EE.UU. sanciona al chavismo: ¿error o cálculo?
13 de marzo de 2015Quienes analizan las relaciones entre Estados Unidos y los países latinoamericanos y caribeños no terminan de resolver el acertijo que el presidente Barack Obama dejó en el aire a principios de semana. Varios días han pasado desde que la Casa Blanca le impuso sanciones a siete altos funcionarios venezolanos y los observadores siguen sin entender del todo el áspero tono de la declaración, los argumentos oreados para justificarla o el objetivo de la misma. “Por más que reflexiono sobre el asunto, no comprendo por qué Obama emitió ese decreto ejecutivo como lo hizo”, admite Peter Birle, del Instituto Ibero-Americano (IAI) de Berlín.
El lunes (9.3.2015), Obama afirmó que su país se hallaba en estado de “emergencia” debido a la “amenaza inusual y extraordinaria” que representaba para la seguridad nacional y la política exteriorde Estados Unidos la prevalencia de violaciones de derechos humanos y actos de corrupción administrativa en Venezuela. Washington manifestó inquietud por el empeño del Gobierno de Nicolás Maduro en “continuar amedrentando a sus opositores” y exigió nuevamente la liberación de “todos los presos políticos” detenidos arbitrariamente desde febrero de 2014, cuando comenzó la última ola de protestas antigubernamentales.
“La estrategia europea es la correcta”
Las sanciones en cuestión pesan sobre una fiscal que facilitó recientemente el arresto del Alcalde Mayor de Caracas, Antonio Ledezma, y sobre comandantes y exdirectores de las distintas fuerzas de seguridad nacionales. Las medidas contemplan la revocación de sus visas, el congelamiento de sus activos en Estados Unidos y la prohibición de toda transacción comercial entre los estadounidenses y los sancionados. “El hecho de que Obama torpedee su propia política exterior es algo que me sorprende. Las sanciones impuestas por la Casa Blanca son contraproducentes e incoherentes con su proceso de acercamiento a Cuba”, dice Birle.
“Washington busca reducir sus fricciones con La Habana y, en consecuencia, con los otros Gobiernos de América Latina y el Caribe; yo no puedo imaginar que le convenga caldear los ánimos en Venezuela justo cuando están por celebrarse elecciones parlamentarias allí. La Unión Europea dejó claro que está preocupada por el desarrollo de los sucesos en el país sudamericano y recomendó el diálogo entre las partes en discordia, pero no emitió sanción alguna. A mí me parece que la europea es la estrategia correcta, la más inteligente. Lo que la Casa Blanca debería hacer es alentar la mediación de la UNASUR en el conflicto venezolano”, acota Birle.
¿Por qué no fue sancionado Maduro?
El investigador de Berlín desestima el rumor sobre una presunta conexión entre Venezuela, Argentina, Uruguay y redes de extremistas al otro lado del Atlántico o la posibilidad de que las medidas punitivas contra altos funcionarios venezolanos busquen interrumpir indirectamente el flujo de terroristas hacia Estados Unidos. “Yo ya he escuchado ese tipo de especulaciones antes, pero éstas van demasiado lejos y no tengo acceso a información alguna que les dé respaldo. Insisto, no sé qué llevó a Washington a participar en el juego de provocaciones de Maduro. No parece que Obama esté siendo bien asesorado”, señala Birle.
Víctor Mijares, del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA) de Hamburgo, considera los hechos a la mano y propone una interpretación contraintuitiva. “Si la amenaza para Estados Unidos parte de las violaciones de los derechos humanos y del saqueo a la hacienda pública en Venezuela, ¿por qué no se sanciona a Maduro, que es jefe del Estado, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y, por lo tanto, responsable en esos ámbitos? Las sanciones selectivas no han golpeado ni siquiera a su entorno inmediato, sino a rivales o potenciales rivales políticos de Maduro en el seno del chavismo”, asegura el politólogo.
Realpolitik, pura y dura
En su ensayo Estabilizando a Maduro, publicado por el Instituto Baker de Políticas Públicas, un think tank independiente adscrito a la Universidad Rice de Houston, Mijares plantea que Washington está circunstancialmente interesado en fortalecer el liderazgo del mandatario venezolano, reduciendo el peso político de quienes pudieran hacerle sombra. “Estados Unidos tiene suficientes problemas con la crisis ruso-ucraniana, con el auge de ISIS y Boko Haram, con el programa nuclear iraní, con el apogeo económico de China… De ahí que un foco de inestabilidad adicional, esta vez en el hemisferio occidental, represente una verdadera amenaza para Washington”, explica el investigador del GIGA.
Según la hipótesis de Mijares, la estabilidad del continente americano pasa por la de Venezuela y, a los ojos de Estados Unidos, la manera más rápida y menos costosa políticamente de generar estabilidad en Venezuela es robusteciendo a aquella figura con mayores probabilidades de actuar como líder único. Esa figura es Nicolás Maduro. “El cálculo reza: las sanciones debilitarán al chavismo, consolidarán a Maduro y crearán estabilidad, aún a costa de la oposición y de la institucionalidad democrática en Venezuela. Después de todo, la política exterior de Estados Unidos suele basarse en evaluaciones de la realidad que no necesariamente coinciden con valores democráticos”, agrega el especialista.
Estabilidad a toda costa
“Las sanciones de Washington hacen que Maduro luzca como la única tabla de salvación de los funcionarios castigados. Éstos ya no pueden ver a Maduro como un adversario en la carrera por el acaparamiento del poder político porque están obligados a percibirlo como su protector. De hecho, uno de los sancionados fue elegido Ministro de Interior y Justicia un día después del pronunciamiento de la Casa Blanca. Maduro se está convirtiendo poco a poco en el líder indiscutible del chavismo y eso genera el nivel de estabilidad política en Venezuela que Estados Unidos necesita”, propone Mijares.
“Muchos de quienes militan en el chavismo o albergan prejuicios antiestadounidenses que datan de los tiempos de la Guerra Fría creen que Washington planea invadir a Venezuela para darle una estocada final a la ‘revolución bolivariana’. Esa interpretación de los acontecimientos descansa sobre supuestos falsos. Pero los demócratas latinoamericanos –sobre todo los opositores venezolanos– también se dejan encandilar por el dogma de que Estados Unidos es su aliado natural, de que siempre tendrán intereses comunes por razones ideológicas. Pero eso también es falso. En este instante, Washington actúa tácticamente”, apunta el analista del GIGA.
“Estados Unidos mantuvo su distancia de cara a Sudamérica porque la red tejida por la UNASUR y su gran auspiciante, Brasil, había propiciado cierto grado de estabilidad en la región. Pero Washington sabe que la oposición venezolana ha comenzado a cuestionar la imparcialidad de la UNASUR”, dice Mijares, coincidiendo con Birle en que la organización ha perdido estima en Caracas. “Ahora la Casa Blanca teme que, a falta de arbitraje, la dramática situación política, económica y social de Venezuela quede fuera de control. A mi juicio, Washington quiere que el chavismo colapse de manera controlada, sin levantar mucho polvo, y cree que eso lo puede conseguir –aunque sin garantía de éxito– haciendo lo que hizo esta semana”, añade Mijares.