El Museo Judío de Berlín cumple 20 años
Hace 20 años se inauguró el Museo Judío en Berlín, con el nuevo edificio del renombrado arquitecto Daniel Libeskind.
Diseño innovador
Pasó mucho tiempo hasta que todos los participantes se pusieron de acuerdo en cómo debería ser el nuevo Museo Judío. Se planeaba ampliar el ya existente palacio barroco y el arquitecto estrella Daniel Libeskind presentó un concepto más extravagante en 1989. En 1992 comenzó la obra, y nueve años -y varias querellas- más tarde, se inauguró el anexo, una enorme edificación detrás del palacio.
Entrada barroca
Originalmente, el ala adicional de Libeskind iba a ser solo una dependencia del Museo Judío de Berlín. Pero luego todo cambió y el bello palacio barroco se convirtió en la entrada principal.
Emblema de la ciudad
Con el anexo del museo, Daniel Libeskind creó otro edificio emblemático de la capital alemana. Revestido de zink, tiene una fachada calada por grietas aparentemente distribuidas al azar y líneas angulares, como una Estrella de David despedazada. La construcción es un símbolo del confrontamiento con el vacío que dejó el Holocausto en la historia germano-judía de Alemania.
Un imán de público
Ya dos años antes de la apertura, los visitantes podían entrar al edificio en la Lindenstraße 9-14, en el barrio berlinés de Kreuzberg. Hubo una enorme afluencia de público y casi 35.000 personas pudieron visitar la nueva construcción, todavía vacía, y disfrutar de su arquitectura.
Espacios que cuentan historias
Los edificios museales son, por lo general, carcasas sobrias, aunque también a menudo cuentan con una arquitectura grandiosa, y despiertan a la vida gracias a los objetos que se exponen en ellos. Pero aquí, la idea de Libeskind fue más radical: creó espacios y ejes que relatan por sí mismos la historia de los judíos en Alemania, como aquí: el Eje del Exilio y del Holocausto.
La opresiva Torre del Holocausto
Escaleras oscuras, espacios vacíos, paredes inclinadas. Caminos bifurcados que conducen a la libertad en el exterior, sobre un terreno inestable, al extranjero, al exilio. El Eje del Holocausto termina en una torre. Desde arriba cae la luz a través de una pequeña rendija. Quien se para en la oscuridad se siente como en una mazmorra. Estas habitaciones no necesitan mobiliario.
El Jardín del Exilio
En este jardín, invisible desde el exterior, hay 49 estelas sobre un terreno inclinado en el que se plantaron árboles. 48 estelas contienen tierra de Berlín. La estela 49, en el centro, contiene tierra de Jerusalén. Aquí se experimenta el exilio de cerca. Uno se siente extraño e inseguro porque el piso inclinado lo hace tropezar con facilidad y los pilares de concreto restringen la visibilidad.
Regreso a la luz
El Patio de Vidrio, también diseñado por Daniel Libeskind, se anexó en 2007 al palacio barroco. El techo se extiende por el patio interior del antiguo edificio en forma de “U”, y descansa sobre vigas de acero. Representan árboles verdaderos y recuerdan al sucá (tabernáculo) hebreo en el desierto, donde los judíos encontraron refugio del frío, del viento y de la lluvia durante su huida de Egipto.