Controversia en la caza de rinocerontes
14 de enero de 2014A mediados de enero, un ciudadano anónimo pagó 350.000 dólares por el derecho a cazar un rinoceronte negro, una especie en peligro de extinción, en Namibia. El Club Safari de Dallas (DSC, por sus siglas en inglés), una de las organizaciones de caza más conocidas de Estados Unidos, organizó la subasta.
El evento ha provocó una oleada de amenazas de muerte contra los miembros del DSC, incluyendo su director, Ben Carter, y sus hijos. “No logro entender qué parte de la subasta les da motivos para querer matarme a mí y a mi familia”, me dice. “Creo que mucha gente reacciona de forma muy emocional, sin conocer los hechos, y quizás aún cuando los conocen, prefieren ignorar la realidad,” añade.
Esta fue la primera vez que se otorgó este tipo de permisos en Estados Unidos sin que lo prohíba la ley -hasta ahora, solo se vendían en Namibia-, y el dinero recaudado se destinará a la protección de los rinocerontes, según la DSC.
“Todos ustedes merecen morir”
En cuanto Carter anunció la subasta el pasado mes de octubre, se empezaron a recibir graves amenazas en su club, según cuenta el director ejecutivo. Algunas se dirigían a todos en general (“Todos merecen morir”), pero otras eran más concretas: “Rednecks infrahumanos, ahora tienen motivos de preocupación. Por cada rinoceronte que cacen, mataremos a 10 de sus miembros, o a sus familias, si no logramos dar con ellos. Tenemos vuestra lista de miembros”.
Una cadena local de noticias de Dallas relató que los beneficios de la subasta del DSC se destinarían a la organización “Save the Rhino Trust” (STR), una ONG muy respetada por sus décadas de fructífera labor para conservar la especie del rinoceronte negro, un ejemplar único que vive en el desierto de Namibia.
La historia se extendió a través de cadenas nacionales por toda Norteamérica, y pronto empezaron a llegar cartas amenazadoras al buzón de Marcia Fargnoli, directora de SRT, en Namibia. “Recibí cientos de cartas de desconocidos diciéndome que era una asesina de rinocerontes”, dice Fargnoli. “Me rompieron el corazón. Trabajo día y noche, y todos los fines de semana, solo por hacer todo lo posible para salvarlos, y me duele muchísimo cuando oigo que hemos perdido uno de nuestros ejemplares. Era lo último que necesitaba: recibir ataques personales de gente que no conocía los hechos”.
Un error básico
Sus críticos “no conocían los hechos” porque la cadena de noticias de Dallas cometió un fallo básico: los beneficios de la subasta del club de caza no se iban a destinar a la SRT, sino al Game Products Trust Fund, un fondo del gobierno namibio que financia la conservación de estos animales con los beneficios obtenidos de ventas de productos relativos a la fauna salvaje y de entradas a parques nacionales.
La SRT, aunque también trabaja con fauna salvaje y tiene un nombre parecido, no tiene nada que ver con la subasta o la caza de rinoceronte, aunque sí había recibido un vehículo del Game Products Trust Fund para llevar a cabo la supervisión de los rinocerontes mucho antes de que estallara el debate sobre la subasta.
Y por si todo esto no fuera ya lo suficientemente confuso, una organización benéfica británica llamada Save the Rhino International –que no está afiliada a la SRT, pero dona dinero a la ONG-, publicó una declaración que parecía apoyar la caza de trofeos como medio para financiar la conservación de los rinocerontes, provocando más ira de la gente que no estaba dispuesta a que un rinoceronte muriera a manos de un estadounidense rico para salvar la especie.
¿Cazadores al rescate?
Los cazadores a menudo citan el éxito de Sudáfrica en su labor de rescate del Rinoceronte Blanco del sur para demostrar los beneficios que puede traer la caza. Hace aproximadamente un siglo había menos de 50 rinocerontes blancos en el país. Esa cifra fue aumentando lentamente, y en 1968, las agencias de los parques nacionales comenzaron a vender permisos para cazar rinocerontes que ya eran demasiado mayores para procrear, destinando los beneficios a la conservación de su especie. Granjeros privados comenzaron a criarlos en sus ranchos, en parte a causa de los grandes beneficios que reportaban como trofeos, lo que en cualquier caso contribuyó al crecimiento de la población de rinocerontes. Hoy viven unos 20.000 rinocerontes blancos en Sudáfrica, a pesar del masivo incremento de la caza furtiva en los últimos años.
El Club Safari de Dallas dice que su subasta será algo bueno para los rinocerontes, porque se cazará un macho cuidadosamente seleccionado, mayor y ya incapaz de reproducirse; un ejemplar que puede matar otros machos fértiles más jóvenes y que impide que la manada crezca. Según un acuerdo internacional, en Namibia solo se pueden cazar cinco rinocerontes negros por año, lo que se considera demasiado poco como para dañar la población, y los beneficios de esta caza pueden financiar las extremadamente costosas patrullas de vigilancia contra la caza furtiva.
No obstante, algunos activistas advierten de que los beneficios de esta subasta no están tan claros como el DSC afirma. Ya no estamos en los años 60, dicen, y la caza legal es como un mensaje para los consumidores en Asia de que la caza de rinocerontes es algo aceptable, lo que podría animar a más cazadores furtivos.
Dinero sangriento
Otro elemento que dificulta la situación es que la caza de rinocerontes podría aumentar los fondos de la organización namibia Namibia’s Game Products Trust Fund, pero a la vez alejarlos de la otra organización que quizás podría usarlos de forma más efectiva para proteger a los rinocerontes, la SRT.
La razón de ello es que la filosofía principal de la ONG siempre ha sido que los rinocerontes valen más vivos que muertos. Si acceden a recibir “dinero manchado con la sangre de rinocerontes” tras el furor causado por la subasta del club de Dallas, se arriesgan a ser acusados de hipocresía por sus críticos en internet, y a perder con ello un apoyo público crucial. Para Marcia Fargnoli, esto significa que la SRT “necesitará más apoyo que nunca de la gente que se preocupa por mantener a los rinocerontes vivos en este planeta”.
“La verdad sigue siendo que, si la gente quiere salvar a este animal de la extinción, debe empezar a donar su tiempo o su dinero para poder conseguirlo”, concluye.
Autor: Adam Welz / lab
Editora: Emilia Rojas