Corea del Norte: las raíces del odio
12 de agosto de 2017Hay mucho que falta en Corea del Norte. Pero hay algo que ciertamente no: una eficaz máquina de propaganda. Desde el jardín infantil y en los libros escolares se promueve el odio hacia Estados Unidos, combinándolo con el temor de la "agresión imperial" proveniente de Washington. Dicha propaganda se nutre principalmente de la experiencia colectiva de la Guerra de Corea, la cual todavía define la vida y la experiencia de la gente de Corea del Norte. Esto gracias en gran medida a que todavía no ha cesado; no hay un tratado de paz. Durante más de seis décadas, solo ha existido una tregua en la Zona Desmilitarizada de Corea, conocida también como la frontera intercoreana.
Esta guerra, para decirlo claramente, fue propiciada por el mismo norte. El 25 de junio de 1950, tropas norcoreanas cruzaron el paralelo 38º. Pyongyang quiso forzar así con la acción militar la reunificación de la península, que se había dividido desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Ahora las amenazas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de arremeter contra Corea del Norte con fuego, ira y poder, "de formas que este mundo nunca ha visto antes", encajan perfectamente en la narrativa histórica de Pyongyang. Así, mientras el ministro de Defensa de Estados Unidos, James Mattis, advierte al liderazgo norcoreano de "destruir al propio pueblo", Pyongyang revive propagandísticamente el trauma nacional de la destrucción que sufrieron entre 1950 y 1953.
Tres años de bombardeos
En ese momento, Corea del Norte estuvo cubierta por aviones de combate estadounidenses bombardeando durante tres años, atacando sin ninguna consideración a la población civil, como escribe el historiador estadounidense Bruce Cumings, quien considera lo ocurrido un crimen de guerra.
Durante este tiempo se lanzaron más bombas y napalm (gasolina gelatinosa) sobre Corea del Norte que en la lucha contra Japón en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. En estos acontecimientos, pereció aproximadamente el 20 por ciento de la población de Corea del Norte. Esta fue, al menos, la evaluación del general Curtis LeMay, quien dirigió el Comando Estratégico de la Fuerza Aérea en la Guerra de Corea. Según las propias palabras de LeMay en una entrevista de 1984: "Hemos destruido todas las ciudades de un modo u otro. Destruimos también, por accidente, algunas ciudades en Corea del Sur, incluso Busan".
El ex secretario de Estado de Estados Unidos, Dean Rusk, responsable de Asia Oriental en la época de la Guerra de Corea, declaró que "entre el grado 38 y la frontera con China, bombardeamos todos los ladrillos, todo lo que se moviese. Tuvimos completa superioridad aérea".
MacArthur quería lanzar bombas atómicas
Los norcoreanos ya han escuchado en el pasado amenazas de ataques con armas nucleares: así como las del general Douglas MacArthur. En una extensa entrevista en 1954, el comandante jefe de las fuerzas aliadas expresó su decepción por no poder implementar su plan para poner fin a la guerra en diez días. Este plan preveía el uso de "entre 30 y 50 bombas atómicas". Además, MacArthur quiso hacer la frontera norcoreana con China infranqueable por mucho tiempo mediante la difusión de cobalto radiactivo en un cinturón de cinco kilómetros en el límite de Yalu, lo que debería impedir que Corea del Norte siguiera recibiendo apoyo de China. El Departamento de Estado de Estados Unidos y también las Naciones Unidas pusieron fin al plan de MacArthur.
Entre las desagradables verdades históricas que se olvidan en Occidente –y cuya memoria se mantiene viva en Corea del Norte–, también se esconden muchas masacres. Tal como la de No Gun Ri, cometida por los propios soldados estadounidenses, quienes fusilaron a cientos de civiles que huían bajo un puente.
Peor aún fue la limpieza anticomunista de las fuerzas surcoreanas. Inmediatamente después del comienzo de la guerra, los comunistas y simpatizantes del norte, incluso supuestos comunistas, fueron ejecutados con conocimiento y bajo los ojos de oficiales estadounidenses. Informes y fotos de estos crímenes permanecieron ocultos durante el último decenio y solo se publicaron en 2008. Una comisión de la verdad y reconciliación, establecida en tiempos del expresidente Roh Moo-Hyun, anteriormente activista de derechos humanos, estimó el número de muertos en alrededor de 100.000 –según ciertos datos, una estimación conservadora–. Muchas de estas masacres fueron injustificadamente atribuidas a los norcoreanos, a pesar de que estos mismos también llevaron a cabo sangrientas purgas.
Autor: Matthias von Hein (FEW/)