¿Cómo salir de la violencia?
14 de septiembre de 2017Sergio Álvarez (Bogotá, 1956) llegó a la capital alemana para presentar su novela "35 muertos" (Alfaguara México y Colombia 2011, España 2013), obra publicada en alemán bajo el mismo título "35 Tote", por la prestigiosa editorial Suhrkamp (2011). El Festival Internacional de Literatura de Berlín presentó su novela como la "obra maestra de Colombia", en un momento en el que el proceso de paz colombiano ocupa los titulares de la prensa internacional.
DW: ¿Cómo percibe ahora su novela, a siete años de haberla publicado?
Sergio Álvarez: Cuando terminé la novela y comenzó a traducirse, comenzó el proceso de paz. Yo me siento muy contento porque la novela describe una época que, si todo sale bien, se va a acabar. La novela es un testimonio de una mala época. Si alguien quiere saber cómo ha sido esa Colombia desde los años 60 hasta el siglo XXI, que ha vivido en guerra permanente ya sea con la izquierda, con el narcotráfico, o con la delincuencia común, en la novela tendrá un retrato de ese país. Yo espero que el proceso de paz fructifique y que podamos empezar a contar lo que viene después, la construcción de un país distinto y la secuela de todos esos enfrentamientos violentos, pero vistos de una forma más constructiva.
¿Qué puede aportar Colombia a otros países de la región, en particular a México, que está sumido en una violencia parecida a la que se vivió en Colombia? Una violencia a veces tan sanguinaria que ya no tiene una explicación lógica.
Lo primero que tenemos que entender es que esa violencia sí tiene razones. No es como nos lo venden los medios de comunicación, que un día Pablo Escobar se volvió loco y empezó a matar gente. No. Como lo aborda "35 muertos” es una violencia que viene desde muy atrás y que tiene unas razones muy profundas. Es una violencia que el continente tiene contenida y que de pronto, cuando encuentra un punto por dónde salir, estalla. El proceso de Colombia de hace dos décadas, como el proceso mexicano en los últimos años, son procesos que tienen razones. Y lo que tenemos que hacer los latinoamericanos es aceptar que esas razones existen. Porque lo que hacemos normalmente es obviarlas.
¿También vale para la violencia del narcotráfico?
Los narcotraficantes nacieron de la desigualdad, de la desigualdad social que mantenemos desde la Colonia, de la humillación permanente hacia el que no tiene dinero ni educación por parte de un sistema económico que produce mucha pobreza y que genera un caldo de cultivo para que todo esto surja. Primero tenemos que entender eso. Porque los latinoamericanos vivimos pensando que los problemas sociales son por generación espontánea. Los problemas sociales llevan siglos ahí y hay que resolverlos.
¿Pero cómo se resuelve la violencia del narcotráfico?
Algo que es muy importante en Colombia, que en México se está obviando, es que nosotros resolvimos ese problema con negociación. Mientras hubo solo guerra, nosotros estuvimos poniendo muertos y viendo sangre en las calles. Cuando por fin en Colombia entendieron que había que negociar, se negoció con Pablo Escobar, se le hizo una cárcel especial, se abrieron canales legales de negociación. Y con el cartel de Cali y con todos los carteles posteriores se ha aplicado la misma política. Es decir, hubo política de mano fuerte a nivel policial, pero se abrieron canales de negociación política o negociación de entrega criminal. Porque eso también es muy importante. Tenemos que entender que no todo se resuelve con el ejército o con la policía.
Independientemente de las negociaciones que condujeron a los tratados de paz con la guerrilla de las FARC, Colombia ha negociado con narcotraficantes, ¿es lo que debería hacer México?
Hay una frase de Gabriel García Márquez muy importante y es que cuando César Gaviria negoció con Pablo Escobar y con todo el cártel de Medellín una tregua y una entrega a cambio de poca cárcel, hubo muchas críticas en América Latina. García Márquez dijo algo fascinante: "a un hombre que lo perseguía la CIA, la DEA, el Ejército de Estados Unidos, la policía colombiana, y todas las policías del mundo y no lo encontró, lo metió a la cárcel un presidente colombiano con un decreto”.
Eso es lo que tenemos que entender. Que esta gente tiene una razón de ser. Y que si se habla con ellos se puede lograr que se entreguen, que entreguen laboratorios, que entreguen dinero, a cambio de penas benignas. Y no es una cuestión moral. Es una cuestión práctica, se trata de quitarle muertos a la guerra, de pacificar regiones y abrir otro tipo de espacios para construir una sociedad diferente.
¿La Colombia que describe en "35 muertos” es diferente a la Colombia de hoy en día?
En la mayoría de los países de América Latina hay dos procesos simultáneos. Hay una parte de la sociedad que va integrándose a la democracia, que va integrándose a la cultura occidental y que va construyendo un progreso. Esa parte es un porcentaje de la población, siendo optimistas, la mitad. Normalmente ese sistema deja por fuera a la otra mitad. Entonces, en esa otra mitad lo que hay es un proceso de criminalización, de violencia, de pauperización, de pobreza. Entonces esas dos partes van siempre creciendo simultáneamente. Entonces lo que pasa a veces es que una parte toma el poder y somete a la otra o viceversa. No es que haya una Colombia distinta ahora. Es que ahora esa Colombia que ha ido a la universidad, que empieza a creer en los Derechos Humanos, en la igualdad, en más oportunidades para los pobres, es la que ha tomado el control. Pero lo otro está ahí, sigue ahí. Por ejemplo cuando se convocó al pleibiscito para ver si se aceptaba el Tratado de Paz, ganó la otra Colombia. Entonces lo que hay es un cambio de ciclo. Primero gobernó Uribe ocho años en plan de guerra y ahora lleva gobernando Santos ocho años en plan de negociación. Y es ese juego de equilibrios lo que mantiene el continente. Pero no hay un cambio profundo. Mientras esas dos partes del continente, de los países o de las sociedades no se concilien, será siempre un ciclo. A veces parecerá que el progreso gana y a veces que la violencia gana.
Esos pasos hacia adelante y hacia atrás tienen además un componente no muy favorable, un presidente en Estados Unidos que se llama Donald Trump.
Eso es un asunto de dignidad y de conciencia. Ni siquiera es un problema político o económico. Es cuestión de que América Latina tenga la voluntad para construir un continente mejor. Estados Unidos a veces ayudará y a veces se opondrá, pero si el continente todo se propone construir mejores sociedades para todos, lo vamos a poder hacer. Mientras sigamos pensando que las soluciones dependen de los Estados Unidos, América Latina no prosperará.
Autora: Eva Usi (ERS)