"Draghi, por el camino equivocado"
2 de enero de 2015
Sí, Mario Draghi parece decidido a sacar la artillería pesada: la compra a gran escala de bonos nacionales. Lo dijo al diario económico alemán Handelsblatt: "El Consejo de Gobierno del BCE ha ordenado al personal del banco y a los comités pertinentes los preparativos técnicos necesarios para cumplir las medidas adicionales". Traducido al lenguaje común, esto significa que la compra de bonos vendrá… y pronto.
Es una medida muy controvertida, especialmente en Alemania. Jens Weidmann, presidente del Bundesbank, califica la compra de bonos como una droga para los Estados y el BCE se sitúa con ella al borde de romper la prohibición de intromisión en las finanzas públicas.
Mario Draghi lo niega energéticamente. El jefe del Banco Central Europeo enarbola la bandera de la estabilidad de precios: "Tenemos un mandato, y es que la inflación se mantenga por debajo, pero también cerca, del dos por ciento". Dado que la tasa de inflación en la zona euro ha caído hasta el 0,3 por ciento y los tipos de interés se reducen prácticamente a cero, sólo un enorme aumento de la oferta monetaria ayudaría a elevar la inflación. Suena lógico. Y se corresponde con una interpretación estricta del mandato del BCE, a lo que siempre dan importancia desde Alemania.
Quien dice A, debe seguir con la B
¿Pero el presidente del BCE está solo para la estabilidad de precios? Probablemente no. La propuesta de comprar bonos no es más que la consecuencia lógica de su anuncio, en junio de 2012, de que salvaría el euro "a cualquier precio". ¿Tenía en ese momento el objetivo de inflación en mente? Por supuesto que no. Estaba preocupado por la preservación de la moneda común. Ese fue el mandato que se propuso el señor Draghi. Tiene que indicar que está dispuesto a llegar hasta el final, incluso convirtiéndose en el financiador último de los Estados europeos.
Eso no tiene cobertura legal. La unión monetaria se compone actualmente de 19 Estados soberanos. Para ellos, una política así supondría un paso más. Como si la Reserva Federal estadounidense o el Banco de Inglaterra comprara bonos estatales. ¿De quién son los bonos, cabe preguntarse? ¿Quién asume el riesgo si un país del euro no puede hacer frente a su deuda? El caso de Grecia demuestra una y otra vez que esta no es una mera pregunta hipotética.
Sin duda las intenciones del señor Draghi son buenas. Y de hecho ya ha ayudado. Las especulaciones contra el euro se detuvieron de inmediato. Por desgracia, los gobiernos de la zona euro no han sabido aprovechar el tiempo extra, pagado por el jefe del BCE, para implementar reformas estructurales. Draghi no puede disimular una cierta amargura también en la entrevista publicada por Handelsblatt, al añadir a sus peticiones de reforma: "Lo vengo diciendo ya hace mucho, mucho tiempo. Ya solo puedo repetirme".
La dulce droga frena el celo reformador
¿Por qué deberían los gobiernos decidir medidas dolorosas que pongan en peligro su reelección, si el Banco Central está ahí para ayudar a los Estados llegado el caso? No piensan así sólo los políticos electos, también aquellos que quieren tomar el gobierno. Alexis Tsipras, líder del izquierdista partido griego Syriza y, posiblemente, próximo primer ministro del país, propone permanecer en el euro sin cumplir sus obligaciones. También él confía secretamente en que el Banco Central vendrá de alguna manera a reparar las grietas en la unión monetaria.
A través de su promesa y del mandato autoimpuesto de preservar el euro haciendo todo "lo que sea necesario", el jefe del BCE ha caído en un círculo vicioso. Tiene que aumentarle la dosis cada vez más a su paciente, sustrayéndole toda motivación para hacer algo por sí mismo.
BCE, el principal actor en Europa
No sería justo considerar a Draghi el único responsable de haber llevado al BCE hacia esa deriva. Su predecesor, Jean-Claude Trichet, la inició en mayo de 2010: compró bonos griegos y participó en el paquete de rescate. A lo que siguió el dinero barato para los bancos, la mirada puesta en las garantías reales y la concesión de licencias para imprimir moneda a los bancos centrales nacionales.
Draghi claramente disfruta la ampliación del poder del BCE, debida a este papel de "salvador del euro". Se entiende que confesara al Handelsblatt que le hubiera gustado ser político. Se especula con que podría ser el sucesor del presidente italiano Napolitano. ¿Por qué debería querer hacerse político, si es más poderoso que todos los políticos de Europa?
Preguntado sobre el poder de su puesto, responde con parquedad el italiano: "Yo interpreto que mi mandato es muy estrecho. Trata solo de la estabilidad de precios". Este es y debe ser, en realidad, el único mandato del Banco Central Europeo y de su máximo jefe, Mario Draghi. La moneda común fue desde el principio un proyecto político. La responsabilidad de mantenerla es también exclusivamente de la política.