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Ecuador: “el camino aún no está claro”

Mirra Banchón29 de septiembre de 2008

Que la Constitución haya sido aprobada por una amplia mayoría en Ecuador supone un éxito para Rafael Correa. ¿Y qué más? DW-WORLD conversó con Berthold Weig, director de la Fundación Konrad Adenauer en Quito.

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"La profunda añoranza de un cambio político"Imagen: AP

¿Qué significa que el 64 por ciento de la población de Ecuador haya apoyado la Constitución que el presidente Rafael Correa sometió a referéndum?

Significa, sobre todo, el hondo deseo de los ecuatorianos de que haya un cambio político. No es gratuito que Rafael Correa haya llegado a la presidencia con una campaña que atacaba certeramente a los partidos tradicionales hasta ese momento para hacerse eco de esta profunda añoranza sobre todo en cuanto a las instituciones y al modo de hacer política en el país.

20 Constituciones ha tenido desde 1830 Ecuador. ¿Una nueva carta magna era realmente necesaria?

Por un lado no habría sido necesaria, pues habría bastado con modernizar y reelaborar la anterior. Pero Rafael Correa asumió el poder prometiendo una refundación del país. Y para refundar el país era necesaria una constitución decidida por una asamblea constituyente. Ésta fue una de sus promesas electorales en 2006.

¿Qué elementos contiene este texto que pudiesen, entonces, aportar a un mejor funcionamiento del país?

El nuevo texto constitucional es más voluminoso que el anterior, también debido a que los 440 artículos que contiene corresponden más bien a una carta legislativa. La carta magna aprobada en Ecuador contiene artículos que no suelen corresponder a una constitución, sino que van en códigos legislativos. En ese sentido, la Constitución no sólo arroja nuevas luces sobre ciertos temas, sino también muchas sombras. Los analistas de la Fundación Konrad Adenauer coincidimos en que, lamentablemente, este texto deja demasiado espacio a la interpretación y contiene contradicciones entre diversos artículos. Este fallo ha sido ya reconocido por el gobierno y ya se ha anunciado que se reelaborarán, sin decir en qué dirección.

Esto es lo que lleva a los políticos opositores a advertir del mal uso que podría dárseles. Claro está que este texto refuerza el poder presidencial. Algunos observadores hablan ya de una súper presidencialismo. El presidente del país será la figura central a la cual se sometan todas las otras instancias políticas sin que el Parlamento tenga poder de codecisión.

Por otro lado, la Constitución refuerza el poder del Parlamento…

A final de cuentas no, pues precisamente eso es lo que pierde en las contradicciones del texto. Al presidente se le concede la última palabra en muchos campos esenciales, tales como la política económica, la fiscal y también la monetaria. Esos campos no son competencia del Parlamento. Se estipula, además, tres casos en los que el presidente puede disolver el Parlamento según le parezca.

La participación indígena... ¡siga leyendo!

Ecuador Referendum Unterstützer von Präsident Rafael Correa feiern in der Hauptstadt Quito
Celebraciones en Quito por el triunfo de la ConstituciónImagen: AP

¿Cómo valora usted la participación indígena en este proyecto?

En la elaboración del texto, la participación indígena fue limitada, por el simple hecho de que muy pocos representantes indígenas fueron elegidos para la Asamblea Constitucional. Durante la Asamblea, diversas asociaciones indígenas del país expresaron sus temores respecto a que perderían ciertos derechos que les daba el texto anterior. Me refiero por ejemplo a la supuesta contradicción que existe entre el derecho positivista occidental y el derecho comunal indígena. La Constitución anterior le dejaba más campo de juego, mientras que la nueva –yuxtaponiendo al derecho comunal varias otras formas posibles de derecho- la ha relativizado.

La inclusión de valores indígenas como el sumak kawsay, el buen vivir, llama la atención al otro lado del océano...

Para ello no era necesaria una nueva Constitución, el texto anterior ya había sentado las bases para ello. Hay que resaltar, además, que un texto constitucional no reemplaza la acción política concreta. Es bueno que el buen vivir esté estipulado como un derecho constitucional, pero eso no significa que será llevado a la práctica. La constitución anterior de 1998 murió en estado virginal; el mismo destino puede correr ésta. Da igual cuán valiosa sea una Carta Magna… por buena que sea no significa de ninguna manera de será convertida en acciones políticas concretas.

