1. Ir al contenido
  2. Ir al menú principal
  3. Ir a más sitios de DW

El Palacio de Berlín, lugar de escenificación

Carlos Albuquerque/ vr (lb)14 de enero de 2009

Donde un día estuviera el Palacio de la República, la sede del Parlamento de la República Democrática Alemana, se reconstruye ahora un Palacio prusiano y se erige un Foro intercultural, todo ello no exento de polémica.

https://p.dw.com/p/GW9G
Reproducción en 3D del antiguo Palacio Berlinés, residencia de los reyes prusianos.Imagen: AP

Muchas preguntas quedaron sin respuesta aquel 19 de septiembre de 1990 en el que la Cámara Popular de la antigua República Democrática Alemana, el Parlamento del sistema comunista, hizo cerrar su sede. La clausura del Palacio de la República, debido a su contaminación con asbesto, trajo consigo una viva discusión sobre el futuro de la llamada “Casa del Pueblo”, emplazada en una isla del río Spree en el mismo centro de Berlín.

¿Debía ser conservado aquel objeto de prestigio de la RDA, o era preferible reconstruir el castillo barroco anterior que un día se alzó en la misma parcela y que sirvió de residencia a los reyes prusianos? ¿De qué manera se podía dar uso razonable al lugar? El debate en torno a esta plaza estaba en marcha.

En 1992, Wilhelm von Boddien fundó la Asociación de Fomento del Palacio de Berlín. Un año más tarde hizo construir una réplica a tamaño real del castillo prusiano como medio para hacer popular su reedificación. El primer punto álgido de la discusión se alcanzó en 1993/1994, cuando se presentó la copia de la fachada del Palacio. Al ver la pared principal del edificio muchos entendieron el modo en que éste se adaptaba al entorno, compuesto por Zeughaus, Museo Antiguo y la Catedral de Berlín, dijeron los partidarios de la reconstrucción. “La gente comprendió de qué manera el Palacio marca el espacio urbano“, explica Goerd Peschken, autor del libro El Palacio de Berlín (1982).
























Revitalización del Berlín histórico

Cuando, tras la reunificación del país, el Gobierno federal se trasladó de Bonn a Berlín, futuro de la isla del Spree jugó un papel importante dentro del concepto de la mudanza. En octubre de 2000, el Ejecutivo y el Senado formaron un gremio de expertos encargados de recopilar propuestas para el desarrollo urbano del centro histórico de la nueva capital. En una segunda etapa, esta comisión debía emitir recomendaciones de uso, diseño y financiación de un nuevo edificio en el terreno del antiguo Palacio de la República.

En julio del 2002, el Parlamento alemán aprobó por amplia mayoría la siguiente resolución del gremio: en el lugar en el que se situó, primero, el Palacio de Berlín, dinamitado en 1950, y luego el Palacio de la República, desmontado por partes de 2006 a 2008, se construiría un centro dedicado a las culturas no europeas. Este nuevo inmueble debería basarse en la estereometría del Palacio prusiano y retomar las fachadas barrocas en tres de sus lados exteriores, así como en el patio Schlüter. A los arquitectos se les permitiría diseñar libremente la fachada este, aquella orientada hacia la Torre de la Televisión.

La reconstrucción de la cúpula del Palacio fue incluida con posterioridad en una lista de especificaciones. El Parlamento fijó un límite de 552 millones de euros de costo. A finales del 2007, los elementos centrales de las recomendaciones de los expertos sirvieron para formular el llamado a un concurso de arquitectura.

























Concurso de arquitectura

El 28 de noviembre de 2008, el ministro alemán de Fomento, Wolfgang Tiefensee, y Vittorio Lampugnani, presidente del jurado del concurso de arquitectura del que Tiefensee también fue miembro, anunciaron conjuntamente el nombre del ganador: con el contrato para esta obra se hizo el estudio de arquitectos Franceso Stella, de Vicenza, Italia.

