EE.UU.: vacaciones impuestas no son vacaciones
6 de octubre de 2013
Steve Hanway trabaja como estadístico para la administración pública estadounidense, pero desde que los servicios federales se paralizaron el pasado martes 1 de octubre por falta de presupuesto, el experto se dedica a amansar su descuidado jardín y a cualquier otra tarea que le haga olvidar su preocupación: en la Cámara de Representantes se acordó pagar en retroactivo los salarios de 800.000 funcionarios públicos en cuanto culmine el “cierre” del Gobierno. Eso tranquiliza. “Pero, ¿cuándo terminará esta crisis?”, se pregunta Hanway.
El desasosiego es grande. Sin embargo, muy pocos servidores públicos se han organizado para protestar y ejercer presión sobre quienes tienen el poder de cambiar el estado de cosas. El diario The Washintgon Post publicó una fotografía en la que aparecía un escuálido grupo de manifestantes. Algunos alegan que muchas personas se rehúsan a tomar las calles porque ese gesto le daría a su situación un matiz adicional de desesperación. Cabe preguntar si no están lo suficientemente desesperados todavía.
Ejercitando la paciencia
Jeffrey Dutton, subdirector de departamento en el Ministerio de Comercio, procura hacer algo edificante con el inesperado tiempo libre que ahora tiene en sus manos. “En los últimos días he ido a tres clases de yoga y he corrido mucho”, cuenta Dutton, admitiendo que le angustia saber inquietos a los interlocutores más importantes de Estados Unidos. China, la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional deben armarse de paciencia porque el Secretario de Comercio no puede hacer nada sin sus subordinados.
Y todos ellos están de vacaciones. De vacaciones forzadas. También “contratistas federales” como John Sikking están alejados de sus puestos de trabajo debido a la disputa parlamentaria que estalló hace casi una semana, cuando la oposición republicana en el Congreso, espoleada por los radicales del Tea Party, se negó a aprobar el presupuesto presentado por la administración Obama. La empresa de Sikking está al servicio de varias agencias gubernamentales y tanto él como sus colegas y competidores le temen a las secuelas de esta pausa impuesta.
Extinguiendo la ansiedad
Sikking está convencido de que pasarán varias semanas antes de que el Gobierno vuelva a funcionar normalmente y ha tomado medidas para que su vida privada y familiar no se vea golpeada por el llamado shutdown. Las hipotecas y los gastos cotidianos se dejan sentir con el paso de los días. “Por fortuna, mi pareja no trabaja para el Gobierno. Así que yo me ocupo de los niños y de la casa mientras ella sale a ganar dinero”, comenta Sikking, lamentando además el tangible cambio en la atmósfera de Washington.
“Parece que estuviéramos en un fin de semana feriado. Y eso tiene efectos sobre la vida comercial. Muchos empleados públicos se abstienen de gastar dinero y se quedan en casa, en los suburbios, en lugar de venir al centro de la ciudad para comer y tomarse unos tragos”, explica Sikking, dejando en el aire la noción de que el alcohol podría estar fluyendo en privado, como extinguidor de ansiedades. ¿Qué dirán al respecto los vendedores de licores? Dan Haas, comerciante de vinos en Washington, no nota que las ventas hayan aumentado. Pero aprovecha para hacerse publicidad: “El vino te alegra y te da consuelo”.
Autor: Gero Schließ, Washington (ERC)
Editor: Diego Zúñiga