Coronavirus: ¿llegará la crítica a la cúpula de China?
4 de febrero de 2020En tono sorprendentemente autocrítico se expresó la Comisión Permanente del Politburó, encabezada por Xi Jinping. "Debemos recabar todas las experiencias y aprender de ellas”, rezaba una declaración transmitida por la cadena estatal de televisión. Las "falencias” en el sistema de salud deben ser cubiertas, y el manejo de crisis debe mejorar", se dijo. Para el Partido Comunista, se trata de una inusual confesión de errores propios. La creciente cifra de muertos e infectados con el coronavirus pone al gobierno chino bajo presión. En China continental, 425 personas han muerto según el recuento oficial hasta el mediodía del martes. La cifra es ya superior a la de muertos durante la pandemia de SARS, en 2002 y 2003. Al mismo tiempo, más de 20.000 casos de contagio han sido confirmados por las autoridades encargadas de la salud.
Pronósticos demasiado optimistas
La semana pasada, expertos oficialistas de Pekín repartían pronósticos optimistas. Según Zhong Nanshan, encargado del gobierno para combatir la expansión del virus, la epidemia debería alcanzar su cénit en "más o menos una semana”, y luego amainaría. Pero ya está claro que el funcionario no tenía razón. Hay decenas de miles de pacientes que pudieran constituirse en nuevos casos, pues los estudios clínicos correspondientes no han llegado a su fin.
En las redes sociales crece la desconfianza hacia las autoridades chinas. En lenguaje crudo, y a veces ofensivo, los usuarios chinos truenan contra la incompetencia de algunos funcionarios del partido. Cuando el alcalde de Wuhan apareció en un evento público con un tapabocas mal colocado, el hecho fue interpretado como prueba de alejamiento de la realidad.
Burlas mayores recibió su jefe inmediato. En una conferencia de prensa, el gobernador de la provincia de Hubei aseguró que se producían 10,8 millones de tapabocas cada año, hecho que sostuvo hasta que alguien le pasó un documento con la corrección. "De hecho, son 1.800 millones”, dijo Wang Xiaodong en un segundo intento. Pero minutos más tarde tuvo que reconocer que se había equivocado una vez más, y que la cifra correcta era 1,8 millones de máscaras producidos. "No sorprende así que el virus se haya expandido tan rápidamente”, se quejó un usuario en Weibo, el equivalente chino de Twitter.
Duras críticas al gobierno local
La inconformidad podría dirigirse muy pronto hacia la dirigencia política en Pekín. Nadie puede estar más consciente de ese peligro que el presidente Xi Jinping. Para el hombre más poderoso del país, la epidemia del coronavirus es una prueba. Xi, de 66 años, ha construido un culto hacia su persona como nadie lo había hecho desde Mao Tse Tung. En un sistema tan jerárquico, los "súbditos” tienen miedo creciente a comunicar malas noticias a sus superiores.
El alcalde de Wuhan admitió, en un arrebato de autocrítica, que el manejo de la crisis por parte de la ciudad no ha sido "suficientemente bueno”. Él informó a la opinión pública semanas después de que aparecieran los primeros casos, pues así lo estipulaban las "normas del gobierno”. Entre líneas, quiso decir que para hacer el anuncio habría necesitado el visto buen "al más alto nivel.”
Cada día que pasa surgen más detalles acerca de cómo, en las primeras semanas, el gobierno estatal trató de ocultar el surgimiento del coronavirus. Científicos chinos aseveraron en un estudio publicado en diciembre de 2019 en el renombrado "New England Journal of Medicine” que ya a mediados de diciembre había evidencias de que el virus podía ser transmitido de persona a persona. En ese momento, la opinión pública china ignoraba por completo que existía una posible epidemia viral.
Fue hasta principios de enero cuando trabajadores de hospitales comenzaron a hablar en redes sociales acerca de una "misteriosa plaga pulmonar”. Fueron detenidos bajo la acusación de "esparcir rumores.”
La censura aumenta la desconfianza
"Estoy totalmente seguro de que funcionarios del partido acallaron las noticias negativas acerca del virus, porque eso hubiera anulado futuras promociones”, dice un ciudadano chino de treinta y tantos años. Como él, muchos chinos manifiestan con precaución algunas críticas al férreo clima social promovido por el presidente Xi Jinping. "Ya no podemos hablar abiertamente. Gente como yo, que no queremos sino lo mejor para nuestro país, nos preguntamos: ¿Por qué no tenemos acceso a información abierta en internet? " Google, Facebook o el New York Times eran de libre acceso hace diez años, pero ahora están bloqueados en el internet chino. Solo quien tiene programas ilegales de VPN se puede informar libremente, y más en casos como el brote de coronavirus.
Detrás de la "muralla cibernética china”, las autoridades se muestran cada vez más nerviosas. Usuarios de internet y censores juegan al gato y al ratón, como en las transmisiones en directo de las conferencias de prensa oficiales diarias de la Comisión de Salud. "Parece que nuestra vida vale menos que la de un insecto. ¡Pueblo, despierta ya!”, dice un comentario. Poco después, las críticas son borradas, para aparecer de nuevo en otro sitio.
Al final, la mano del Estado tiene el sartén por el mango. Mientras más grande es la crisis, más fuerte es el control de las opiniones. Pero si la crítica a los poderosos puede ser borrada de los foros de internet, jamás puede extinguirse de la mente de las personas.
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