El PSOE intenta reconciliarse con sus bases
14 de julio de 2014Hasta hace pocos meses era un completo desconocido en España. Después de, según calcula él mismo, haber recorrido con su Peugeot 45.000 km recorriendo el país, durmiendo en las casas de los militantes hasta de los pueblos más perdidos para recabar su apoyo, Pedro Sánchez se ha convertido en el nuevo secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
Apenas había diferencias ideológicas entre los candidatos. Los tres coincidían, además, en la necesidad de dar más peso a la militancia, regenerar al partido y acercarlo a la calle, sacándolo de los despachos. José Antonio Pérez Tapias quedó descartado por su identificación con un socialismo demasiado clásico para encabezar la renovación. Eduardo Madina sí que cumplía el perfil, pero carece del encanto personal de Sánchez y no ha tenido ningún puesto fuera del partido. Ni siquiera ha conseguido ganar en el País Vasco, su tierra. Considerado el niño mimado de Zapatero, allí se le acusa de haberse olvidado de los electores a los que representa como diputado por Vizcaya.
Un partido en crisis
Cuando José Luis Rodríguez Zapatero, el último presidente socialista que ha tenido España, asumió la secretaría general del PSOE, lo hizo con un mensaje de optimismo: “No estamos tan mal”, les dijo a los delegados en julio del 2000. Fue el primero de los golpes de efecto que caracterizarían su dirección y, luego, su presidencia. Efectivamente, no estaban tan mal: el Partido Popular había ganado las elecciones generales con mayoría absoluta, pero los socialistas seguían siendo la primera fuerza política en muchas regiones.
En cambio, en la actual elección de secretario general ha habido poco margen para el optimismo: “En 2008, nuestro partido tenía once millones de votos. [...] Ahora, en el Parlamento Europeo, en las últimas elecciones, hemos estado en torno a los tres millones y medio”, resumía Pérez Tapias en el debate celebrado hace una semana entre los tres candidatos. No en vano, fue ese desastroso resultado electoral el que hizo que dimitiera Pérez Rubalcaba al frente del partido. Nadie podría decir ahora eso de que “no estamos tan mal”.
Podemos, o no podemos
El problema es que el PSOE está perdiendo votos no frente a la derecha, sino a nuevos grupos progresistas. “La irrupción del partido Podemos ha sido un toque de atención para toda la izquierda”, dice en conversación con DW la ex parlamentaria europea del PSOE Bárbara Dürkhop. “Como muchos en el partido, pienso que puede ser un aliado en el futuro, pero ahora mismo no”, afirma. Lo primero es recuperar los votos perdidos.
El líder de Podemos, Pablo Iglesias (al que sus padres pusieron ese nombre en honor, precisamente, al fundador del PSOE), se presentó incluso a la presidencia de la Eurocámara. Evidenció, sin embargo, que desconocía su reglamento al pasarse del tiempo de palabra. “Y encima protestó”, añade Dürkhop. Esa es la izquierda a la que tendrá que batir Pedro Sánchez para continuar siendo el único partido progresista con opciones reales de gobierno. De momento, ha prometido una ejecutiva que estará, al menos, en sus propias palabras, “tan a la izquierda como sus bases”.