Cuarteto sin los protagonistas
16 de julio de 2002Cada nuevo esfuerzo por destrabar el proceso de paz en el Medio Oriente parece ir inexorablemente acompañado de un nuevo acto de violencia. No es de extrañar que el ministro de Relaciones Exteriores alemán, Joschka Fischer, se refiriera al atentado de este martes contra un bus israelí en la Cisjordania como un "brutal intento" de torpedear las gestiones internacionales para hallar una salida política a la crisis.
Pero el condenable acto terrorista, en el fondo, no hace más que demostrar cuánto urge restablecer la paz en la región. Así lo subrayó también el presidente estadounidense, George Bush, poco antes de iniciarse una reunión de alto nivel en Nueva York para debatir el tema. Los representantes de Estados Unidos, la ONU, la Unión Europea y Rusia, que conforman el llamado "cuarteto del Medio Oriente", han asumido la compleja tarea de buscar puntos que hagan viable un entendimiento.
Interlocutor válido
Que no es tarea fácil queda en evidencia ante los desacuerdos existentes en el seno del propio "cuarteto", en torno a las demandas estadounidenses de reemplazar a Arafat en la jefatura palestina. Tanto el secretario general de la ONU, Kofi Anan, como los ministros de Relaciones Exteriores de Rusia y Dinamarca (presidente de turno de la Unión Europea) insistieron en respetar el derecho a la autodeterminación.
Arafat sigue siendo para ellos un interlocutor legítimo, a diferencia de lo que opina Estados Unidos. En este contexto, por más bemoles que pueda tener, la propuesta de Joschka Fischer podría servir para desatar el nudo gordiano: "ascender" a Arafat al cargo de presidente, delegando las funciones ejecutivas en un primer ministro por elegir. Ello equivaldría, sin embargo, a despojarlo del poder de una manera elegante; algo que, según dio a entender recientemente el secretario de estado norteamericano, Colin Powell, sería una salida aceptable para Washington. Está por verse si también lo sería para los palestinos.
El verdadero desafío
Pero reducir el problema a la figura de Arafat resultaría miope, tanto más considerando que hay otras figuras palestinas, radicales y ávidas de llenar cualquier vacío de poder. Cierto es que las instituciones autonómicas adolecen de vicios y requieren reformas democratizadoras. Pero la solución política que urge en el Medio Oriente tiene un alcance mayor. Se trata de dar forma a un modelo que permita a israelíes y palestinos convivir en paz. Y ese camino pasa por una fórmula que Israel se resiste a aceptar: la instauración de un Estado palestino. Los participantes en la conferencia de Nueva York reafirmaron dicha meta, que debería alcanzarse en un plazo de tres años.
Los esfuerzos del "cuarteto" demuestran que la comunidad internacional no está en condiciones de darse el lujo de permanecer ajena al dilema del Medio Oriente. Pero no pueden reemplazar una conferencia de paz, con la presencia de los protagonistas del conflicto. El desafío consiste en llevar a la mesa de negociaciones a israelíes y palestinos, en un marco internacional que dé garantías a ambas partes.