Mermeladas para proteger la selva amazónica de Brasil
21 de junio de 2022Tapires, jaguares y armadillos gigantes son algunas de las 430 especies de mamíferos que comparten hogar con Luiz Henrique Lopes Ferreira en la Amazonía oriental de Brasil.
Ferreira fabrica y vende dulces, mermeladas y licores de más de cien variedades de árboles frutales locales. Este joven de 22 años forma parte de una nueva generación que muestra cómo las comunidades forestales con oportunidades económicas pueden ayudar a promover la protección de la biodiversidad y evitar la deforestación.
Vive en la Reserva Extractiva Tapajós-Arapiuns, que se extiende a través de más de 640.000 hectáreas, casi el 90 por ciento de la cual está cubiertas de bosque. En ella viven más de 370 tipos de aves, 99 especies de peces y unas 13.000 personas, en su mayoría comunidades indígenas y mestizos.
Identificándose como indígena, Ferreira dice que, aunque nació en Manaos, la capital del estado de Amazonas, la selva ha sido su verdadero hogar desde que su familia llegó allí hace 15 años.
"La Amazonía es un lugar espectacular para vivir, en medio de la naturaleza”, dice Ferreira. "Todo es muy mágico. Pero también tenemos amenazas que nos rodean y llaman a nuestra puerta”.
Empleando frutos de la selva para luchar contra la tala ilegal
La reserva extractiva se creó a finales de los años 90, después de que las comunidades locales pasaran casi dos décadas movilizándose contra la invasión de las empresas madereras. La zona de protección pretende contribuir a la conservación de la naturaleza, permitiendo a la gente utilizar la tierra para la agricultura de subsistencia y actividades extractivas sostenibles como la caza, la pesca y la recolección de plantas silvestres.
En la actualidad, Ferreira afirma que la deforestación es su mayor amenaza. El estado de Pará, donde se encuentra la reserva extractiva, experimentó los mayores niveles de deforestación en Brasil entre 2001-2021. Desde que el presidente Jair Bolsonaro llegó al poder en 2019, la selva amazónica del país ha registrado los peores niveles de deforestación en 15 años, ya que el gobierno ha debilitado sistemáticamente las protecciones ambientales.
El 99 por ciento de la deforestación en la Amazonía brasileña es ilegal. Caetano Scannavino, coordinador de la ONG brasileña Proyecto Salud y Alegría (PSA), señala que esto dificulta la actividad de los agricultores y productores de madera que intentan operar legalmente. Les cuesta competir con el bajo precio de la producción ilegal.
"Tenemos que cambiar la cultura de la ilegalidad y para eso tenemos que ser persistentes”, subraya Scannavino.
PSA lleva 30 años operando en el estado de Pará y actualmente trabaja con más de 30.000 personas, proporcionando formación y financiación para que las comunidades puedan ganarse la vida legalmente a través de la permacultura y la agroecología.
Ferreira trabajó con PSA y su negocio beneficia ahora a 40 familias, proporcionándoles seguridad alimentaria con las cosechas que cultivan, así como ingresos con los productos que venden. Afirma que, aunque algunos jóvenes podrían marcharse y encontrar trabajo en empresas madereras o en la construcción urbana, cada vez son más los que intentan quedarse y trabajar el bosque.
PSA imparte talleres y ofrece formación a las cooperativas comunitarias e indígenas para que puedan transformar productos forestales como el cacao, la miel, el azaí y las frutas tropicales en productos como aceites y mantecas que puedan reportar mayores ingresos a las comunidades.
"Tenemos que ayudar a crear mejores condiciones de vida, de lo contrario los jóvenes se van a marchar a la ciudad”, explica Scannavino, añadiendo que una selva vacía ofrece mayores oportunidades a los mineros y madereros.
Salvar la selva protegiendo los derechos de los indígenas
"Lo que sabemos es que cuando estos pueblos indígenas y comunidades locales, o comunidades extractivas, como se les llama en Brasil, gestionan sus bosques y tienen derechos sobre las tierras forestales, las tasas de tala son mucho menores”, explica David Kaimowitz, director de programas de Tenure Facility, una ONG centrada en garantizar los derechos sobre la tierra de los pueblos indígenas.
Kaimowitz dirigió una investigación de la ONU, en la que se revisaron más de 300 estudios de los últimos 20 años, y que argumentaba que las comunidades indígenas y tribales de América Latina y el Caribe son las mejores guardianas de los bosques, en gran parte debido a sus prácticas culturales y conocimientos tradicionales. Para garantizarlo, estas comunidades necesitan economías que funcionen y un entorno en el que los jóvenes quieran quedarse.
"Todo eso forma parte del modelo de lo que funciona en el Amazonas”, dice Kaimowitz. "Donde se dan esas condiciones, los bosques se mantienen intactos”.
Mientras que la Reserva Extractiva Tapajós-Arapiuns ha mantenido una tasa de deforestación cercana al 0,5 por ciento desde 1985, tres cuartas partes de la selva amazónica podrían estar acercándose pronto a un "punto de inflexión” que, de no evitarlo, convertiría a la selva tropical más importante del mundo en un ecosistema seco similar a una sabana.
Desde la década de 1980, en el municipio de Santarém del estado de Pará, cerca de donde vive Ferreira, se ha producido una disminución del 34 por ciento de las precipitaciones durante la estación seca, un aumento de más de 2 grados centígrados en la temperatura media y un aumento masivo de los incendios forestales, que han destruido más de un millón de hectáreas de bosque.
Previniendo las pandemias en su origen
Garantizar la protección de los bosques amazónicos podría tener repercusiones tanto para la salud humana como para el clima.
En abril de 2022, expertos dirigidos por la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard publicaron una investigación en la que argumentaban que mitigar la deforestación amazónica es fundamental para prevenir futuras pandemias.
La Amazonía es una de las regiones con mayor biodiversidad del mundo, sobre todo de murciélagos y primates, que albergan una gran diversidad de zoonosis víricas. Mantener los bosques en pie reduce la posibilidad de que nuevas enfermedades infecciosas pasen de los animales salvajes a los domésticos y a las personas.
La investigación sostiene que la mejora de la vigilancia, la gestión de la fauna y la caza, y la protección de los bosques proporcionan un plan para evitar la aparición de futuras pandemias. Además, estas acciones contribuyen a la captura de carbono, protegen la biodiversidad y crean nuevos puestos de trabajo.
"Si viviéramos en un planeta con un clima estable y una biosfera intacta, podríamos permitirnos esperar hasta que ocurra el desastre y tratar de contenerlo”, dice Aaron Bernstein, autor principal del informe. "Pero la realidad no es esa. Y operar bajo esa premisa es una de las mayores locuras de los tiempos modernos”.
(ar/ers)