El proceso de paz colombiano, en crisis
17 de noviembre de 2014El proceso de paz colombiano atraviesa por su mayor crisis desde que, dos años atrás, se instalara la mesa de negociación entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC. Este domingo a la medianoche Bogotá anunció la suspensión de los diálogos en Cuba como respuesta al presunto secuestro a manos del grupo guerrillero del general del Ejército Rubén Alzate, comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta Titán que opera en el occidente del país.
"Se suspenden negociaciones de paz hasta que se aclare esta situación. Mañana no viaja a Cuba el equipo negociador del gobierno y se suspende el ciclo 32 de los diálogos", dijo Santos desde la sede del Ministerio de Defensa en Bogotá. La crisis se presenta una semana después de que las FARC confirmaran la “retención en combate” de dos soldados que habían sido dados por desaparecidos por el Ejercito.
A pesar de que el proceso para terminar con el conflicto armado más longevo del hemisferio occidental ha enfrentado serios tropiezos, sin duda la suspensión de las negociaciones configura el más serio desafío desde que las partes se encontraran en Cuba el 19 de noviembre de 2012. Hasta esta semana, los mayores tensiones se habían producido como consecuencia de la presencia en las conversaciones de Timoleón Jiménez, máximo líder de las FARC, así como la “pausa” que decretó el grupo guerrillero en agosto del año pasado tras desavenencias con el gobierno en el mecanismo para refrendar los acuerdos.
La suspensión de los diálogos, por otra parte, subraya lo sensible que resulta para el gobierno colombiano y la opinión pública el tema del secuestro. Tras mantener por años en cautiverio a políticos, militares y policías, las FARC anunciaron el fin del secuestro extorsivo a principios de 2012. Semanas más tarde, el grupo insurgente dejaba en libertad a los últimos miembros de las fuerzas armadas colombianas en su poder, retenidos por más de una década, en un gesto que allanó el camino hacia La Habana.
La “retención en combate” de los soldados en el oriente del país y el caso del General Alzate al parecer no estaban en las cuentas del gobierno colombiano a pesar de que una de las directrices principales que han regido las conversaciones reza que estas avanzaran en medio de los combates.
Fuego cruzado
“Ha habido ataques porque la guerra continúa, y eso, lo digo con toda franqueza, es responsabilidad mía”, dijo el presidente Santos a la DW en su reciente gira por Europa. “Un cese al fuego, como se ha intentado en ocasiones anteriores, es en cierta forma un incentivo perverso para prolongar las negociaciones indefinidamente (…) Ha sido aprovechado por la contraparte para fortalecerse militarmente”, añadió.
El actual impasse, no obstante, contrasta con el buen ritmo y los resultados que hasta ahora habían mostrado los diálogos. En Colombia se hablaba por estos días de haber cruzado un “punto de no retorno” de cara a la recta final de la negociación.
“Lo que la población colombiana está entendiendo es que este es el único camino para terminar una guerra que ha desangrado a mí país durante cincuenta años”, aseguró Santos en su entrevista a la DW. Las partes han alcanzado acuerdos en tres de los cinco puntos de la agenda y habían convenido acelerar la discusión al abordar simultáneamente los dos temas restantes: víctimas y terminación del conflicto.
En estos cincuenta años, según cifras oficiales, el conflicto armado colombiano –heredado de la confrontación bipolar durante la Guerra Fría, que también involucra otros actores como fuerzas del narcotráfico y paramilitares de extrema derecha– ha provocado un total de 218.000 asesinatos, 27.000 secuestros, 25.000 desapariciones y más de cinco millones y medio de desplazados internos.
Para Humberto de la Calle, líder negociador del gobierno, es evidente que lo hasta ahora convenido en materia de desarrollo agrícola, participación política y cultivos ilícitos perfilan estos acercamientos como los más exitosos que hayan sostenido jamás gobierno alguno y FARC.
Los acuerdos
De acuerdo con León Valencia, analista político y exguerrillero del Ejercito de Liberación Nacional (ELN), los puntos en los que ha habido humo blanco tienen que ver con demandas históricas de la guerrilla. En otras palabras, las exigencias de las FARC ya han sido acordadas en la mesa. En particular, el hoy director de la fundación Paz y Reconciliación resalta el papel central que la concentración de la tierra ha jugado en el nacimiento de las FARC y el conflicto armado colombiano.
Sobre el punto número uno, las partes acordaron una reforma rural que de concretarse se convertiría en toda una revolución para el campo colombiano. Bajo la premisa de democratizar el acceso a la tierra, el pacto contempla la adjudicación de tierras improductivas, baldías o expropiadas y la formalización de minifundios. Además, el gobierno se comprometió a desarrollar muchos otras materias asociadas al campo: redes eléctricas, sistemas de riego, carreteras, sistemas de salud y educación.
El punto número dos facilita la llegada de las FARC a la política, a pesar de que aún es incierta la forma precisa en que los guerrilleros harán su tránsito de las armas a las urnas. Finalmente, el acuerdo en materia de “drogas ilícitas” fue recibido con optimismo por académicos reunidos alrededor del Centro de Pensamiento y Seguimiento al Proceso de Paz. “El compromiso manifestado por las FARC sobre poner fin a su relación con las actividades que tengan relación con las drogas ilícitas, una vez se llegue al Acuerdo Final, significa un avance fundamental en el camino hacia la terminación del conflicto armado”, aseguraron los investigadores de la Universidad Nacional.