El As de Solana
20 de junio de 2004Penosa está resultando la disputa en que se han enfrascado los gobiernos de la Unión Europea, dejando en evidencia hasta qué punto divergen las posiciones cuando se trata de defender los cotos de poder. El puesto de presidente de la Comisión, que quedará vacante antes de fin de año con la retirada de Romano Prodi, ha desatado una batalla interna, en la que no están en absoluto al margen los intereses político partidistas. Envalentonados con los buenos resultados que obtuvieron en las recientes elecciones para el Parlamento Europeo, los conservadores del viejo continente quieren ver a uno de los suyos en el cargo. Así lo han afirmado explícitamente los líderes de la democracia cristiana alemana, Angela Merkel y Edmund Stoiber.
¿Una salida?
Chris Patten, el Comisario de Política Exterior de la UE, cumplía el requisito de ser conservador, pero abandonó el ruedo enervado, al quedar en evidencia que no lograría el respaldo necesario. Lo mismo ocurrió con el liberal jefe de gobierno Guy Verhofstadt, cuya postura contraria a la intervención militar en Irak lo privó del apoyo británico.
En esta situación engorrosa es donde se alza, repentinamente, la figura de Javier Solana, como una posible salida al impasse. El actual coordinador de la política exterior europea era considerado hasta ahora un candidato seguro al cargo de ministro de Relaciones Exteriores de la UE, que se crearía según la futura Constitución. En Madrid, el gobierno ya daba esto por hecho. También Stoiber preferiría ver en ese puesto al socialista español. Pero, considerando las circunstancias, quizá sea ésta la tan buscada figura de consenso.
El caballero de la eterna sonrisa
Javier Solana, con su eterna sonrisa, se ha convertido en uno de los políticos europeos con mejores cartas. Sabe barajar los naipes del poder, sin quemar sus naves como lo hiciera Verhofstadt en el espinoso tema de la guerra contra Irak. La mayor habilidad de la diplomacia consiste en quedar bien con todos, y Solana la domina a la perfección. No en vano ha tenido una buena escuela, primero como secretario general de la OTAN y luego en el difuso puesto de coordinador de una política exterior conjunta que, en realidad, ni siquiera existe hasta la fecha.
Por eso, cuando declaró que si la Unión Europea se lo pide al unísono, le resultaría difícil negarse a aceptar el cargo de jefe de la Comisión, muchos pararon las antenas. Cierto es que Solana afirmó no ser candidato a nada e hizo gala de modestia, asegurando que hay personas más adecuadas que él para ese difícil puesto. Pero, en el lenguaje diplomático, eso equivale prácticamente a proclamar la propia candidatura. Y, aunque todavía se barajan otros nombres, tal como se ven las cosas, sus oportunidades no son escasas.