En busca del “milagro laboral alemán”
3 de agosto de 2013
Alemania es la nación en la que muchos ciudadanos del sur de Europa intentan labrarse un nuevo futuro, lejos de las largas listas de desempleo de sus países. Sin embargo, hay muchos ejemplos de que esta búsqueda no es ningún camino de rosas y requiere una enorme dosis de paciencia.
Agnès Padrol Sureda, de Barcelona, quiere trabajar en la televisión. Felipe Leao, de Portugal, sueña con un puesto fijo como cocinero. Jasmin Ljubenowa, de Bulgaria, quiere ser profesora de apoyo escolar. Los tres tienen un sueño y los tres quieren hacerlo realidad en Alemania, aunque muchas de esas ilusiones se estrellan contra las dificultades de aprender alemán.
“Hicimos una encuesta y quedó claro: el principal criterio de las empresas alemanas a la hora de contratar es el conocimiento del idioma”, declara el experto en migración de la OCDE Thomas Liebig. El efecto del conocido “milagro laboral alemán” hizo que muchos jóvenes de los países en crisis partieran a Alemania en busca de mejores perspectivas.
No obstante, muchos de ellos regresan rápidamente a sus países de origen. Según un estudio de la OCDE, en los últimos años, sólo uno de cada dos griegos o portugueses permaneció más de un año en Alemania. Mientras, entre los españoles, sólo uno de cada tres.
Buen alemán y ansias de campo
Agnès Padrol Sureda, que estudió comunicación audiovisual en Barcelona (España), puede dar fe de cómo los sueños son difíciles de cumplir. “Intenté conseguir unas prácticas, pero fue imposible”, comenta sobre su deseo de trabajar en la ciudad de Colonia en el campo del cine y la televisión. “En las entrevistas siempre me dicen que mi alemán es demasiado malo”, agrega. Para ponerle remedio, esta catalana acude cinco veces a la semana a una escuela de idiomas.
Junto con el idioma, está el problema del dinero. “Quien empiece de cero deberá invertir cerca de 3.000 euros hasta que consiga hablar bien alemán para poder encontrar un puesto de trabajo cualificado”, explica Maria Germann-Demirci, asesora de la escuela de idiomas de la Volkshochschule de Colonia.
Otro de los problemas a los que hay que hacer frente a la hora de abrirse camino en Alemania es que no hay vacantes en todo el país. “El déficit de mano de obra se da, sobre todo, en las pequeñas y medianas empresas en las zonas rurales”, informa Liebig. Sin embargo, los jóvenes españoles o italianos no se mudan al campo, sino a las grandes ciudades.
“BMW o Siemens no tienen ningún problema en encontrar trabajadores de otros países”, indica Liebig. “Por el contrario, las pequeñas y medianas empresas no saben qué deben hacer para poder entrar en contacto con los inmigrantes. Aquí es donde deberían ayudar las cámaras de comercio”, agrega el experto alemán.
“En Grecia estaría desempleado”
La falta del idioma empuja a muchos a trabajos precarios. Felipe Leao lleva nueve meses en Alemania, donde trabaja en un restaurante brasileño en Colonia. “No pagan muy bien y no tengo contrato”, relata. “Tengo que irme rápido de allí”, añade. A pesar de las dificultades no piensa en regresar a Portugal: “Portugal está en crisis permanente. No hay trabajo”.
Por su parte, Jasmin Ljubenowa tampoco ha visto cumplido su sueño. Reside en Alemania desde hace cuatro años y trabaja como mujer de la limpieza. “Sería feliz si pudiera trabajar como profesora de apoyo escolar”, relata esta búlgara. Como ella hay muchos más. Jóvenes que acuden a Alemania empujados por las noticias de que allí hay trabajo.
“Para mí Berlín siempre fue un sueño”, relata Spyros, un joven griego de 29 años que vive desde hace un año y medio en la capital. Sin embargo, su formación como profesor de música no está reconocida en Alemania, por lo que tiene que trabajar como camarero, algo que no le quita el sueño. “En Grecia estaría desempleado”, afirma.
“Siempre que digo aquí que vengo de Grecia, hay una pausa”, comenta Spyros. Algunos clientes del café del centro de Berlín donde trabaja se burlan incluso de él con comentarios como: “Regresa a Grecia” o “Debes devolvernos nuestro dinero”. Nunca les contesta. “Pensaba que los alemanes estaban más acostumbrados a los extranjeros”. En su opinión, el problema es que la gente adquiere los clichés que propagan los medios de comunicación.
No obstante, Spyros no quiere volver a su país: “He hecho lo correcto y estoy agradecido de Alemania”. Y si le surge alguna duda, sus padres se encargan de disiparla: “No regreses”, le dicen, “aquí no hay futuro alguno”.
Autor: Christoph Driessen (dpa)
Editor: Diego Zúñiga