Cuarteto golpea la puerta del Consejo de Seguridad
22 de septiembre de 2004Mucho no había que discutir en la mini cumbre que sostuvieron los gobernantes de Brasil, India y Japón con el ministro de Relaciones Exteriores de Alemania. Bastaron, por lo tanto, 35 minutos de conversación y un simbólico apretón de manos para dejar sellada una alianza, con un objetivo claro y preciso: unir fuerzas para convencer al mundo de que les corresponde legítimamente un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
¿La Unión hace la fuerza?
El jefe de la diplomacia alemana, Joschka Fischer, está empeñado desde hace meses en una campaña para promover la reforma de la ONU, condición sine qua non para que Berlín pueda cumplir sus aspiraciones. Ahora cuenta con buenos aliados, que comparten los mismos objetivos. Pero está por verse si en este caso también conserva vigencia el viejo principio de que la unión hace la fuerza.
De hecho, no todos respaldan las intenciones de Alemania, India, Japón y Brasil. De seguro, a Pakistán no le hace gracia la idea de ver a la India en esa posición, como tampoco a China debe gustarle la perspectiva de que Japón gane demasiada influencia. En el caso germano, la resistencia proviene principalmente de Italia. No obstante, en la Unión Europea parece haber una amplia aprobación. De acuerdo con una encuesta del periódico Financial Times, en su versión alemana, 15 países se han expresado positivamente sobre los deseos alemanes. Siete no se han pronunciado y dos reclaman un asiento conjunto para la UE, idea que Fischer considera a estas alturas imposible de llevar a la práctica.
En busca de representatividad
Positivo resulta que en este cuarteto, que algunos ya denominan “G-4”, figuren representantes de Europa, Asia y América Latina, y que no se haya olvidado hacer mención de que también un estado africano debería sumárseles. Ello apunta en la dirección correcta, si la intención de fondo es convertir al Consejo de Seguridad en un organismo más representativo y dotarlo, por ende, de mayor legitimidad para dirimir conflictos.
La necesidad de reformar la ONU es algo que nadie niega. El anacronismo de una estructura que aún perpetúa la correlación de fuerzas imperante al término de la II Guerra Mundial, se ha convertido en lastre para una organización que hoy resulta más imprescindible que nunca ante los nuevos desafíos del siglo XXI. Pero la forma que deberían adoptar esos cambios seguirá siendo objeto de discusión, por lo menos hasta que se presente la propuesta de la comisión formada por Kofi Annan con tal fin y se someta a la Asamblea General, previsiblemente el año entrante.