Donald Trump: gobernar por decreto
31 de enero de 2017Prácticamente todos los presidentes estadounidenses emitieron decretos, con una excepción: William Henry Harrison, quien no tuvo en realidad ocasión de hacerlo. En 1841, Harrison pronunció en un frío de día de marzo el discurso de asunción más largo de la historia del país. Contrajo una pulmonía y murió un mes más tarde.
Récords históricos
Ya el primer presidente de Estados Unidos, George Washington, recurrió en ocho ocasiones al decreto para imponer normas. Pero, en general, los presidentes hicieron poco uso de ese recurso en las primeras décadas tras la independencia. Sin embargo, desde fines del siglo XIX, el número de decretos presidenciales aumentó perceptiblemente. El récord lo mantiene hasta el día de hoy Franklin D. Roosevelt, lo cual obedece solo en parte a su largo período de gobierno. Roosevelt, que se mantuvo en el poder desde 1933 hasta su muerte, en 1945, llegó a emitir más de 3500 decretos presidenciales. Pero el actual mandatario, Donald Trump, parece querer batir un récord de velocidad: en 12 días ha suscrito 11 "memorándum presidenciales” y siete "órdenes ejecutivas”, entre ellas la controvertida prohibición de ingreso al país de ciudadanos de siete Estados de mayoría musulmana.
Tales disposiciones son en principio vinculantes para las autoridades estadounidenses, aunque la Constitución no mencione nada acerca de "órdenes ejecutivas”. Su vigencia se fundamenta por lo general legalmente con el poder ejecutivo que según el artículo II de la Carta Fundamental se confiere al presidente electo.
Abolición de la esclavitud
Harry Truman quiso en su día poner a todas las acerías bajo control federal, y fracasó en su intento ante la Corte Suprema. Esta, al mismo tiempo, determinó que los decretos presidenciales no generan nuevas leyes, sino solo pueden interpretar disposiciones legales o constitucionales ya existentes. Pero otro decreto de Truman se hizo famoso: fue el que, en 1948, selló la igualdad de trato para todos los miembros de las Fuerzas Armadas, independientemente de la raza, la religión o el origen étnico. Sin embargo, el más célebre de todos los decretos presidenciales es aquel por medio del cual Abraham Lincoln abolió en 1863 la esclavitud.
Puede que el gobernar por decreto sea algo dudoso para los puristas de la democracia, dado que se soslaya el proceso legislativo normal. No obstante, el Congreso no quedar inerme. Aunque no está en condiciones de anular los decretos, si puede negar los recursos financieros para su aplicación. El presidente, a su vez, puede aplicar un veto en contra. Para pasarlo por alto e imponerse finalmente, el Congreso requiere una mayoría de dos tercios.
Los tribunales
Otra opción para frenar un decreto presidencial es recurrir a los tribunales. Los jueces hicieron fracasar el proyecto de Truman, al igual que uno de Bill Clinton, quien en 1996 quiso excluir por decreto de las licitaciones estatales a aquellas empresas que contrataran rompehuelgas.
Todavía no está claro qué ocurrirá con el decreto de Trump sobre la entrada al país de ciudadanos de determinados países. Varios tribunales estadounidenses ya lo han atenuado. El veredicto sobre el fondo del asunto se espera para febrero. Si el decreto fuera declarado inválido por una Corte, sería un hecho muy inusual.