El último paraíso
16 de noviembre de 2010Madagascar se encuentra al oeste del continente africano, en el Océano Índico. Su flora y fauna de han podido desarrollar en completo aislamiento, porque durante la formación de los continentes de la tierra, la isla se separó de las grandes superficies africana e índica. El resultado es una excepcional riqueza biológica.
Según la fundación medioambiental WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza), un 85 por ciento de la población animal y vegetal de la isla es nativa, es decir, sólo existe en Madagascar. Entre ellos se encuentran, por ejemplo, los Lémures, una semi-especie de mono. De sus casi 100 especies existentes, 30 de ellas se encuentran en la lista roja de especies en peligro de extinción. Su significado religioso para la población local es, asimismo, enorme: una gran parte de ella cree que los humanos, tras su muerte, se reencarnan en Lémures. No en vano, son apodados como los “espíritus del bosque”.
Además, casi todas las especies locales de serpientes, sapos, camaleones y lagartos son consideradas también nativas. La reserva biológica contiene 250 especies de ave y 3.000 especies de mariposa. La diversidad vegetal también es única: 80 por ciento de las cerca de 12.000 especies de plantas florales conocidas existen sólo en Madagascar, así como cinco de las seis especies de Baobabs. Los científicos estiman que en las pocas zonas de los bosques milenarios que aún permanecen inaccesibles todavía quedan especies animales y vegetales por descubrir.
Más gente – menos bosque
Cerca de 20 millones de personas habitan la isla de Madagascar, y el número aumenta cada año en aproximadamente medio millón. La mayor parte de la gente vive de la agricultura, y por ello se desarrollan áreas cada vez más grandes para ganado y cosechas, principalmente mediante la quema de zonas forestales. Además de ello, muchos árboles son talados para el uso de su madera y para calentar las casas.
Las consecuencias de ello son dramáticas para el ecosistema. Lo que en un tiempo fue una isla poblada de bosques en un 90 por ciento, hoy cuenta con una superficie forestal de tan sólo un 10 por ciento, según los estudios del WWF. Y cada año, 120.00 hectáreas de bosque caen víctimas de la deforestación. Si esto continúa así, en unos 40 años no quedarán árboles en Madagascar, según las estimaciones de la fundación medioambiental.
Diversidad biológica en peligro
Con la pérdida de bosques se pierden cada vez más espacios vitales para las plantas y animales autóctonos. “Si no se preservan estas zonas, se perderán innumerables especies que ni siquiera llegaremos a conocer”, dice la experta de WWF-Madagascar Dorothea August. El primer lémur del género de los mirza descubierto este año es un ejemplo de los muchos secretos que las selvas de Madagascar esconden. “Si no se controla la destrucción, los días de muchos animales y plantas están contados”, alerta August. La creciente deforestación de Madagascar también conlleva una erosión masiva, cuyas consecuencias son corrimientos de tierra, inundaciones, pero también escasez de agua debido a la desertización. Consecuencias que se acentúan con el Cambio Climático global.
A pesar de todo, algunas especies vegetales aún podrían adaptarse a estos cambios. El Baobab, por ejemplo: puede almacenar en sus raíces hasta 500 litros de agua, gracias a lo cual puede soportar muy bien largos períodos de sequía, que se producen cada vez con mayor frecuencia.
Protección de la naturaleza a nivel local
El gobierno de Madagascar ha reconocido la importancia de la protección de la naturaleza. Por ello, por ejemplo, trabaja en cooperación con el WWF en el proyecto de un sistema de tratamiento de aguas respetuoso con el medioambiente. Hasta el momento, unas 35.000 personas en tres de las 13 comunas que pueblan la Llanura Mahafaly se benefician de ello. Para otros proyectos, no obstante, la participación no es tan fiable. “La tierra se tambalea entre crisis gubernamentales, no existe estabilidad”, dice Daniela Freyer, bióloga de la organización medioambiental alemana “Pro Wildlife”. Según ella, los sistemas de control fallan, y la corrupción permite que la muerte de animales y plantas continúe. “Las exportaciones de maderas tropicales protegidas a Alemania y China son todavía aprobadas, incluso por las autoridades”, afirma Freyer. Para ello se distribuyen “certificados de excepción”, gracias a los cuales se lleva a cabo, entre otras cosas, el comercio ilegal, y también legal, de animales de Madagascar, como lagartos o ranas.
Dorothea August, de WWF, critica la falta de acción política al respecto y el fallo del sistema de sanciones en caso de violación de las normas. El actual gobierno de la zona, además, no es mundialmente reconocido. “Esto no ayuda en la implementación de proyectos medioambientales”, explica la experta de WWF-Madagascar. En marzo de 2009, afirma, se escribió un comunicado al Gobierno de Madagascar en colaboración con una docena de organizaciones protectoras del medioambiente, exigiendo una acción más eficaz contra la destrucción del ecosistema de la zona. “Pero desde entonces, las cosas no han cambiado mucho”, dice Dorothea August. A pesar de ello, la cooperación con las administraciones de los parques naturales locales sí está dando buenos resultados.
Para Daniela Freyer, esto es un hecho significativo. Para ella, es importante que las organizaciones medioambientales locales estén activas para contrarrestar la falta de organización y control del país. “Así nos aseguramos una mínima garantía de protección”.
Autor: Po Keung Cheung /Lydia Aranda Barandiain
Editor: Enrique López