Pero, ¿en qué medida aporta este texto a la creación de las estructuras democráticas tan necesarias en el país?

La figura del presidente ha salido reforzada; aunque algunos artículos hablan de un refuerzo derechos del Parlamento, esto no sucederá. Al mismo tiempo, instituciones democráticas como el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional están sometidas al poder presidencial en cuanto a la selección de sus miembros. También aquí el presidente tiene un acceso directo a las instituciones democráticas del país. Si un presidente tiene buenas intenciones, esto podría resultar positivo y no tiene por qué conllevar problemas. Pero también se puede prestar a abusos y este texto -también debido a las múltiples interpretaciones que puede tener- podría ser fácilmente mal usado.

Esta Constitución ofrece puntos positivos; por ejemplo en cuanto a un nuevo orden territorial, tiene propuestas interesantes. Cabe esperar que sean puestos en la práctica. También en cuento a la participación ciudadana ofrece propuestas interesantes. Queda por ver si a través de ello, la vida política del país no se complica aún más.

Cuando se menciona la línea de Rafael Correa se la suele alinear con la del presidente venezolano, Hugo Chávez, y con la de Evo Morales, el presidente de Bolivia. ¿Cómo se percibe desde dentro este eje cuyos paralelos llaman tanto la atención desde fuera?

Ese eje existe siempre que trae ventajas políticas, y morirá cuando ya no las traiga. Rafael Correa intenta soltarse lo más posible de ese eje, aunque hay que reconocer que su cercanía a Chávez es mayor que a Morales. Esto se explica también en términos de dependencia económica y tiene que ver con fondos venezolanos que han entrado y seguramente seguirán entrando al país. Aunque Rafael Correa intenta no acercarse demasiado a Chávez y hace hincapié en el camino propio que quiere trazar para Ecuador, a los observadores no les queda claro aún cuál será ese camino.

Se afirma que Correa ha reducido al mínimo su cooperación con las viejas élites del país, usted que lleva un año como analista político en el país y que ha llevado el tema por más de seis al interior de la Fundación Konrad Adenauer, ¿cómo lo percibe? ¿Se ha creado de verdad una contradicción entre las viejas élites y el gobierno?

El conflicto es real, y se notó mucho en la campaña. Parto del supuesto de que durará hasta las elecciones presidenciales que tendrán lugar en febrero de 2009. El proyecto de Rafael Correa aún no ha está concluido. Lo estará cuando sea reelegido presidente del Ecuador. Que Correa, a pesar del alto grado de aceptación del que goza haya polarizado el país, es una de los fallos que se le echan en cara. La polarización se da precisamente dejando de lado a las llamadas viejas élites del país. Que éstas no van a desaparecer de la mañana a la noche y que las nuevas no necesariamente van a recorrer nuevas sendas es una perspectiva que Correa aún no ha integrado en su discurso político.

¿Cómo pinta el futuro inmediato del país?

Hasta febrero de 2009, el Ecuador vivirá una campaña electoral sin pausa. Que su Constitución haya ganado en el referéndum es un éxito. Cómo será en la práctica su política está por verse, también porque la nueva Constitución deja abiertas muchas cuestiones importantes. Se incluye en el texto una “economía solidaria”, pero a nadie le queda claro si eso significa socialismo, socialismo del siglo XXI, una economía social o capitalismo estatal.

Política de verdad se hará en Ecuador a partir de febrero de 2009; hasta eso tanto los observadores internacionales como la población tendrán que seguir aguantando una campaña electoral que, lamentablemente, ya dura más de dos años.

¿Usted personalmente cree que ello significará socialismo del Siglo XXI?

No. Mucho depende del curso que tome la política del presidente Correa. En el pasado, a pesar de su discurso político, sus acciones han obedecido más bien a un pragmatismo que contradice sus propias expectativas. Claro queda también que de alguna manera está atrapado entre promesas contradictorias, sobre todo en el campo de la economía. Cabe la posibilidad, entonces, de que su política concreta tome un curso más favorable a la economía, más aún teniendo en cuenta que los indicadores económicos desde hace dos años no dejan de descender.