El gran camelo - Cómo enriquecerse con el arte
18 de diciembre de 2012En realidad, lo único que quería era pintar. El dinero no le interesaba. Estas frases fueron pronunciadas por Wolfgang Beltracchi ante los tribunales el día de su condena. También pidió que se lo considerara un maestro falsificador, alquien que siempre ha amado la pintura y que confrontó al codicioso mercado del arte.
En otoño de 2010 fue condenado a seis años de prisión en régimen abierto por la falsificación de 14 cuadros. Es difícil precisar cuántas obras falsificó en total desde los años 80. Lo que sí se sabe es que embolsó 16 millones de euros y causó daños por 35 millones. Al parecer, algunas de sus pinturas siguen aún hoy circulando en el mercado.
¿Cómo pudo pasar que el mundo del arte fuera estafado de este modo durante décadas pese a que las incongruencias que se detectaron en un principio? ¿Fueron la codicia y la vanidad las responsables de que fallaran todos los recaudos? ¿Es cierto que a Wolfgang Beltracchi le fue muy fácil realizar el fraude, como él mismo afirma?¿Se hizo la vista gorda para evitar el fracaso de un gran negocio? Y, semejante golpe maestro, ¿sería posible hoy?
Un ejemplo: Beltracchi falsificó un cuadro de Heinrich Campendonk, un expresionista renano. La subasta del lienzo en 2006 fue una verdadera sensación, pues se lo daba por desaparecido. El “Cuadro rojo con caballos” se subastó al precio más alto alcanzado nunca por una pintura de Campendonk: nada menos que 2,88 millones de euros. La casa de subastas Lempertz le pagó a los Beltracchi unos 2 millones. El ejemplo deja entrever el elevado margen de ganancias de los mercados de arte y da respuesta a algunos de los interrogantes que se plantean. No cabe duda de que las estructuras del mercado de arte internacional han hecho posible esta estafa.
El periodista de especializado Stefan Koldehoff describe el mundo del arte como un mundo aparte con sus propias leyes y habitantes, en el que la avidez por las obras novedosas juega un papel central. Los coleccionistas buscan lo nuevo, lo especial, el objeto de prestigio o, como se suele decir últimamente, el cuadro trofeo. Y cuando se encuentra una pintura así se está dispuesto, al parecer, a pasar por alto muchas medidas de precaución.
Wolfgang Beltracchi, hijo de un pintor de iglesia de Höxter, quería llevarse parte de esta tajada. Conocía los puntos débiles del mercado de arte. Y pudo aprovecharse de la codicia del sector, pero él mismo fue tan ambicioso como las personas que acusa.
“El gran camelo” pone en tela de juicio la falsificación magistral del siglo y cuestiona el mito del autodenominado maestro falsificador. Un reportaje interesante sobre un crimen espectacular.
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