Corea del Norte: el drama de la violencia contra la mujer
23 de noviembre de 2017"Mi vida estaba en sus manos, así que hice y dije todo lo que él quería, ¿qué más podría haber hecho?", pregunta la mujer. Quien relata es una campesina norcoreana que huyó a China, donde fue capturada y enviada de vuelta a su país. El agente que la interrogó durante su prisión preventiva en la provincia de Hamgyong del Norte le preguntó detalles sobre su relación con un chino. Quería saberlo todo. Luego tocó el cuerpo de la mujer y avanzó bajo su ropa. Finalmente la violó no una ni dos, sino varias veces.
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Esta historia es una de las muchas que ha recopilado Human Rights Watch. La organización publicó un amplio reporte sobre la violencia contra la mujer en ese país en la vida diaria, en la casa, en el trabajo y en los campos de trabajo forzados.
"Hemos conversado con expresidiarias y antiguas funcionarias de alto rango del Gobierno. En ambos casos se relatan experiencias de violaciones y otras formas de abuso sexual que, por lo demás, no son vistas como delitos graves, pese a que están prohibidas por ley”, explicó Heather Barr, investigadora de HRW.
Desprotegidas
Las mujeres no hablan con nadie de lo que padecieron al ser hostigadas u obligadas a mantener relaciones sexuales con guardias e interrogadores. Se avergüenzan y temen ser estigmatizadas. Y lo peor es que nadie puede ayudarlas.
Según las investigaciones de HRW, los abusos corporales y el acoso son moneda corriente para las reclusas, así como el trabajo forzado y la tortura. "Muchas de estas cosas ocurren en público, excepto los casos de abuso extremo, como las violaciones, que generalmente se llevan a cabo a puertas cerradas y sin testigos. Víctimas y victimarios guardan silencio sobre lo ocurrido”.
Círculo vicioso
Y tienen razones para ello. Si bien oficialmente existe la posibilidad de presentar una queja contra los guardias, en realidad las autoridades aceptan los abusos como parte del sistema. "Los abusadores son también quienes controlan el poder. Ninguna de las mujeres con las que hemos hablado piensa en defenderse o responsabilizar a alguien. Tienen mucho miedo de las consecuencias. Para las víctimas es prácticamente imposible protegerse", dijo Barr.
Aún peor: si por alguna razón un caso se hace público, se culpa a la víctima, no al victimario. "Una mujer fue testigo de cómo una compañera tenía sexo con un guardia", contó Barr. "Conversó del tema con otras personas, y en algún momento las autoridades se enteraron. La mujer fue multada y enviada a trabajos forzados". La otra mujer también fue castigada, pero el guardia no recibió reproche alguno.
Romper un tabú
Ocho mujeres se atrevieron a romper su silencio y relataron sus historias a miembros de HRW. Todas ellas consiguieron escapar de Corea del Norte y hoy viven en Corea del Sur. Y pese a que están seguras, no les resulta fácil hablar del tema, dijo Heather Barr. "Estas mujeres sufrieron mucho, están muy traumatizadas. Debido a sus experiencias, tienen muchos problemas para confiar en otras personas”.
Las razones por las que las mujeres terminaron cayendo en un campo de prisioneros son más o menos similares. Pequeñas ofensas son razón suficiente para ser encerradas. Algunas cometieron delitos "financieros", como haber comprado productos prohibidos por su alto precio, como mariscos. Muchas que intentaron huir a China fueron atrapadas en ese país y entregadas a las autoridades norcoreanas. Para ellas el destino también es un campo de prisioneros.
¿Informe sin consecuencias?
Sobre lo que ocurre en esas instalaciones en Corea del Norte se ha hablado ya en los últimos años. En febrero de 2014 una comisión de la ONU presidida por el juez australiano Michael Kirby entregó un reporte de varios cientos de páginas sobre la situación de los derechos humanos en Corea del Norte. Era la primera vez que una investigación de ese nivel tenía lugar. Si bien no pudieron ir a Corea del Norte, recorrieron el mundo y entrevistaron a 300 personas que vivieron en el país. Al final, el resultado era estremecedor.
"Uno de los consultados había trabajado en la eliminación de los prisioneros muertos de inanición", dijo entonces Michael Kirby a DW. Pero para ello no contaba con el equipamiento necesario, así que quemó los cadáveres en una enorme bañera. Las cenizas y restos corporales los usaron como abono en los campos de la zona, y dijo que eran un muy buen fertilizante".
Aparentemente, las condiciones de vida no han cambiado en nada en los campos de prisioneros. Heather Barr apeló a la comunidad internacional para que se recopilen más pruebas y buscar opciones de llevar a los responsables ante la justicia algún día.
Lucha con demonios
Las mujeres entrevistadas en el reporte han abandonado Corea del Norte. Sus experiencias y recuerdos, en cambio, siguen con ellas. Apenas llegaron a Corea del Sur, la mayoría pasó un par de meses en el llamado "Centro de Apoyo para la Reubicación" para refugiados norcoreanos. "En esa institución administrada por el gobierno surcoreano fueron examinadas física y psicológicamente, además de ser aconsejadas incluso en aspecto de la vida diaria, como por ejemplo usar un cajero automático o un celular".
Pero hay algo malo. "Es cierto que en Corea del Sur el temor a recibir tratamiento sicológico es muy grande, por el miedo a ser estigmatizado. Por ello muchas víctimas no se atreven a buscar ayuda o lo hacen en secreto", dijo Barr. Con el reporte de HRW sobre la violencia contra la mujer en Corea del Norte lo que se busca es llamar la atención sobre el tema. Y de esta forma quizás se convenza a otras personas a hacer públicas sus experiencias.
Autora: Esther Felden (DZC/VT)