COVID-19: La arriesgada obsesión por la cloroquina
19 de mayo de 2020Donald Trump alaba desde mediados de marzo la hidroxicloroquina. Dice que este medicamento contra la malaria es un "regalo de Dios". Lo toma profilácticamente a diario desde hace una semana y media, porque lo encuentra "bueno".
Ya a fines de abril, la Administración estadounidense de Alimentos y Medicamentos (FDA) emitió una advertencia contra el supuesto remedio milagroso: no hay pruebas contundentes de que surta efecto contra la COVID-19, y aumenta el riesgo de sufrir peligrosas arritmias cardiacas. Previamente, un estudio había constatado una mayor tasa de mortalidad en pacientes que lo habían ingerido en combinación con un antibiótico.
Porfía presidencial
Al igual que Trump, también el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, aboga por el uso de la cloroquina. Al regreso de una visita efectuada a Trump a comienzos de marzo en Florida, más de 20 integrantes de la delegación dieron positivo en un test de coronavirus. Un desastre de relaciones públicas para Bolsonaro.
Pero una "pequeña gripe" no le puede hacer mella a él, que a fin de cuentas fue atleta y paracaidista. En consecuencia, el presidente brasileño no mantiene la distancia social y sigue estrechando manos porfiadamente. Pero, para proteger a la población, ordenó a los laboratorios de las Fuerzas Armadas brasileñas producir millones de tabletas. Además, despidió al segundo ministro de Salud en poco tiempo, porque no quiso recomendar la prescripción de cloroquina a pacientes de COVID-19.
Médicos brasileños sospechan que muchos brasileños murieron en las pasadas semanas en casa por haberse automedicado con cloroquina, sin supervisión médica. No obstante, esta semana el Ministerio de Salud habría de declarar política oficial el tratamiento con este medicamento.
¿De dónde proviene el entusiasmo?
La cloroquina y su derivado hidroxicloroquina se utilizan desde hace décadas en la prevención y el tratamiento de la malaria.
En estudios de laboratorio, y en dos estudios clínicos realizados en China y en Francia, pero con un número muy reducido de casos, la cloroquina habría mostrado en cultivos de células un efecto inhibidor de la multiplicación del nuevo coronavirus SARS CoV-2, con lo cual se reduce la carga viral en pacientes graves. Por eso, se dijo que también puede usarse como antiviral.
¿Pequeño efecto, grandes riesgos?
Según los últimos resultados preliminares de estudios estadounidenses, aún no corroborados por una fuente independiente, el medicamento contra la malaria no es sin embargo muy efectivo en el combate del coronavirus. En un análisis comparativo, la tasa de mortalidad resultó incluso más alta tras el tratamiento con hidroxicloroquina: un 28 por ciento. En los pacientes de COVID-19 que recibieron terapia sin este medicamento, dicha tasa fue del 11 por ciento. En total, los investigadores analizaron actas de 368 pacientes de hospitales estadounidenses para veteranos.
Cuán riesgoso puede ser un tratamiento de pacientes de COVID-19 con altas dosis de cloroquina, sobre todo en combinación con el antibiótico azitromicina u otros medicamentos, ya lo había demostrado previamente un pequeño estudio de fase II en Brasil, en el que 11 pacientes murieron debido a arritmias o daños al músculo cardiaco.
En el estudio, el equipo de médicos del Instituto de Medicina Tropical de Manaos administró durante cinco días dos dosis diarias de 450 milígramos de cloroquina (dosis total: 2,7 gramos) a un grupo. A los otros pacientes se les prescribió una dosis de más de 600 milígramos por diez días (dosis total: 12 gramos). No hubo un grupo de control tratado con placebos.
Comúnmente, los medicamentos para la malaria solo se utilizan en una dosis más pequeña, durante pocos días. En Brasil, la dosis superó incluso las recomendaciones de las autoridades chinas y del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos.
Los médicos notaron en dos o tres días alteraciones del ritmo cardiaco en los pacientes con dosis más elevadas. Al sexto día murieron 11 pacientes. El estudio fue interrumpido de inmediato.
(er/jov)
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