Coronavirus: ya no queda espacio para más muertos en El Paso
17 de noviembre de 2020Con más de 11 millones de contagiados y casi 250.000 muertos al 16 de noviembre, EE. UU. está en la cima de una triste estadística. Y mientras el presidente saliente, Donald Trump, muestra pocas intenciones de abandonar el cargo y es criticado por su feble gestión de la crisis sanitaria, su sucesor, Joe Biden, ya organiza un equipo para enfrentar la pandemia, aunque recién en enero podrá ponerse a trabajar. Mientras, en todo el país las nuevas infecciones aumentan a un ritmo frenético. Uno de los epicentros de la crisis es El Paso. A diario se registran allí más de 1.600 nuevos casos, más que en casi cualquier otro punto del país si se mide de forma proporcional con su población.
El triple de entierros
Jorge Ortiz trabaja desde los 17 años en la funeraria de la familia Perches. Todo en él muestra tristeza y respeto: su traje, sus zapatos, su mascarilla y la distancia. Ahora tiene casi 30 años, pero nunca antes había experimentado tal carga de trabajo. "Antes teníamos 30 entierros al mes, ahora son 80”, revela. Tres cuartas partes de las órdenes de trabajo se deben a decesos por el virus.
"Durante cuatro meses no vimos a nuestro jefe", cuenta. "Y cuando lo volvimos a ver, estaba dentro de un ataúd. Entendemos exactamente por lo que están pasando las familias en estos momentos", señala. La pandemia impone a los trabajadores de esta empresa numerosos desafíos emocionales y técnicos. Para embalsamar los cuerpos deben usar unos trajes protectores especiales. Para los familiares de mayor edad de los fallecidos, ofrecen un servicio por live-stream. Después de las ceremonias presenciales, todas las habitaciones deben ser desinfectadas.
El Paso es una ciudad rodeada por el desierto al sur de las Montañas Rocosas. Las calles son amplias y la mayoría de la gente se mueve en automóvil. Se puede llegar a pie a Ciudad Juárez, la urbe hermana que queda al otro lado de la frontera. La cercanía con México marca a El Paso: el 83 por ciento de sus habitantes tienes raíces latinas, lo que va de la mano de las tradiciones, explica Ortiz. A la gente le gusta enterrar a sus muertos al día siguiente del deceso, pero hoy eso es imposible: no hay capacidad ni espacio.
Frigoríficos para los muertos
Los hospitales de El Paso también tienen problemas de espacio. Las unidades de cuidados intensivos están repletas. Los pasillos fueron acondicionados para atender pacientes. En los estacionamientos se instalaron carpas para tener más camas. Un centro de convenciones en el centro de la ciudad ahora funciona como hospital.
Desde otras urbes han llegado refuerzos médicos. Algunos pacientes fueron enviados por avión a hospitales más lejanos, pero el flujo de enfermos no para. Actualmente tienen 241 pacientes con COVID, dice el portavoz del Hospital Universitario. Hace un mes y medio eran 30. Los hospitales ya pidieron nuevos frigoríficos para conservar los cuerpos de los fallecidos.
Debido a la prohibición de visitar a los enfermos, los funcionarios de salud suelen ser las últimas personas que ven los pacientes. "Hay desesperación", dice la enfermera Rachel Acosta. "Algunos colegas trabajan dos turnos consecutivos”. El portavoz del hospital, Ryan Mielke, asegura que "si haces este trabajo todos los días te tiene que encantar. De lo contrario no sobrevives".
No todos son conscientes del peligro
La prueba del coronavirus se puede tomar en 44 laboratorios de El Paso. Miguel Ángel Jal coordina 10 de ellos. "No creo que la falta de recursos sea el problema", dice. "Más bien la gente no es consciente de la gravedad de la enfermedad. No entienden qué deben hacer y qué no. Ahí es donde fallamos".
Las señales contradictorias que entregan las autoridades alimentan la incertidumbre. La máxima autoridad de El Paso había ordenado el cierre temporal de negocios no esenciales hasta el 1 de diciembre. El Fiscal General de Texas y varios restaurantes presentaron acciones legales en contra de esa medida. Un tribunal anuló la orden el viernes pasado.
Antes, las calles solían estar animadas y coloridas, dice Marco Antonio Lozano, dueño de un restaurante en el centro de la ciudad. Hoy se puede caminar tranquilamente por avenidas antes repletas. Muchas tiendas están cerradas. Desde marzo solo los estadounidenses pueden cruzar la frontera con México, lo que ha redundado en que los visitantes mexicanos ya no llegan. Hoy Marco ingresa solo un décimo de lo que ganaba antes, y tuvo que despedir a varios de sus colaboradores. Otros decidieron dejar de trabajar, por miedo al virus.
Con lejía contra el virus
Para Uriel Samaniego, en cambio, el negocio va viento en popa. Si bien al comienzo de la crisis temió lo peor, su local de reparaciones está viviendo un auge impensado y ahora tiene todo copado hasta junio de 2021. Mucha gente aprovecha el tiempo para renovar sus casas, dice. Cuando él mismo cayó enfermo, siguió el consejo de Donald Trump y le pidió a un médico mexicano que lo tratara con lejía diluida, una medida que los especialistas consideran muy peligrosa. Samaniego, sin embargo, está convencido de que Trump superó al virus gracias a esta "medicina". En las presidenciales votó por el republicano, y sigue convencido de que fue él quien ganó las elecciones.
En la funeraria, Jorge Ortiz montó su propia exposición. Los rincones temáticos recuerdan momentos particularmente importantes para la empresa: el tiroteo en la tienda Walmart. La visita del papa Francisco. La muerte del fundador. ¿Pondrá una esquina para el coronavirus? Quizás, dice Ortiz. Quizás cuando esto termine. (dzc/few)