversiones no estén es la limitada infraestructura. Si, por ejemplo, en Ecuador entre el 40% y el 50% de los productos agrícolas se pierden porque la mercancía no puede llegar a los mercados, y que la gente pasa hambre aunque hay producción agrícola suficiente es un signo de que la infraestructura no está desarrollada. Pero allí en donde está desarrollada, se funciona mejor con los europeos.
Los latinoamericanos anhelan que se avance en las negociaciones de la Organización Mundial de Comercio para una liberalización de los mercados…
Nuestro denominador común es decir “tenemos interés en que la Ronda de Doha sea un éxito porque sabemos por experiencia que el libre mercado es provechoso para todos los implicados”. Los países latinoamericanos esperan que los europeos abran sus mercados a sus productos agrícolas y los europeos esperan que se abran los mercados latinoamericanos para sus productos industriales.
Sin embargo, entre tanto, no se trata sólo de negocios, sino que hemos visto que América Latina sufre más por los precios de los alimentos y de la energía, y menos por los aranceles europeos. Muchas monedas latinoamericanas están ligadas al dólar. Con este panorama, deberíamos pensar más allá de los aranceles y enfocar, por ejemplo, la ecología y la protección al medio ambiente, y aportar a que los países desarrollen su infraestructura para que puedan exportar. Si no tienen infraestructura para llevar su mercancía en la calidad y la rapidez no sirve para nada que los mercados se abran….
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Sin embargo, uno de los mayores problemas que se les plantea a los latinoamericanos son las subvenciones agrícolas europeas…
Europa protege su agricultura pero importa más productos agrícolas que cualquier otro bloque económico del mundo. Además no subvencionamos tanto como Estados Unidos. Hemos empezado a cambiar nuestra política agrícola y estamos cambiándola hacia un apoyo de la agricultura que proteja el medio ambiente. Del 70 % de hace 40 años, lo hemos reducido a 40%. Y este año, bajo la presidencia francesa, reduciremos aún más este alto porcentaje. Por otro lado, los alimentos escasean. Muchos productos agrícolas se utilizan en biocombustibles, y teniendo esto en cuenta es un interés legítimo de Europa que se produzca la cantidad suficiente de productos agrícolas.
Muchos colegas suyos hablan de que hay que tener en cuenta las asimetrías en las dos regiones…
Sí, pero los países latinoamericanos no deberían sólo esperar y contar con que su situación mejore a través de acuerdos birregionales. Su tarea principal debería ser lograr una integración económica en América Latina.
En 1963, hace 45 años, siendo estudiante escribí un trabajo acerca del desarrollo de la zona de libre comercio latinoamericana. En aquél entonces, lleno de optimismo –o inocencia- pensaba que los latinoamericanos querían seguir el ejemplo europeo y que iban a crear un gran ámbito comercial y económico que abarcaría 500 millones de habitantes. 45 años después vemos que no ha sucedido mucho al respecto. Eso es algo que el continente americano tiene que hacer solo, nadie puede realizar la tarea por ellos. Ni los europeos, ni los asiáticos, ni Estados Unidos.
¿Y, en su opinión, por qué no avanza?
Diversas posturas, diversos puntos de partida y en varios casos egoísmos y carencia de voluntad de los más ricos para utilizar su situación privilegiada para desarrollar a los más pobres. En Europa creamos el fondo estructural y de cohesión, es decir que los países más pobres como Irlanda, Portugal y España recibieron por mucho tiempo bastante dinero de los más ricos. Y hoy Irlanda tiene un ingreso per cápita mayor al de Alemania.
Tengo la impresión de que en América Latina, Brasil, Chile y México –los más ricos- no están dispuestos a hacer algo así. Sin ello, sin embargo, en los próximos 40 años tampoco avanzarán.
¿Diría usted que latinoamericanos y europeos tienen un lenguaje común?
Bueno, sí que encontramos formulaciones comunes, pero también nos damos cuenta que cada parte en realidad todavía no entiende al 100 % la postura del otro. Los latinoamericanos opinan que los europeos no entendemos sus problemas en todas sus facetas. Y nosotros pensamos que los latinoamericanos se pintan el asunto muy fácil diciendo que debemos abrir mercados y poner un poco de dinero en fondos de compensación para América Latina y así nos va a ir mejor. Eso no es la solución. Seguro que hay aspectos de ello que se pueden considerar, pero mientras no se acometa la tarea de desarrollar sistemáticamente la infraestructura y desarrollar una estrategia para crear un mercado interno común que funcione, y no se creen por lo menos rudimentariamente programas de solidaridad, va a ser muy difícil.
Si América Latina piensa que Europa puede crear fondos de estructura para el continente, cree en una ilusión. Nosotros no podemos venderles a nuestros ciudadanos esa idea. Difícil fue ya convencerlos de los fondos solidarios para Europa. En donde tenemos problemas comunes y podríamos aprender los unos de los otros son cosas como la inmigración...
Precisamente, en cuanto a migración, ¿cuánto se ha avanzado?
Creo que en cada encuentro uno avanza un poquito, sólo un poquito. No son saltos cuánticos, y encontramos el código para abrir todas las puertas y dentro de tres o cinco años habremos solucionado todo. Creo que ahí hay mucho trabajo por delante. Es un tema que vamos a profundizar…
¿Cuál es la perspectiva en concreto?
Encontrar una solución a ello no es fácil. La idea latinoamericana de es que se puede legalizar fácilmente a los ilegales y que con ello van a recibir un permiso de residencia y de trabajo en Europa, porque existe un precedente. Y eso también lo querrían los marroquíes y africanos. Empezamos a comprender los problemas de los otros, pero no hemos encontrado las soluciones.