En las últimas semanas y meses, el dictador norcoreano de la edad de piedra, Kim Jong-un, ha empeorado masivamente las relaciones con el sur de la península, ha aparcado los planes de paz como objetivo a largo plazo y ha hecho volar por los aires las carreteras a Corea del Sur. La propaganda estatal suena a Rusia y China: EE.UU. es el culpable en la retórica cada vez más belicosa de Pyongyang y éste sólo se defiende del "enemigo imperialista".
Pero lo cierto es lo contrario: Kim Jong-un ha empezado a caminar sobre la cuerda floja entre Rusiay Chinadesde el inicio de la agresión bélica rusa contra Ucrania. Con ello quiere mejorar la posición de Corea del Norte en la península y en el contexto internacional. Por ello, tanto Pekín como Moscú deberían alarmarse.
Actualmente, Kim Jong-un parece inclinarse más hacia Rusia, lo que sugiere el despliegue de soldados norcoreanos en el frente de Ucrania. En respuesta, Seúl ha convocado al embajador ruso y ha exigido que las tropas de Pyongyang abandonen Rusia. Sin embargo, es de esperar que Moscú no haga caso. Por lo tanto, Corea del Sur debe asumir que no sólo China y Corea del Norte, sino también la Rusia de Putin tienen interés en conflictos que podrían perjudicar a ese país libre, democrático y próspero.
China pierde
El perdedor de la situación actual en el eje de dictaduras, que se extiende desde Moscú pasando por Pekín hasta Pyongyang y Teherán, es la República Popular China. El dictador Xi Jinping lo está apostando todo a esta peligrosa alianza, que él mismo ayudó a forjar. Espera obtener ventajas debilitando a sus enemigos comunes, es decir, al mundo liberal-democrático, sin sufrir él mismo ningún daño. Sin embargo, este cálculo podría dejar de funcionar con un Kim Jong-un imprevisible. Si Corea del Norte sigue provocando al Sur y se produce una escalada militar, China tendría que posicionarse y no podría permanecer neutral como de costumbre.
La agenda de Kim es difícil de descifrar. En realidad, su dictadura podría darse por satisfecha con la capacidad de desplegar misiles de largo alcance que puedan alcanzar cualquier objetivo en Estados Unidos. Esto le proporciona un cierto grado de protección frente a los ataques estadounidenses y asegura el dominio de su camarilla. Kim no teme nada más que un cambio de régimen, y ésta es probablemente la razón principal por la que se alinea con Xi y Putin. Está utilizando el caldeado ambiente en la península coreana para cerrar sus propias filas tras él.
Apuntando a un cambio en el poder mundial
Debido al cambio de la situación geopolítica, el gobierno surcoreano ha hecho públicas sus consideraciones para situar cabezas nucleares en la parte libre del país con el fin de estar preparados en caso de que el programa nuclear de Corea del Norte tenga éxito con la ayuda de Rusia y/o China. Las cabezas nucleares surcoreanas pretenden disuadir en consecuencia a Pyongyang y evitar que entre en guerra.
A fin de cuentas, la escalada actual sólo trata superficialmente de carreteras voladas: en realidad se trata de la posibilidad de un cambio en la estructura de poder mundial y Pyongyang quiere sacar provecho de ello. Kim Jung-un está jugando un juego peligroso que podría intensificarse en cualquier momento si el dictador de la edad de piedra calcula mal. Pekín ha vinculado estrechamente sus propios intereses con los de Corea del Norte, asumiendo que siempre seguirá siendo militar y económicamente superior. Ahora, sin embargo, China tiene que vigilar cómo influye Rusia en las condiciones de su "patio trasero". Por tanto, la amistad "sin límites" entre Putin y Xi también está en juego.
(gg/ers)