El arte y el Muro
10 de agosto de 2011Al caer en 1989, el símbolo por antonomasia de la Guerra Fría era también un objeto estético de culto. Y si el Muro desapareció, el estilo artístico que inspiró se mantuvo vivo, impregnó las calles y fachadas del Berlín moderno y convirtió la ciudad en una meca del "street art" que atrajo a mitos vivientes como Banksy.
Pero la milagrosa transformación del horror por medio del arte no fue una evidencia desde el principio, como recuerda Thierry Noir, pionero en pintar el Muro y autor de algunas de sus imágenes más conocidas.
"Al principio nadie entendía lo que hacíamos. Nos preguntaban quién nos pagaba y creían que nos había mandado el FBI o la CIA para embellecer el Muro. Nadie creía que estuviésemos tan locos como para hacerlo de nuestro bolsillo", cuenta el artista a la agencia dpa.
Noir se trasladó de su Francia natal al Berlín occidental en 1982. "Entonces había pocas pinturas en el Muro. Sobre todo imágenes pequeñas, lemas antiestadounidenses o racistas, mensajes personales o graciosos... En algunas zonas no había nada: kilómetros de Muro en blanco".
En rigor, la pared que sorprendió al mundo el 13 de agosto de 1961 no era realmente apta para ser pintada, y sólo el llamado "Muro 75" que se tendió a partir de ese año, hecho de hormigón y de 3,6 metros de altura, ofreció una superficie perfecta para los artistas.
Noir comenzó en 1984 con sus características cabezas redondeadas y de colores (inmortalizadas en el disco "Achtung, baby!" de U2) junto a su amigo y compatriota Christophe Bouchet y otros artistas como Jean-Yves Dousset o Kiddy Citny. El estadounidense Keith Haring sumó sus conocidos hombres hechos de una línea en 1986.
El Muro como objeto artístico
El "Muro de la vergüenza" pasó así de ser "un tabú, algo que los alemanes intentaban no ver o que visitaban una vez al año", en palabras de Noir, a un objeto de atracción turística y artística de casi 120 kilómetros de largo.
Cuando cayó el 9 de noviembre de 1989, la ciudad quiso que también el lado oriental, hasta entonces impoluto, se contagiara de la imaginación y las ansias de libertad que habían decorado la parte occidental.
Así nació la famosa East Side Gallery, un fragmento de Muro de 1.316 metros de largo en el que 118 artistas de 21 países plasmaron su obra, entre ellos el español Ignasi Blanch.
La imagen del "Trabi" -versión comunista del "escarabajo" alemán- atravesando el Muro, el retrato del beso entre Leónidas Breznev y Eric Honecker o las caras de Thierry Noir se sumaron pronto a los símbolos de la ciudad.
Pero la influencia de la pintura del Muro se percibe en el Berlín de hoy mucho más allá de esa instalación.
"El Muro cayó, pero esa forma de pintar continuó", explica Noir. "La gente que pintó el Muro creó un estilo: sin mucho detalle, elaborado con gran rapidez... Esa forma de pintar sigue presente en toda la ciudad".
En efecto, Berlín es hoy una de las grandes capitales del llamado "street art" que artistas como Banksy popularizaron en todo el mundo.
Paredes, puentes, portales y fachadas de toda la ciudad acumulan capas de graffitis y patrones pintados con aerosol en una suerte de gran museo al aire libre.
Noir admira esa revolución, pero no olvida su origen: "El Muro no era un objeto artístico, sino un horror sangriento, un monstruo".
Una línea blanca a lo largo del Muro
La idea de hacer bello al "monstruo" no gustó por ello a todos. En 1986, cinco activistas pintaron una línea blanca a lo largo del Muro para llamar la atención sobre sus dimensiones y recordar a los ciudadanos el horror que significaba.
La misma polémica se había planteado ya en 1964, cuando Joseph Beuys, uno de los artistas alemanes contemporáneos más reconocidos, envió a las autoridades una irónica propuesta: hacer el Muro cinco centímetros más alto para que tuviese "una mejor proporción".
La broma no gustó en ninguna de las dos Alemanias y el pintor, entonces profesor de Arte en la Universidad de Düsseldorf, tuvo que explicarse. Su respuesta es un alegato histórico en defensa de la belleza como respuesta al terror.
La contemplación del Muro desde un punto de vista estrictamente armónico, escribió Beuys, "desactiva de inmediato el Muro. A través de la risa interna. Extermina el Muro. Uno ya no queda supeditado al Muro físico".
Aún peor que ese Muro de hormigón, advertía entonces Beuys, eran los muros espirituales que lo habían permitido. Y éstos no se derrumban a martillazos.
"El Muro en sí es totalmente intrascendente. ¡No hablen tanto del Muro!", aconsejaba el pintor a las autoridades. "Funden una moral mejor para los seres humanos sobre la base de la autoeducación. Y todos los muros desaparecerán".
dpa
Editor: Pablo Kummetz