El régimen sirio muestra su verdadera cara
26 de abril de 2011En batalla por su propia supervivencia política, el régimen sirio deja deliberadamente un sangriento rastro a través del país: los soldados avanzan en tanques contra la población rebelde y los manifestantes reciben brutales ataques.
Las reformas como la derogación del estado de excepción a las que el Gobierno accedió recientemente bajo la enorme presión del movimiento de protesta son vistas como pura cosmética. El régimen en aprietos muestra su verdadera cara, y da señales claras: para mantener el poder, está dispuesto a caminar sobre cadáveres.
La escalada de la violencia parece inevitable. No obstante, cómo se desarrollará la lucha de poderes en Siria es algo que se mantiene en la total incertidumbre. Nadie sabe exactamente qué ocurre entre bastidores.
¿Mantiene el presidente Bashar Al-Assad todo el poder en sus manos? ¿O tienen en parte la última palabra las autoridades de los servicios secretos, el ejército, el partido estatal o su propio clan familiar desde hace tiempo? Lo único seguro es que, con un cambio de poder, todos ellos tendrían mucho que perder.
Por ello apuestan por la disuasión y no evitan el caos organizado. Permiten que los francotiradores disparen a los ciudadanos y declaran que los atacantes son islamistas o agentes financiados por el extranjero. Prohíben el acceso al país de medios de comunicación independientes, y azuzan pérfidamente entre sus medios estatales el miedo ante una guerra de religiones.
Actualmente se teme la amenaza de más masacres. Similar al caso de 1982, cuando el régimen acabó brutalmente con un levantamiento de masas de una hermandad musulmana, el Gobierno no parece tener escrúpulos a la hora de cargar contra su propia gente con violencia masiva.
Los procedimientos cada vez más sanguinarios de las fuerzas de seguridad deja claro ya incluso entre los partidarios del presidente que su régimen ha perdido su legitimidad. Se registran los primeros retiros, y esto demuestra que la llamada a la libertad y la democracia tampoco podrá ser acallada en Siria con violencia.
Pero el camino amenaza con ser largo y sangriento. Podría llevar también a una guerra civil alimentada por las fuerzas del régimen, o a un golpe de estado dentro del aparato gubernamental.
La comunidad internacional no debe permanecer en silencio y observar todo esto sin hacer nada. Pero, en la práctica, sus medios son limitados. En vista de la hasta ahora ineficaz operación militar en Libia, las fuerzas del poder en Siria no deben temer ataques internacionales en el futuro próximo. Y las sanciones ya probaron en el pasado ser poco eficaces contra este régimen.
Autor: Rainer Sollich / lab
Editora: Emilia Rojas Sasse