El largo brazo de la Stasi, una sombra sobre Europa del Este
3 de mayo de 2009La desconfianza entre la población y hacia el enemigo externo era insoportable, y proporcionalmente grande era el número de empleados en el Ministerio de Seguridad Pública de la República Democrática Alemana (conocida como Stasi).
A finales de octubre, pocos días antes de la caída del Muro de Berlín, se calculaban unos 90.000 trabajadores a tiempo completo, y muchos otros trabajadores no oficiales, ciudadanos en apariencia comunes que espiaban en silencio.
Ningún otro país del antiguo bloque comunista contaba con una red de agentes más eficiente. Un aparato que matenía, además, el contacto con los Servicios Secretos de otros países de Europa del Este, e incluso interfería en sus asuntos internos.
En marzo de 1955 tuvo lugar el ascenso: el Ministerio de Seguridad Pública de la RDA (MSP) adquirió el mismo rango de importancia que los "organismos hermanos" de los demás países europeos en una conferencia celebrada en Moscú.
Al principio, la Stasi no era más que que una rama de los Servicios Secretos Soviéticos, que se encargaba de las investigaciones en territorio alemán si era necesario. Cada empleado tenía su propio instructor soviético, según escribió del investigador comunista Jens Gieseke en una contribución al "Manual de los Servicios Secretos comunistas en Europa del Este de 1944 a 1991".
Más tarde, la KGB (los Servicios Secretos soviéticos) se bastó con sus llamados oficiales conectores, responsables de los aspectos internacionales de la cooperación de los Servicios Secretos en la totalidad del Bloque del Este.
Prueba de fuego
"La Stasi no sólo persiguió disidentes, sino que también se encargó del espionaje y contraespionaje. Participó en terrorismo internacional y buscó contactos. Y para todo ello precisó de conexiones internacionales", explica el historiador Jens Gieseke.
El todavía joven Ministerio de Seguridad de la RDA confrontó su primera prueba en 1953, y desde el punto de vista del Estado, falló miserablemente: tan sólo pudo controlar los levantamientos sociales del 17 de junio con la ayuda de tanques soviéticos.
El ministerio de Seguridad Nacional falló también al calcular la tendencia explosiva que se estaba desarrollando entre la población, y se vio incapaz de deterner las protestas por sí mismo.
Esto cambió algunas décadas después. "Si echamos la vista atrás a Praga en 1968, la RDA ya puso en funcionamiento su propia red de informadores. Tras acabar los soviéticos con el movimiento ciudadanos de la Primavera de Praga, la RDA recibió el encargo de volver a poner orden en Checoslovaquia, e imponer de nuevo una estricta línea de lealtad soviética", cuenta Gieseke.
La fuerza del trabajo conjunto con los servicios secretos y las actividades encubiertas de los hermanos comunistas hermanos se puede observar a partir de las cifras electrónicamente demostrables en los documentos de la agencia estatal de seguridad.
Por ejemplo, si se busca la palabra "Checoslovaquia", se dan 3.900 resultados. Si se escribe Polonia, el número asciende a 4.700.
Eufemismos
No se trata de una coincidencia. Cuando en 1980, el movimiento opositor de Solidaridad creció en Polonia, el país vecino de la RDA pasó a ser la llamada "zona de operaciones" para la Stasi. El término era utilizado para designar posibles enemigos, con posibilidad de actuar en consecuencia.
"Se intentó acabar con la oposición polaca por medio de las llamadas medidas de disolución, algo que naturalmente también habían tratado de hacer los servicios secretos polacos", comenta Gieseke.
El cambio radical en la cooperación de los Servicios Secretos del Este de Europa comenzó a mediados de los años 80, cuando Mijail Gorbachov tomó el poder de la Unión Soviética.
Su política orientada al cambio económico y la transparencia social (con su "Perestroika" y "Glastnost"), afectó naturalmente a la KGB. Reinaba una atmósfera de inusual apertura y debate que no fu bien recibida or las altas esferas de la RDA.
"Hubo una memorable discusión en 1989 entre el jefe diputado de la KGB, que estaba de visita en Berlín del Este, y el jefe de la Stasi, Erich Mielke", recuerda Gieseke.
"Mielke reprochó duramente al dirigente de la KGB y demandó acabar con 'el fantasma de la Glasnost'". Seguramente tenían control de los archivos de la RDA para que no se publicaran informes negativos sobre los líderes comunistas."
Las ruedas de la historia ya no podían retroceder. Tras la caída del Muro de Berlín, los gobiernos socialistas cayeron también, y con ellos los Servicios Secretos de Europa del Este. Su procesamiento, sin embargo, tardará mucho en llegar a su fin.
Autor: Marcel Fürstenau / lab
Editor: Enrique López Magallón