El Tapón del Darién no disuade a los migrantes
12 de agosto de 2021Numerosos migrantes atraviesan en Golfo de Urabá, en la costa colombiana del Caribe, en dirección al norte. Se estima que cerca de 25 mil personas han cruzado la frontera de Colombia hacia Panamá en los últimos años. Este 2021, las autoridades panameñas calculan que el número se ha duplicado. Tan solo en julio habrían sido más de 19 mil.
A uno de los pueblos de la costa oriental del Golfo de Urabá llegaron el mes pasado tantos migrantes, que el transbordador no daba abasto. Cerca de 15 mil personas esperaban en Necoclí (localidad de unos 22.000 habitantes) por una embarcación que las llevara a Capurganá, a unos 70 kilómetros de distancia, junto a la frontera de Panamá.
Y allí comienza para la mayoría la parte más peligrosa de su travesía. Porque Capurganá, un poblado de 1.000 habitantes que tiene un pequeño aeropuerto turístico pero no conexión por carretera, está en el borde del Tapón del Darién.
El Tapón del Darién, en el sur del istmo de Panamá, se cuenta entre los lugares más difíciles de transitar del continente. La selva tropical, a veces fangosa, a veces montañosa, se extiende por una superficie comparable a la de Cerdeña, desde el Caribe hasta el Pacífico.
Prácticamente no hay calles. El abastecimiento de agua y víveres es consecuentemente precario. A ello se suma la presencia de bandas criminales y grupos armados que acechan a los migrantes.
Límites diarios
Tras una intervención del gobierno colombiano, se logró transportar hasta 1.500 personas por día a la otra orilla. Entretanto, la situación en Necoclí se ha distendido bastante. Pero el número de migrantes que intenta llegar a Estados Unidos va en aumento.
Los guardias de frontera estadounidenses registraron en julio más de 210.000 intentos de ingresar ilegalmente en el país. Es la mayor cifra desde marzo de 2000, según el think tank Wola (Washington Office on Latin America). También en Panamá aumenta la tensión.
Tras varias reuniones de emergencia, en parte virtuales, los gobiernos de Colombia y Panamá acordaron poner límite al número de migrantes. En concreto, se determinó que no más de 650 personas diarias podrán traspasar la frontera común hasta fines de agosto. A partir de septiembre, la cantidad se reducirá a 500. La directora del Servicio Nacional de Migración de Panamá, Samira Gozaine, se mostró confiada en que esto ayudará a poder manejar la situación.
Impacto de la pandemia
El hecho de que tanta gente se encamine ahora hacia el norte es atribuido por observadores a las medidas tomadas contra el COVID-19. Por una parte, las restricciones de movilidad frenaron también la migración el año pasado. Y ahora, muchos que no pudieron marcharse entonces, emprenden el camino.
Por otro lado, la presión aumentó sobre los que ya habían emigrado. Aparte de un considerable número de colombianos, casi no hay sudamericanos en las caravanas. De acuerdo con las estimaciones de las autoridades, tres cuartas partes de los que intentan pasar de Colombia a Panamá son haitianos. El resto proviene principalmente de Cuba, Venezuela y diversos países africanos.
"Muchos haitianos habían vivido y trabajado antes en Brasil, Chile y otros países, hasta que el COVID-19 sofocó las economías”, dice el fundador de WOLA, Adam Isacson.
La ruta más "viable”
Pero también hay personas para las que Sudamérica es un primer paso hacia Estados Unidos. México y Guatemala bloquean entretanto rigurosamente el flujo, explica Isacson: "La gente viaja pasando por Sudamérica, porque algunos países, como Ecuador y Brasil, tienen disposiciones más laxas en cuanto a visas”.
"El camino directo hacia Estados Unidos es muy difícil para los haitianos pobres”, dice también el politólogo Oliver Stuenkel, de la Fundación Getulio Vargas, de Brasil. "La ruta colombiana es más factible de pagar”, aunque les cueste todo lo que poseen y, a menudo, también el dinero de sus familias.
Pero nadie tiene garantía de llegar sano y salvo a la meta. Porque casi nadie muestra a los migrantes los senderos para atravesar las fronteras centroamericanas por pura solidaridad. El tráfico de personas con frecuencia va de la mano del tráfico de drogas, subrayó la ministra de Relaciones Exteriores de Colombia, Marta Lucía Ramírez, en una de las conferencias con su homóloga de Panamá, Erika Mouynes.
Ese es, a todas luces, otro de los motivos por los que los gobiernos quieren incrementar su cooperación para controlar las corrientes de migración.
(ers/cp)