“El desafío arquitectónico consistió en reconstruir la fachada barroca del Palacio dinamitado e integrar el edificio en este lugar histórico, respetando las líneas marcadas por el Parlamento alemán y dándole a la obra una utilización acorde a la época actual”, dijo Tiefensee. El proyecto vencedor era el único que respondía a “las altas exigencias de este concurso. Las demás propuestas ofrecen soluciones sólo parcialmente interesantes”.

Tiefensee y Lampugnani destacaron sobre todo la entrada del edificio, que se asemeja a un amplio espacio abierto; la recuperación de la plaza del Palacio; el Belvedere del ala este y la nueva autenticidad urbanística que surge gracias a la conexión entre jardín y ciudad. Stella trabajó el frente oriental como una simple fachada trasventilada, dejando así a la vista el límite entre lo viejo y lo nuevo.

Todas las culturas conversan en el nuevo “Foro Humboldt”. ¡Siga leyendo!

Foro para el diálogo intercultural

El antiguo Palacio se llama ahora “Foro Humboldt” y es un centro para el intercambio cultural, científico y social. Su nombre se lo debe a los hermanos Wilhelm y Alexander von Humboldt, el primero un hombre de Estado e intelectual, el segundo un científico, y a su designación hará honor el futuro programa del Foro.

La superficie útil principal de 40.000 m² será empleada por la Fundación del Patrimonio Cultural Prusiano, la Universidad Humboldt y la Biblioteca Central. La primera de las tres instancias albergará en el foro Humboldt sus colecciones extraeuropeas, que se trasladarán aquí desde los museos de Berlín Dahlem. Además, se prevé un recibidor y área central de eventos en el subsuelo y en la planta baja: un ágora con capacidad para hasta 15.000 visitantes diarios.

Las obras del Foro Humboldt comenzarán en 2010 y deberán quedar concluidas a más tardar en 2015. Finalizado el lento derribo del Palacio de la República, se procederá en una primera instancia al ajardinado de la zona. Ya en octubre del 2007 se inauguró en esta plaza una galería de arte temporal dedicada al arte internacional.

Críticas al proyecto ganador

Wolfgang Wieland, diputado del Partido Verde, fue el único representante de la oposición que integró el jurado del concurso arquitectónico en calidad de observador. En una entrevista con la Deutsche Welle, Wieland explicó que “las convencionales fachadas del proyecto”, con espacios interiores flexibles y por lo tanto posibilidades de uso flexibles, convencieron a muchos, incluso a los defensores del Palacio que esperaban ver erigidos de nuevo los interiores históricos.

Sin embargo, Wieland opina que el proyecto de Stella se pierde fuerza casi por completo en el área del ágora, así como en “la transitabilidad de este a oeste, y viceversa”. En su conjunto, el político considera el esbozo ganador como un suave complemento al antiguo palacio, que no resulta convincente en su diseño interior.

¿Es el nuevo palacio pura apariencia?

Según el Departamento de Desarrollo Urbanístico de Berlín, el Palacio de la Ciudad nunca fue el centro de las decisiones políticas en Prusia. El mando estaba allí donde se encontraba el monarca. El rey tenía a su disposición todo un abanico de castillos residenciales en Berlín y alrededores. Sin embargo, este Palacio tuvo gran valor simbólico como lugar de escenificación del poder real.

Las continuas ampliaciones y los trabajos en su interior, realizados desde mediados del siglo XV, hicieron del castillo un laberinto de 1.210 habitaciones. Su forma fue marcada sobre todo por la ampliación barroca, realizada por Andreas Schlüter, arquitecto de la Corte, hacia el año 1700. Aquella reforma tenía como objetivo principal la representación absolutista, explica la autoridad urbanística de la capital germana.

Los enemigos de la reconstrucción criticaron la intención de rehacer las tres fachadas barrocas y el patio Schlüter conforme a los originales, tildando este estilo de “arquitectura de bastidores”. Adrian von Buttlar, presidente del Consejo del Patrimonio Histórico del Estado berlinés y profesor de historia del arte en la Universidad Técnica de la ciudad, habla de un “castillo clonado” con el fin de crear un sentimiento de identidad por medio de una “versión depurada” de la historia prusiana. El científico había criticado la demolición del Palacio de la República y estaba a favor de preservar las huellas del pasado reciente de la capital.