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Empleadas domésticas en Brasil, golpeadas por la pandemia

15 de septiembre de 2020

La tradición de tener una empleada doméstica en Brasil, que se origina en los tiempos de la esclavitud, está cambiando debido a la pandemia. Pero la desigualdad social golpea duramente a los más débiles.

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Siempre presente y mal pagadas: las empleadas domésticas en Brasil.
Siempre presente y mal pagadas: las empleadas domésticas en Brasil.Imagen: Getty Images/AFP/M. Pimentel

Nilza de Jesus Almeida, de 70 años, mira las fotos de los logros culinarios de su empleadora con gesto de aprobación: "¡Le enseñé todo por teléfono, y ahora cocina feijao (arroz con frijoles), camarones con verdura, todo!”, dice a DW. De trabajadora doméstica y cocinera, Nilza pasó a entrenar a su jefa en las tareas del hogar. El coronavirus obliga a los brasileños a cambios hasta ahora impensables, como tener que renunciar temporalmente al servicio de sus empleadas domésticas. Eso hace tambalear una costumbre que forma parte del ADN de la sociedad brasileña: la empleada doméstica que se ocupa de la casa y de los niños.

Cerca de ocho millones de trabajadoras domésticas se desempeñan en Brasil como empleadas en el hogar, la mitad de ellas sin contrato fijo. Esa profesión, que era ejercida casi en su mayoría por mujeres negras de bajos recursos económicos, es parte de la pesada herencia de la esclavitud, que en Brasil fue abolida recién en 1888.

No fue sino hasta 2013 que las empregadas tuvieron los mismos derechos legales que otros trabajadores. A pesar de esa igualdad de derechos, la discriminación de las trabajadoras domésticas en Brasil sigue vigente.

¿Una profesión en extinción?

Brasilien Hausangestellte Nilza de Jesus Almeida
Nilza de Jesus Almeida, empleda doméstica.Imagen: privat

Ahora, el coronavirus plantea una cuestión fundamental: ¿son indispensables las empleadas domésticas, o se trata de una profesión en extinción? Maria Noeli dos Santos, del Sindicato de Empleadas Domésticas de Río de Janeiro, espera que todo vuelva a la normalidad después de la pandemia. Dos Santos, de 64 años, gana un poco más trabajando en el servicio doméstico para mejorar su jubilación.

"Quien se acostumbró a los servicios de una trabajadora doméstica no quiere renunciar a ellos”, dice a DW. Sin embargo, no está totalmente segura de eso, ya que ahora no solo muchas de las trabajadoras están sin empleo, sino que también sus patrones están desempleados y deben ahorrar.

Muchos de los empleadores se acostumbraron, durante el teletrabajo, a cocinar y limpiar. "Si esas costumbres se mantienen, entonces la empleada doméstica solo trabajará una vez por semana en lugar de todos los días”, supone Noeli dos Santos. "Eso está pasando cada vez más a menudo”, añade.

Entrega de comida con solo un click

Pero eso no es todo: en la pandemia, cada vez más empresas asumen el trabajo de las empleadas domésticas.  Los supermercados entregan las compras en la casa del cliente, las comidas se pueden pedir por internet, y los que no saben o no quieren cocinar también pueden pedir los ingredientes listos para preparar las mejores recetas. Eso hace que muchas empleadas domésticas prueben ofrecer nuevos servicios, como, por ejemplo, vender comida preparada, o trabajar como manicura.

Pero ¿qué pasará en el futuro con las empleadas domésticas en Brasil? ¿Seguirán formando parte de cada hogar que puede permitírselas, o su tarea se reducirá a un par de horas o a un día por semana?

Sin trabajo no hay dinero: habitantes de un barrio pobre de Río de Janeiro hacen cola para recibir alimentos.
Sin trabajo no hay dinero: habitantes de un barrio pobre de Río de Janeiro hacen cola para recibir alimentos.Imagen: picture-alliance/ZUMA Wire/E. Lustoza

Para el sociólogo laboral Ricardo Antunes, el coronavirus hace que aumenten los contratos de trabajo precarios. El autor de "Coronavirus: trabajar en el fuego cruzado” sostiene que es sintomático que una de las primeras víctimas de la pandemia haya sido una empleada doméstica. Cleonice Gonçalves, de 63 años, murió a fines de marzo en Rio de Janeiro, después de haberse contagiado de su empleadora, que trajo el virus de unas vacaciones en Italia.

Su jefa tenía la sospecha de haberse contagiado del coronavirus, y se hizo un test. Pero no le dijo nada a Gonçalves. Cuando llegó el resultado positivo del test, Cleonice Gonçalves ya había muerto.

"La desigualdad toma visos de crueldad”

Este caso trágico muestra que muchos brasileños de la clase media y alta no están dispuestos a renunciar a la comodidad de tener una empleada doméstica, tampoco en épocas de pandemia. Entretanto, algunos les pagan incluso un taxi para que lleguen a su lugar de trabajo sin tener que exponerse al peligro de contagio en el transporte público.

"Aparte de mí, todas mis compañeras van al trabajo. Sus jefas quieren que vayan”, explica Nilza de Jesús Almeida, "aunque ellas mismas o sus jefas tengan el coronavirus”. La sindicalista dos Santos lo confirma: "Muchas van a trabajar durante la pandemia y ponen en peligro sus vidas y las de los demás”. El motivo es que no pueden permitirse perder sus honorarios.

En su libro, Ricardo Antunes habla de una "tragedia anunciada”: "La desigualdad social vigente desde antes de la pandemia está tomando visos de crueldad y golpea con mayor dureza a los más débiles. La clase trabajadora no tiene posibilidad de elección”, reza su duro pronóstico: "O mueren de COVID-19, o se mueren de hambre”.

(cp/ers)