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19 de enero de 2012El 3 de agosto de 1991 se produjo una explosión en la sala de máquinas del crucero griego “Oceanos”. El barco, con cientos de pasajeros a bordo, hizo agua, se inclinó cada vez más y comenzó a hundirse lentamente. Ese era el momento clave en el que la tripulación debe entrar en acción y ocuparse del salvataje. La mayoría de los tripulantes, sin embargo, ya había abandonado el barco y ocupaba los botes salvavidas. Unos 200 pasajeros seguían en la embarcación. Llegaron helicópteros para colaborar con el rescate, y uno de los primeros en salir fue el capitán, Yiannis Avaranas. Cientos de hombres, mujeres y niños permanecían a bordo, temiendo por su vida. Más tarde, Avaranas diría: “Si doy la orden de abandonar el barco, da igual cuándo yo me vaya. La orden vale para todos. Si algunas personas deciden quedarse, que se queden.”
Con su actitud, Avaranas transgredió una antiquísima ley marítima: en caso de emergencia, el capitán debe ser el último en abandonar la nave. Pero, ¿se trata verdaderamente de una ley, o es sólo un mito? Uwe Jenisch, experto en derecho marítimo internacional y profesor en la Universidad de Kiel, dice que no existe un artículo en el que se explicite tal comportamiento por parte del capitán de un navío. Pero agrega que esa regla se deduce de otras: “En todo navío a vapor o a vela hay una persona que ordena”. En todas las embarcaciones hay un orden jerárquico establecido, y el capitán es el único y mayor responsable. Es quien asume el comando y debe organizar la evacuación de la nave. Mientras el barco exista, el capitán tiene la responsabilidad”, explica Jenisch.
Además, es de buen marino que el capitán guíe a su barco y a los pasajeros como un padre de familia. Y eso es confirmado por la tradición marinera: “Se puede hablar incluso de un derecho consuetudinario. Pero es algo que no está escrito en ninguna parte”, señala Uwe Jenisch.
La Organización Marítima Internacional (OMI), con sede en Londres, regula la seguridad de los viajes por mar en todo el mundo. Los controles de calidad de sus normas dependen, sin embargo, de cada país, dice Jenisch. En el caso del crucero italiano Costa Concordia, accidentado el 13 de enero, son las autoridades italianas las que deben iniciar acciones, ateniéndose a las leyes internacionales.
¿Se puede dirigir la evacuación desde un helicóptero?
También el vicepresidente de la Asociación alemana de Capitanes y Oficiales náuticos, Willi Wittig, opina que el capitán es quien carga con la responsabilidad definitiva en su barco. Wittig dijo a la emisora alemana Deutschlandfunk que esa responsabilidad no tiene necesariamente que ponerse en práctica desde el puente. “Puede haber situaciones en las que es ciertamente más adecuado hacerlo desde fuera del barco, tal vez para tener un mejor panorama.” Sin embargo, los instrumentos para llevar a cabo una evacuación de la nave están, naturalmente, en el barco. El hecho de que el capitán abandone el navío antes de tiempo no es punible por la ley, pero sí es algo extremadamente desacostumbrado. Los expertos se remiten al código de honor de los marineros.
En definitiva, que un capitán deba ser el último en abandonar el barco no está inscrito en la ley ni tampoco presupone un castigo. Y el lugar desde dónde decida cumplir con su deber es decisión suya. Así argumentó el capitán del “Oceanos”, que naufragó frente a la costa de Sudáfrica. Yiannis Avaranas fue rescatado por un helicóptero para, según él, poder dirigir mejor la operación de rescate. Finalmente, Avaranas fue absuelto por un tribunal de Londres y siguió trabajando como capitán de crucero. Para las empresas navieras, que el capitán huya puede representar un problema, ya que, según la ley, un barco abandonado por su tripulación pasa a manos de quien lo rescate.
“¿No aprendimos nada del Titanic?”
Algunos expertos dudan también, debido al tamaño de los cruceros, de que un capitán pueda ser el único responsable de una evacuación. Uwe Jenisch piensa que el sistema de los cruceros está fuera de control. Los barcos son demasiado grandes, dice. “Organizar una evacuación de 4.000 o 5.000 personas es una tarea hercúlea”.
La estructura de los cruceros modernos dificulta el acceso a los botes salvavidas. Según Jenisch, no se puede garantizar que se pueda llevar a cabo un salvataje como corresponde. “Sería deseable que los cruceros tuvieran un tamaño menor, y también sería necesario contar con un poco más de sensatez y de humanidad”, dice el experto, y agrega que se deberían verificar las normas de construcción naviera de los cruceros. Y se pregunta: “¿Es que no aprendimos nada desde el hundimiento del Titanic? Debería ser posible que un barco no haga agua por todas partes”.
El naufragio del Titanic es la tragedia marítima más conocida. Transportaba unas 2.200 personas a bordo, y cerca de 1.500 perdieron la vida cuando se hundió. Entre ellas estaba el capitán, Edward J. Smith, que permaneció hasta el último momento a bordo.
Autor: Klaus Jansen/ Cristina Papaleo
Editora: Rosa Muñoz