El problema de la euro-inflación
31 de diciembre de 2002Contrario a las encuestas y sondeos, en el caso de la percepción del euro los resultados varían muy poco de país en país. Prevalece la opinión general que la subida de los precios se debe al llamado redondeo. Los comerciantes habrían aprovechado el momento de la conversión de los precios a euros para redondear los precios al alza. Asimismo, muchos ciudadanos aún no se acostumbran al nuevo valor de bienes y servicios. Esto vale especialmente para aquellos países en los cuales la conversión al euro fue más complicada, como en España, donde un euro equivale a 166,386 pesetas.
Nueva de cada diez se quejan
Un 77% de los ciudadanos de eurolandia vincula al euro con el encarecimiento de los precios. Otro 15% cree que las subidas sólo se registraron en algunos sectores. Este total de 92% varía poco de país en país y es representativo del cambio de ánimo respecto del euro.
Según el Ministerio de Economía de España, por ejemplo, uno de cada tres alimentos básicos cuesta entre un 8% y un 30% más ahora que hace un año. Por su parte, en los servicios gastronómicos como cafeterías, las subidas serían superiores al 10%.
Baja la aprobación
Mientras suben los precios, ha bajado la aprobación del euro. Según el Eurobarómetro, el 71% de los usuarios del euro respalda a la moneda en la encuesta de otoño, frente a un 75% en primavera. Los descensos más pronunciados se registraron en Grecia (-9%) e Italia (-11%). Sólo en Finlandia, Austria y Francia la aprobación popular de la moneda única ha aumentado (2%, 3% y 4% respectivamente).
Es decir, a un año de su puesta en circulación, el euro en todo caso despierta dudas por su aparente efecto encarecedor de la vida. Parecen olvidados los temores de un traumatismo sicológico por la pérdida de la moneda como parte de la identidad nacional. La población de eurolandia efectivamente habría sido mucho más pragmática de lo pensado antes de la adopción del euro.
Una moneda, pero muchos mercados
El euro hace comparables los precios en los 12 países de eurolandia. Así por ejemplo, un agua mineral de 1,5 litros cuesta 0,5 euros en España, frente a 0,8 en Bélgica; una docena de huevos cuesta 2,8 euros en Francia pero 3,22 en Italia y viajar en metro en Belgica cuesta el doble que en Italia.
Muchos de los ejemplos citados en estos días se refieren a bienes y servicios "no comerciables", es decir, que no se pueden exportar entre distintos países (como viajes en metro). No obstante, numerosos economistas ven los diferenciales como prueba de la necesidad de mejorar la competitividad general en eurolandia. Las deficiencias en la competitividad se manifiestan precisamente al expresar los precios de bienes idénticos en distintos países usando la misma moneda. En teoría, a medio plazo, los precios tendrían que converger.
Por un lado, el euro permite una comparación más fácil entre los precios. Por el otro, numerosos países siguen sin modificar barreras a la competencia, como en el sector energético, los servicios financieros globales o en campos como la regulación laboral y un régimen europeo de patentes.
Por ello, más allá de reconocer que las adecuaciones de precios han redundado en mayor inflación, "sería un error culpar a esos redondeos", dicen los expertos. En este sentido, la ausencia del "eurotrauma" o de una "nostalgia monetaria" entre la población, serían indicadores positivos para emprender dichas reformas que redunden en una mejora de la relación de precios y de la calidad de vida.