El paraíso cubano
6 de diciembre de 2016La ciudad cubana de Las Terrazas nos transporta a un ideal nostálgico de los años cincuenta. Filas de casas de madera blancas ordenadas cuidadosamente sobresalen entre las colinas boscosas circundantes. Carros tirados por caballos raquíticos, coches americanos antiguos y vehículos Lada rusos entrecruzan el paisaje ondulado y verde. Los residentes charlan cálidamente entre ellos.
Situada cerca de la frontera entre las provincias de Pinar del Río y de La Habana, la ciudad se encuentra a apenas 40 minutos en coche de la capital cubana. Sin embargo, se siente muy alejada de las ruidosas calles, llenas de música y diesel de La Habana.
"Mucha gente quiere vivir aquí”, exclama el taxista y dueño de una empresa local, Jorge Duque, al volante de su Chevrolet blanco y violeta, de 1955, mientras conduce en dirección a la ciudad. "Es una ciudad muy hermosa”, añade.
Pero Las Terrazas no fue siempre una foto de postal. Justo después de la revolución comunista de 1959, la zona sufrió una pobreza extrema y su vegetación fue destruida para el cultivo de café.
El ajardinamiento del paisaje estéril
En poco menos de 10 años, sin embargo, Las Terrazas inició un experimento social y ambiental pionero con viviendas gubernamentales, lagos y un programa de reforestación dirigido por la comunidad local, con el que se plantaron alrededor de 6 millones de árboles en miles de hectáreas. Así, las antiguas laderas, que habían quedado desiertas, fueron transformadas en una biosfera protegida por la UNESCO, llena de plantas y animales.
Ahora, el buitre americano cabecirrojo se precipita desde el cielo; el tódido, un diminuto pajarillo verde brillante, se desplaza de rama en rama; y el canto distintivo del Tocororo, especie endémica de Cuba y reconocida como el ave nacional del país, resuena desde los campos de cedros e hibiscos.
"Tengo suerte de poder vivir aquí”, afirma Francisco Valdez, un residente local que ha preferido no usar su verdadero nombre. Recientemente regresó a la aldea después de un período estudiando y entrenando como boxeador en La Habana.
"En este momento vivo con mi madre y mi hermana. Para ser honesto, me gustaría tener mi propio lugar un día, pero hay reglas muy estrictas sobre planificación y desarrollo”, explica.
Normas estrictas para la construcción
El investigador ambiental y guía de 23 años, como la mayoría de jóvenes que viven en Las Terrazas, nació aquí. Si quisiera construir una casa nueva o extender su hogar familiar, tendría que dirigirse al comité central de planificación.
La localidad, de 1.000 habitantes, cuenta con 80 casas y 127 apartamentos, por lo que la mayoría de familias comparten viviendas.
Estas estrictas normas de construcción sirven para proteger el hábitat circundante, donde los residentes gestionan de manera sostenible el bosque, que juega un papel fundamental en su día a día. Varios árboles proporcionan alimentos y medicinas, mientras que un área especialmente designada para ello sirve como bosque para la producción de madera.
"Practicamos la deforestación y reforestación al mismo tiempo. De modo que, si talamos un solo árbol, tenemos que reemplazarlo”, explica Valdez.
"Por ejemplo, si necesito madera para trabajar en mi casa, voy a la administración, recibo un permiso, después corto un árbol y planto uno nuevo”.
Transformar colinas desiertas sin vegetación en paisajes floridos. En eso consiste el trabajo de Fidel Hernández Figueroa. El científico forestal, y director del centro de investigación ambiental de la Reserva de la Biosfera Sierra del Rosario, vive en la zona desde hace 33 años.
"El éxito, sin duda, se lo debemos a una comunidad activa y a un sistema bien establecido, con el que hemos podido devolver a un área su función original, lo que ha favorecido el regreso de un gran número de especies animales y vegetales”, explica a DW.
"Hemos sido capaces de convencer a la población local de que merece la pena proteger la naturaleza de la zona”.
Del colapso económico al ecoturismo
En un principio, la silvicultura y la conservación proporcionaron un buen pasar a los habitantes de la zona, pero cuando la Unión Soviética y, por extensión, la economía cubana se derrumbaron en 1991, la zona se vio obligada a abrirse al turismo.
En 1994, el Hotel Moka abrió un restaurante y una cafetería con el fin de atraer turistas a la biosfera. Desde entonces, las atracciones se han ido multiplicando incluyendo una tirolina, un lago con embarcaciones, una comunidad artística en ebullición, y restaurantes que ofrecen la mejor comida vegetariana del país.
No obstante, la naturaleza sigue siendo el principal motivo de atracción turística. Las Terrazas es un sueño para avistar aves. Se estima que 131 especies viven en los bosques circundantes. Aproximadamente un tercio de la población local todavía trabaja en la conservación, pero hoy en día la mayoría de los empleos se encuentran en el ecoturismo.
Mirando al futuro
La historia de Las Terrazas es en muchos sentidos la historia de Cuba y del gobierno de Castro, pero en menor escala. La ciudad comenzó siendo un gran proyecto social, pero se vio obligada a adaptarse y abrirse a las fuerzas del mercado tras el colapso económico.
El turismo moderno ahora convive junto con un estilo de vida que aparentemente no ha variado mucho durante décadas. Sin embargo, para las generaciones de más edad– veteranos del esfuerzo de reforestación de Las Terrazas – la vida de ahora se aleja de la comunidad empobrecida que vivieron en el pasado. La huella de su trabajo para transformar el paisaje, desierto una vez, está presente en todas partes.
Hoy en día, ocupan su tiempo pescando o relajándose en las terrazas de sus casas – pintadas de rojo, blanco y azul, los colores de la bandera cubana.
La pregunta para muchos es que pasará ahora, con la muerte de Fidel Castro y la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. Algunos, sobre todo las generaciones más jóvenes sueñan con más libertad.
"Mis padres tienen unos 60 años y apenas han salido de esta zona, y menos aún de Cuba”, dice Valdez a DW. "Solo quiero la oportunidad de tener un poco más, ver otros lugares, tener cosas buenas, tener el dinero que merezco”.
Hernández Figueroa duda de que en un futuro haya un proyecto de dimensiones similares al de la Reserva de la Biosfera Sierra del Rosario. No obstante, cree que con ello se han aprendido lecciones importantes para el medio ambiente del país.
"Dada la actual situación económica de Cuba, no es posible un proyecto de la magnitud de Las Terrazas, con el que nos ha sido posible plantar millones de árboles y crear unos 60 kilómetros de vías de acceso”, explica.
"Sin embargo, ha dado lugar a un mayor respeto y a una recuperación del paisaje, especialmente en las zonas montañosas. Para mí es fundamental que seguimos respetando y escuchando a nuestro entorno natural”, concluye.
Autor: Greg Norman