El médico cubano y los pollos baratos
27 de noviembre de 2006Oramaika llega tarde, incluso para una venezolana. Oramaika es empleada del Ministerio de Exteriores. Al Ministerio no le quedaba ningún coche libre con el que acompañarme en mi visita a las misiones. Oramaika tuvo que improvisar. Llamar a un par de familiares, hasta que dio con un viejo Chevrolet sin espejo lateral ni intermitente, pero por lo menos con chófer, un amigo de la familia de Oramaika.
La delegación para esta travesía por las misiones la componen además José, Orphelia y Nery. Son admiradores de Chávez y ayudan en los programas sociales que se llevan a cabo en sus barrios. Y también está Deisiree, una becaria del Ministerio. Siete personas en un Chevrolet no viajan holgadas. Una cosa me queda clara desde el principio: con el coche no están intentando impresionarme. Le pregunto al conductor si me presta su manivela, para poder bajar la ventanilla.
Las visitas oficiales tienen bastante mala fama. Por lo general, todo está perfectamente escenificado y uno ve sólo lo que debe ver. Pero en esta ocasión, es evidente que el plan no existe. Lo que principalmente quieren enseñarme son las conquistas de la Misión Barrio Adentro, la que ofrece asistencia sanitaria gratuita a la población más pobre. Para ello nos dirigimos al barrio El Valle.
Eliezer, el médico cubano
En el centro de diagnóstico nos recibe Eliezer, un médico cubano. Tiene 34 años y trabaja en Venezuela desde hace tres. En total, en el país caribeño hay 18.000 médicos cubanos. A cambio, Venezuela abastece de petróleo a la isla. “No tenemos nada que ocultar”, dice en más de una ocasión. “Saque fotos, hable con los pacientes”, añade. Pero él no está autorizado a dar entrevistas, por muy mal que le sepa.
Al final acaba hablando. No tiene sentido recorrer el edificio sin cruzar una sola palabra con el periodista. Cuando más se alarga la visita, más parece divertirse. El verbo se le da bien y tiene talento como vendedor: “nuestro equipamiento es de lo más moderno, y está nuevecito”, se enorgullece. Entramos en todas las consultas: la del oculista, la del pediatra, la del ginecólogo…
Hoy hay mucho trabajo. Una paciente llega con una conmoción en un ojo. “Antes teníamos que esperar horas para ser atendidos en los hospitales. Pero ahora el servicio ha mejorado mucho. Y los médicos viven en nuestro mismo barrio”, dice la enferma con una sonrisa de oreja a oreja. “¡Viva Chávez!”, grita.
Consulta octogonal
A un par de calles del centro de diagnóstico se encuentra una de las 8.500 consultas que en todo el país que fueron construidas especialmente para acoger a los médicos cubanos. A largo plazo, los doctores cubanos deben ser sustituidos por personal venezolano, explica Eliezer. Todos los edificios se parecen. Forma octogonal y dos plantas. Arriba vive el médico, abajo se atiende a los pacientes. “La gente del barrio puede venir en cualquier momento”, dice Eliezer, “todos son reciben atención gratuita, independientemente de la tendencia política”. Eliezer niega la acusación de que haya que demostrar fidelidad al Gobierno para tener acceso a la asistencia.
Rubén Laya se acerca a ver lo que hacemos. No quiere que me vaya sin haberle echado un vistazo a “conuco”. “Antes trabajaba en el campo”, dice. “Mis amigos no se creen que tenga un conuco aquí, en medio de Caracas”. Conuco es un pedazo de tierra en la que se cultivan verduras. Rubén comparte el conuco con un vecino. “Quitamos toda la basura y toda la porquería y ahora plantamos calabazas, tomates, maíz, pepinos, perejil y lechugas”. Los que administran estos conucos lo hacen voluntariamente y sin recibir dinero por ello. Muchos están jubilados. “A mí me gusta Chávez porque nos apoya en la agricultura urbana”.
Comprar en Mercal
La última parada de esta gira por las misiones: un comercio Mercal. El servicio de reparto de alimentos organizado por el Estado está considerado la misión de más éxito del Gobierno de Chávez. Según las estadísticas, alrededor de la mitad de los venezolanos ha comprado alguna vez en uno de los 13.700 establecimientos Mercal que existen en el país. Para desgracia de los supermercados privados, cada vez hay más filiales Mercal, y no sólo en los barrios pobres. Como media, aquí se compra un 40% más barato que en las tiendas normales. Principalmente, en los Mercal se obtienen productos de primera necesidad, como azúcar, harina o arroz.
La cola ante el Mercal es especialmente larga: hoy hay pollo. “Aquí puede comparar dos pollos por unos 70 céntimos de euro. En un comercio normal tendría que pagar un euro por cada pollo”, comenta el jefe del supermercado estatal. Los bajos precios se consiguen gracias a la inexistencia de impuestos que graven los productos.
Dentro de Mercal hay también una “farmacia popular”. Ya sean antibióticos o reductores del colesterol, los medicamentos cuestan aquí un 85% menos. Pero el surtido es muy reducido. En la “farmacia popular” no puede comprarse la insulina ni nada que tenga que conservarse frío, porque faltan neveras.