Cuba-Alemania-Libia
7 de febrero de 2003No es que el secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, haya diseñado un nuevo "eje del mal", al estilo de su presidente, George Bush. No es para tanto. Pero el hecho de que haya mencionado en una misma lista a Cuba, Libia y Alemania, como aquellos países que no están dispuestos a colaborar con la solución que proyecta Washington para la crisis iraquí, bastó para sacudir los ánimos en Berlín.
El precio del disentimiento
Hablando ante la comisión del Congreso norteamericano encargada de las fuerzas armadas, el jefe del Pentágono señaló que una serie de países han prometido su respaldo a Washington. Puntualizó que algunos de ellos supeditan su participación a la aprobación de una nueva resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU, y otros se han mostrado dispuestos a colaborar en la reconstrucción del Irak post-Saddam Hussein. "Luego hay tres o cuatro países que han dicho que no harán nada", indicó Rumsfeld, agregando: "Pienso que Libia, Cuba y Alemania son los que han insinuado que no ayudarán en modo alguno".
No es directamente una acusación, pero si un nuevo balde de agua diplomático para Alemania, que viene siendo blanco del enfado y los desaires estadounidenses desde hace meses. El gobierno del canciller Gerhard Schröder está pagando caro la osadía de contradecir los planes bélicos de la Casa Blanca con respecto a Irak. Berlín intenta por todos los medios no echar carbón a la hoguera y bajarle el perfil a la confrontación con Washington.
En consecuencia, la esfera gubernamental mantiene silencio con respecto a las últimas declaraciones de Rumsfeld y -por medio de su portavoz- se limitó a destacar positivamente el discurso del secretario de Estado norteamerican, Colin Powell, como una muestra de reconocimiento del papel del Consejo de Seguridad de la ONU.
Críticas en Berlín
Si bien el embajador estadounidense en Alemania, Daniel Coats, intentó matizar el asunto indicando que Rumsfeld no habla en nombre de Estados Unidos, lo cierto es que no son los primeros dardos verbales del ministro que dan en el blanco berlinés. Frescos están en la memoria sus comentarios de que Berlín y París representan a la "vieja Europa". Tampoco es la única figura estadounidense que ha manifestado públicamente su disgusto con la postura de Schröder. Incluso el propio embajador Coats no ha sido demasiado diplomático en sus críticas contra la política berlinesa. En declaraciones al período Berliner Zeitung reprochó a Francia y Alemania haber socavado la presión sobre Bagdad justo en los días previos al informe del jefe de los inspectores de la ONU. A juicio del embajador, con su rechazo a la guerra, ambos países hicieron más probable el empleo de la fuerza militar.
El deterioro de las relaciones entre Washington y Berlín no puede ser más evidente. Las consecuencias que pueda acarrear aún están por verse, pero desde ya han desatado una dura polémica en la esfera política alemana. La presidenta de la opositora Unión Cristianodemócrata (CDU), Angela Merkel, instó al canciller a reconsiderar su política con respecto al caso iraquí y a someterla a debate la semana entrante en el parlamento. Por su parte, el ex candidato conservador a la jefatura de gobierno, Edmund Stoiber, exhortó a Schröder a cambiar su "fatal curso aislacionista", mientras el líder del grupo de la Unión Socialcristiana (CSU) en el Bundestag, Michael Glos, sentenció que en Berlín deberían repicar las campanas de alarma cuando se pone a Alemania en un mismo nivel con estados como Cuba y Libia. Una compañía que sin duda tampoco agrada en lo absoluto al canciller.