Del FMI a la presidencia alemana
4 de marzo de 2004Grande fue la sorpresa en Washington, en la sede del Fondo Monetario Internacional. Por lo visto nadie contaba con que su director, el alemán Horst Köhler, fuera requerido en casa, para hacerse cargo de la presidencia federal. Tampoco muchos alemanes lo tenían en sus listas como posible candidato. Pero así es la política. La Unión Cristiano Demócrata-Cristiano Social necesitaba asegurarse el respaldo de los liberales para sacar adelante con éxito una candidatura y no consiguió imponer a su favorito, Wolfgang Schäuble. El consenso opositor se produjo finalmente en torno a la figura de Köhler, un conservador con condiciones para ponerse por encima de la militancia partidista y poseedor de amplio prestigio en la esfera internacional.
Clara correlación de fuerzas
Socialdemócratas y verdes irán a la batalla con la politóloga Gesine Schwan, una ilustre desconocida para el grueso de la población. Es decir, se envía a competir a una figura que no teme "quemarse" políticamente. Es lo que suele ocurrir cuando la contienda se sabe perdida de antemano, como ocurre en este caso, en vista de la correlación de fuerzas en la Asamblea Federal que se reunirá el 23 de mayo para elegir al presidente alemán.
Dicha Asamblea está constituida por los 603 diputados del Parlamento Federal, más igual número de electores enviados por los parlamentos regionales, que eligen a personalidades de diversos ámbitos para representarlos: sindicalistas, artistas y hasta futbolistas figuran en sus nóminas. Pero también ellos responden a las constelaciones político-partidistas de cada parlamento. En consecuencia, se puede ya sacar la cuenta: matemáticamente, demócratacristianos y liberales dispondrán de la mayoría absoluta.
Poder escaso
De no mediar un imprevisto, el próximo presidente alemán será pues Horst Köhler. Más de alguien se habrá preguntado qué inducirá al jefe del FMI a cambiar su sillón, desde el que influye sobre la suerte económica de naciones enteras, por el de la Presidencia alemana, que sólo implica una función representativa. Cierto es que conlleva las honras de un jefe de Estado y que permite uno que otro viaje al máximo nivel, pero su poder concreto tiende a cero.
Sea como fuere, de nada sirve elucubrar. Köhler es una figura que concita confianza y reconocimiento general, aceptable también para el canciller Gerhard Schröder, quien al fin y al cabo lo catapultó al FMI. Y esa virtud es fundamental para un presidente, que en Alemania encarna en cierto modo la conciencia del país. Lástima que, en ese contexto, no podrá desplegar todas sus habilidades en materia económica, que podrían venirles bien al país en estas épocas de zozobras financieras. Pero para eso tendría que obtener otro cargo, como ministro o quizá jefe de gobierno. Aunque quién sabe si a los alemanes les agradaría aplicar en carne propia las típicas recetas del Fondo Monetario Internacional.