El euro, galardonado con la máxima distinción europea
El premio concedido al euro deja una sensación extraña. Porque, por primera vez, se rinde homenaje con el galardón de la ciudad de Aquisgrán a un objeto. Y no por los méritos realizados, sino por las expectativas que genera. Algunos suspicaces se preguntarán si no había ningún candidato de carne y hueso que se destacara lo suficiente por su labor en pro de la integración europea. Algo que ya ocurrió en 9 ocasiones desde 1950, obligando a dejar el premio vacante.
No es el caso en esta oportunidad según los responsables, que no escatimaron en elogios a la moneda de la eurozona. Walter Eversheim, portavoz del directorio de que asigna la distinción, fundamentó la decisión del jurado afirmando que "el euro es, a partir de enero del 2002, mucho más que un medio de pago unitario en Europa. Contribuye a forjar una identidad europea, estabiliza a la comunidad y tiene, en consecuencia, el efecto de fomentar la paz". Junto con destacar que sienta las bases para una política conjunta en materia laboral, social y de salud, agregó que es un aporte histórico para la integración de los pueblos europeos.
Símbolo de unidad
El presidente del Banco Central Europeo, Wim Duisenberg, recibió simbólicamente el galardón. En su discurso de agradecimiento destacó el significado que la nueva moneda tiene para Europa, subrayando que el euro es un símbolo de la comunidad y también un eslabón entre sus miembros.
Por su parte, el presidente italiano, Carlo Azeglio Ciampi, pronunció en la ceremonia un discurso instando a los estados europeos a avanzar hacia una concertación cada vez más profunda, hasta traspasar el umbral que separa a una alianza de países de una verdadera unión. En este contexto, afirmó que ningún país está en condiciones de enfrentar solo los desafíos de la actualidad.
¿Euro-carestía?
Tras cinco meses de la puesta en circulación de la moneda, las loas prosiguen en la esfera política, que se felicita de haber conseguido llevar a cabo la gigantesca operación sin mayores altercados. Distinto es el sentir del alemán corriente. La mayoría reconoce las ventajas de contar con un medio de pago común en gran parte del viejo continente. El sentimentalismo nacionalista no tiene mayor cabida en asuntos monetarios. Pero los ceños se fruncen en Alemania a la hora de hacer las compras o salir a comer fuera. Impera aquí la sensación de que los precios de artículos de consumo cotidiano han subido considerablemente. Aunque ello no se refleje en el índice de inflación, la experiencia diaria ha llevado a los alemanes a bautizar al euro como "teuro", que quiere decir tanto como "caro". Y si esa percepción se arraiga, la flamante moneda tendrá sus dificultades para ganarse el verdadero aprecio de la ciudadanía.
El premio Carlomagno quizá contribuya a mejorar la imagen del euro y a crear más conciencia del gran proyecto que se ha puesto en marcha con la unión monetaria europea. Al fin y al cabo, la moneda común figura ahora en una galería de notables, junto a personajes como el primer canciller alemán de la postguerra, Konrad Adenauer, o el rey Juan Carlos de España. Pero en asuntos de dinero, lo que cuenta son los hechos. Y lo que los europeos esperan es, básicamente, que se mantenga la estabilidad.