¿Cuán corrupta es la FIFA?
31 de mayo de 2011
La imagen de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) está en decadencia hace un tiempo, pero lo que se está dando a conocer en cuanto a intrigas y acusaciones ha cobrado una nueva dimensión.
La FIFA está pasando por una de sus mayores crisis de credibilidad, ya que en toda la historia de la organización no se ha visto una campaña electoral tan sucia como la que precede a la elección de su presidente, que tendrá lugar el miércoles 1º de junio.
Una candidatura que es más bien una bofetada
Todo comenzó el 18 de marzo de 2011, cuando el catarí Mohammed Bin Hammam anunció su candidatura para el cargo de presidente de la FIFA. Un golpe en pleno rostro para Joseph Blatter, que había apostado en campañas anteriores al apoyo de Bin Hammam. Pero el alumno se distanció del maestro con estas palabras: “Me encargaré de que en la FIFA rija un orden ético, democrático y transparente”.
Luego, la candidatura de Bin Hammam fue frenada por una nueva ola de acusaciones de corrupción. Chuck Blazer, miembro del Comité Ejecutivo de la asociación, denunció que pudo haber corrupción en una reunión de la Unión Caribeña de Fútbol (CFU), organizada por el trinitense Jack Warner y Bin Hammam de cara a las elecciones a la presidencia del 1º de junio. Poco después, Bin Hammam y Jack Warner fueron suspendidos por el tiempo que dure la investigación.
Blatter también fue investigado por la Comisión de Ética de la FIFA, según se dio a conocer el 26 de mayo, tras ser acusado por Bin Hammam de haber estado al tanto, informado por Warner, de que se iban a pagar sobornos. Pero el presidente de la FIFA fue declarado inocente, una decisión que pone en duda si en la FIFA se respeta verdaderamente la ética.
¿Cuánto cuesta un voto de la FIFA?
La corruptibilidad de los ex miembros del Comité Ejecutivo Amos Adamu y Reynald Temarii, que cayeron en la trampa tendida por dos reporteros del Sunday Times, no es sólo una presunción. Los dos funcionarios de la FIFA cedieron ante aparentes ofertas de coimas de parte de los periodistas. Se trataba de sumas de 580.000 y 1,6 millones de euros. Cuando se destapó el escándalo, la FIFA suspendió al dúo Adamu y Temarii, así como a otros funcionarios.
Pero, para el presidente de la FIFA, el posible castigo a los funcionarios ya es cosa del pasado. “Todas las dudas se han aclarado”, dijo Joseph Blatter. Sin embargo, Thomas Kistner, periodista deportivo del periódico alemán Süddeutsche Zeitung que escribió un libro sobre las maquinaciones de la FIFA, no piensa lo mismo. “Es una tontería total. Hay suficientes pruebas sobre casos de corrupción en la FIFA”.
Dudas sobre credibilidad de la FIFA
No es la primera vez que el Comité Ejecutivo, el órgano que toma decisiones en la FIFA, es blanco de las críticas. Desde la elección de Blatter como presidente de esa institución, en 1998, las sospechas y acusaciones de corrupción se multiplican. Se dijo que Blatter envió 20 cartas con 50.000 dólares cada una a funcionarios africanos. Según Blatter, se trató de “pagos a clubes en problemas”. Muchos delegados africanos negaron esa interpretación, alegando que los pagos eran una recompensa por sus votos a favor de Blatter. El mensajero portador de las coimas habría sido el mismo Bin Hammam.
En 2008, la Justicia suiza investigó casos de corrupción en el deporte y se encontró con un gigantesco escándalo de soborno. Se pudo documentar que la agencia suiza de marketing ISL/ISMM desembolsó “comisiones” por una suma de por lo menos 100 millones de euros a funcionarios del deporte para quedarse con lucrativos contratos de televisión.
Entre los sobornados se contarían tres miembros ejecutivos de la FIFA: Issa Hayatou, de Camerún, Nicolas Leoz, de Paraguay y Ricardo Teixeira, de Brasil. El hecho de que ese trío haya aceptado pagos millonarios de la ISL, sin fundamentar para qué, parece no interesarle a nadie en la FIFA hasta el día de hoy. Los tres siguen formando parte del Comité Ejecutivo, y la FIFA resolvió el entuerto de manera elegante abonando alrededor de cuatro millones de euros para que se suspendiera el proceso legal, y los nombres de otros presuntos implicados no fueron dados a conocer.
Ganancias sí, pérdidas nunca
Hace poco, los medios se enfocaron en el brasileño Ricardo Teixeira en relación con el Mundial de Fútbol 2014 en Brasil. De acuerdo con la prensa, Teixeira se quedará con la mitad de todas las posibles ganancias del Mundial en su país y la otra mitad es para la Confederación Brasileña de Fútbol.
Si, en contra de lo esperado, se produjeran pérdidas, Teixeira sólo debería hacerse responsable del 0.01 por ciento de las mismas, y la CFB, del resto. Teixeira es miembro ejecutivo de la FIFA desde 1994, año en que la FIFA aún la dirigía su suegro, Joao Havelange.
Extrañas decisiones para las sedes de Mundial de Fútbol
Otro hecho que no contribuye precisamente a la transparencia de la organización es que la elección de los países en los que se realiza el Mundial de Fútbol ya hace tiempo que dejó de ser una cuestión de mérito. A principios de diciembre del 2010, los espectadores no podían creer lo que veían cuando se eligió a Rusia y a Catar para los Mundiales de 2018 y 2022, ya que ambos países habían obtenido los peores resultados en la evaluación de los solicitantes.
Los rumores acerca de casos de soborno no cesan. Primero, el británico Sunday Times publicó que Catar, supuestamente, había pagado para ser sede en el 2022. Luego, los parlamentarios británicos Damian Collins y el organizador de la frustrada candidatura de Inglaterra para 2018, Lord David Triesman, acusaron de corrupción a varios funcionarios de la FIFA, así como a Issa Hayatou, miembro del Comité Ejecutivo, en el marco de una investigación.
Y, por último, el Wall Street Journal, de EE. UU., escribió un informe acerca de un pago por 59 millones de euros de parte de Catar a la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). El presidente de la AFA y vicepresidente de la FIFA, Julio Grondona, declaró lo siguiente: “No diré nada al respecto. Tengo casi 80 años. Ya no me hago mala sangre por esas cosas”.
Autor: Joscha Weber/ Cristina Papaleo
Editora: Emilia Rojas-Sasse