Duelo de gigantes
26 de junio de 2002El mundial de las sorpresas nos privó de aquella que sí habría sido una de marca mayor: ver a Turquía o Corea del Sur en la final. Pero la lucha por el tercer lugar conservará la emoción del caso. Para ambos equipos, sin gran curriculum mundialista, el tercer lugar bien equivale a una corona. Y la fiesta continuará en las calles sudcoreanas y turcas, donde la derrota tiene un matiz de relatividad y no un sabor tan amargo como el que tuvieron que paladear franceses, argentinos e italianos, por nombrar sólo a la punta del iceberg de los favoritos humillados.
¿Tetra o pentacampeón?
La Copa del Mundo, eso sí, quedará en manos de uno de los tradicionales gigantes del fútbol. Aunque la ironía mundialista quiso que fueran esta vez precisamente gigantes con pie de barro. Brasil tiene la etiqueta de favorito cosida a la camiseta con hilos de acero, de manera que ni siquiera logró arrancársela su pobre actuación en los partidos de clasificación. ¿Y Alemania? Esta vez pocos apostaban por ella, pese a la consabida regla, según la cual los alemanes van creciendo en los campeonatos y nunca hay que descartarlos.
Críticas más, críticas menos, la selección dirigida por Rudi Völler cumplió con creces lo que de ella se esperaba. La modesta meta inicial de llegar a los octavos de final se superó sin mayores sobresaltos y, a más tardar al ganar el siguiente partido, los alemanes comenzaron a soñar en serio con conquistar su cuarto título mundial.
El único problema es que Brasil quiere también el quinto y lo de "pentacampeón" comienza a convertirse en un clamor carioca. Hasta en Wall Srteet cruzan los dedos por Brasil, confiando en la dudosa teoría de que una victoria en el Mundial contribuiría a sacar al país de las turbulencias financieras, que tanto inquietan nacional e internacionalmente.
Cálculos extrafutbolísticos
En Alemania, entretanto, los problemas no son quizá tan existenciales, pero un triunfo mundialista y el consiguiente alborozo de millones de hinchas, no le vendría mal al gobierno, por lo menos para distraer de las penurias del obstinado desempleo o la avalancha de quiebras, tan indeseadas en un año electoral. Según los entendidos, el éxito deportivo haría subir también los bonos gubernamentales y podría facilitar la reelección del canciller. Por lo visto, Gerhard Schröder y su retador, Edmund Stoiber, se toman el asunto en serio y ambos ya han reservado sendos pasajes a Yokohama, para presenciar la final en persona.
Al margen de las consideraciones económicas y políticas, también quedan las futbolísticas. Y, como no hay precedentes de una final entre Alemania y Brasil, no hay tampoco estadísticas fidedignas en las que escudarse para aventurar predicciones. Sólo un hecho se podría consignar: el arco alemán ha sido batido una única vez en este mundial, por un disparo irlandés. Y así, con el goleador Michael Ballack en la banca de castigo, las grandes esperanzas alemanas se depositan en la máxima figura del equipo: el portero, Oliver Kahn.