El espíritu del vino alemán en la arquitectura
4 de mayo de 2011Los vinicultores alemanes, desde hace años, buscan nuevas fórmulas para presentar su producto, alejándose de la vieja taberna con mesas de madera y mantelitos. Su vino no es el mismo de hace algunas décadas; ahora es mejor que nunca, la experiencia ganada en su cultivo y en su procesamiento lo ha logrado. Esto tiene que ser percibido también con los ojos. Ideas semejantes las tuvieron ya otros viticultores, hace siglos.
La idea no es nueva
Chateau Haut-Brion, en Burdeos, fue siempre diferente. Hace más de 400 años esta propiedad vinícola, que hoy cuenta entre las más afamadas del mundo, estaba ya destinada a representar al vino, una excepción en ese tiempo. Después, en el siglo XIX, el principio de la arquitectura vinícola fue ganando adeptos: en los edificios donde se lo comercializaba fueron ganando terreno los elementos estéticos, aunque éstos consistieran en bueyes y barriles.
“Los castillos de la Loira fueron construidos según el espíritu de la época feudal. Hoy es lo mismo: la transparencia de estos tiempos se refleja en los edificios con gran parte de cristal y acero. Eso es lo que nuestra arquitectura transmite y el éxito que tenemos demuestra que la acogida es buena”, explica Michael Coridass, de la Cámara de Arquitectos de Renania-Palatinado. A los clientes les gusta el ambiente y, por él, aceptan precios más altos.
Pero no sólo la arquitectura marca la diferencia; los vinos alemanes son hoy por hoy más complejos y más expresivos que nunca. Y la política ha querido poner un poco el hombro para que tengan éxito: en 2007 concedió por primera vez el Premio a la arquitectura vinícola; el ministerio de Economía del estado federado de Renania-Palatinado fue el primero en dar el paso. Hay que decir que el premio sólo engalana el orgullo, no el bolsillo.
En una ladera de Würzburg
Cuatro bodegas fueron premiadas en la primera edición; en 2010, otras cinco. Uno de los criterios para ganar: presentar una arquitectura original que haga atractiva la región vitivinícola. Uno de los primeros galardonados fue Ludwig Knoll en Würzburg. En una ladera de un viñedo con vistas a la ciudad se levantan dos construcciones en forma de cubo al lado de un edificio tradicional.
“Hay una capa de 5 centímetros de caliza conchífera, debajo hay hormigón. El mensaje lo da la caliza; ése es nuestro origen, el terreno en el que crecen nuestros viñedos. Es lo que está en nuestro vino. Nos parece importante mostrárselo a los clientes”, afirma Ludwig Knoll, calificando su edificio de “purista”. El otro cubo tiene una pared de doble cristal: la una es verde, la segunda tiene un entramado de madera de roble. Se trata de evocar una vid tradicional y unirla al concepto moderno de la transparencia.
Una cooperativa con ambiente
30 kilómetros al norte, otro de los premiados. La Cooperativa Vinícola Sommerach remodeló en el año 2006 su lagar construido en la década de los 1970. El desangelado edificio se convirtió –también gracias a paredes de cristal- en una casa representativa. Tiene un enlucido de arenilla que cambia de tonalidad con la luz solar. A los sótanos –llenos de toneles- se les dio vida a base de color.
“Hemos empleado sólo materiales de la región y los hemos aplicado con antiguas técnicas artesanales. La atmósfera natural, del entorno, se refleja aquí”, subraya Frank Dietrich, gerente de la cooperativa. Los travesaños del edificio antiguo fueron utilizados para hacer parte del mobiliario. Aquí –como en el caso de Würzburg- se trató de unir la historia del entorno con una construcción moderna. La estética que impera no tiene arabescos, es más bien lineal, reducida hasta el purismo reflejando el nuevo espíritu de la cultura actual del vino alemán.
Autor: Günter Birkenstock/Mirra Banchón
Editora: Emilia Rojas