El Milan contra dos oponentes: el Liverpool y la ridícula venganza
23 de mayo de 2007Venganza. Ciertas familias sicilianas que trabajan en el negocio de la "eliminación de desechos" afirman que la venganza es un plato que se sirve frío. A medida que la final de la Champions se acerca, parece que el refrán se ha convertido también en la máxima del equipo milanés.
Los dos años transcurridos desde su derrota frente al equipo rojo parecen haber calmado los ánimos entre los jugadores y seguidores del AC Milán. Pero ahora, con la posibilidad de vengarse a tan sólo unas horas, los italianos, aunque lo nieguen, están avivando las ardientes brasas del castigo.
A pesar de las quejas de algunos de los miembros más intelectuales del equipo de Ancelotti, formado por estrellas y ganadores, seguro que el deseo de justicia está ardiendo en las entrañas de aquellos que sufrieron tal deshonrosa derrota en el Estadio Olímpico Ataturk de Estambul. Por cada jugador como Kaka, que dice que el pasado no significa nada, hay otro como Rino Gattuso que, al final de su carrera como estrella, gruñe a la espera de poder hacer picadillo a los que le robaron el orgullo y desmoronaron su sueño.
Pero incluso Ancelotti, el entrenador del Milán, no puede quitarse el amargo sabor de boca. Según él, el Liverpool es el equipo peor preparado técnicamente de los tres ingleses de la Premiership que pasaron a las semifinales. Ancelotti hubiera preferido jugar contra el Manchester United. Pero, ¡por supuesto que vencerá a los Rojos!
Herramienta de motivación
Es absurdo pensar que la derrota del Milán a penaltis, después de que los italianos dominasen el marcador con un 3 a 0 frente al Liverpool hasta el primer tiempo, no va a servir de herramienta de motivación o de tema "pre-partido" en los vestuarios milaneses. Porque no sólo se trató de una derrota deportiva, sino también de un golpe espiritual parecido al que se sufre tras la pérdida de un ser querido. Los ganadores durante seis temporadas tenían ya el trofeo entre sus manos y al demacrado y sorprendido equipo de oponentes contra las cuerdas.
En lo que al Milán respecta, ni siquiera estaban jugando contra un buen equipo inglés, que se pudiera comparar con ellos a nivel europeo. Y, con todo, perdieron. Un proverbio latino reza: "La venganza es una confesión del dolor". Sólo hay que imaginarse el dolor que los italianos sintieron tras el silbatazo final. Es una tontería pensar que algunos de los jugadores del Milán borraron la noche del 25 de mayo de 2005 de sus mentes.
Y todo esto le viene al Liverpool como anillo al dedo, porque la imagen que el Milán está dando de sí mismo es la de un equipo que se está adelantando a los acontecimientos, mientras miran la hora en sus relojes con diamantes incrustados y mascan un chicle que hace rato perdió su sabor. Los del Liverpool parecen monjes trapenses en compara con los italianos.
Reglas sobre cómo no comportarse
Al tiempo que el Milán organiza la derrota del Liverpool viendo DVDs de los Rojos y enviando ojeadores al campo de Anfield, Carlo Ancelotti también debería añadir a su carpeta de preparación una complicación de la actitud de José Mourinho, a modo de ejemplo sobre cómo no comportarse ante un sórdido partido frente a los Rojos. Mientras tanto, flechas y balas parecen rebotar en el escudo en que se ha enquistado el entrenador del Liverpool, Rafa Benítez. Todos los insultos dirigidos a él quedan irritantemente sin respuesta.
Benítez es un experto estratega y un obseso, casi compulsivo, de las estadísticas. Él no permite que nada interfiera en el modo en que él quiere que su equipo piense y actúe. La venganza y los insultos futbolísticos sobre el estilo de otros no forman parte de su agenda y tampoco va a permitir que la polémica llegada de Italia distraiga a su equipo. Si Benítez invoca la memoria de Estambul sólo será para recordar a sus jugadores que encajar uno, o incluso tres goles no significa que el partido esté ganado.
El Liverpool llegó a la final de la Champions del 2005 alumbrado bajo las luces de un evento futbolístico en el que ninguno de sus jugadores se había visto antes. Para cuando algunos de ellos por fin comprendieron de qué se trataba realmente, ya había pasado la primera parte y todavía les quedaba toda una montaña por escalar.
Pero el hecho de que la escalaran y consiguiesen clavar su bandera roja en la cima, además de haber experimentado una gran evolución a lo largo de los dos años trascurridos bajo en mando de Benítez, significa que el Liverpool actual es muy diferente al que consiguió burlarse de la teoría de la probabilidad en 2005.
Nuevas estrellas
Tras hacer una limpieza a fondo de jugadores que no encajaban en su estilo o que no satisfacían sus grandes expectativas, Benítez cuenta con nuevas estrellas: los delanteros Peter Crouch, Dirk Kuyt y Craig Bellamy ofrecen diversas opciones de ataque; Jermaine Pennant proporciona anchura, velocidad y una mejor puntería a la hora de enviar balones desde los laterales; el centrocampista Javier Mascherano arriesga y cubre las espaldas a Steven Gerrard y a Xabi Alonso, dándoles la oportunidad de crear goles.
La defensa que sufrió en Estambul está ahora liderada por un Jaime Carragher más maduro y entrenado y por su discípulo, Danny Agger, motivado y muy bien preparado. Cada nuevo jugador ocupa su puesto para desempeñar un papel específico de una manera concreta, de acuerdo a la visión de Benítez de cómo debería jugar el Liverpool. Una pieza especialmente diseñada para cada parte de la máquina.
Así que si esta noche el Milán sale al campo ardiendo en el deseo de revancha, el Liverpool habrá conseguido la mitad de su victoria. Se necesita mantener la cabeza fría y seguro que Rafa Benítez va a mantener a sus jugadores en una cámara frigorífica hasta que el partido de comienzo. Así los Rojos podrán pensar con claridad y jugar a su manera hasta alcanzar una posición dominante y vencer una vez más frente a un equipo, como el AC Milán, sediento de sangre.
Y es que, como reza otro refrán, "la venganza pone a prueba a quien la persigue".