“Comparar a Trump con Hitler distrae del verdadero peligro”
7 de marzo de 2016Deutsche Welle: La lista de parecidos entre Donald Trump y Adolf Hitler es cada vez más larga. No solo un expresidente mexicano, la hermanastra de Ana Frank y diversos observadores comparan a Trump con Hitler. Este fin de semana, también el famoso programa cómico estadounidense "Saturday Night Live" y hasta un conductor ultraconservador de radio de ese país se refirieron a los parecidos entre Trump y Hitler. ¿Se puede decir que es adecuada tal comparación?
Thomas Weber: Independientemente de si la comparación es o no justificada, hay que pensar si es beneficiosa políticamente hablando. El peligro de esas comparaciones con Hitler siempre es que el primero que la hace ya ha perdido porque la discusión gira alrededor de la comparación con Hitler y deja de centrarse en lo verdaderamente sustancial. En el caso de Trump, distrae del verdadero peligro que podría surgir, más allá de cualquier similitud con Hitler. Sin embargo, pienso que sí hay ciertos parecidos entre el éxito actual de Donald Trump y el éxito de antaño de Hitler. Esos parecidos se ubican, sobre todo, en el terreno táctico, ya que ambos se presentaron como anti-políticos que quieren sacar adelante a su país. Y ambos presentan una gran flexibilidad táctica. Eso en Donald Trump es incluso más llamativo que en Hitler.
Además, hay otra similitud en cómo se los percibe y entiende. Justamente porque los dos se muestran tan camaleónicos es a veces difícil saber lo que realmente piensan. Eso es muy útil para ellos, ya que gente de distintas corrientes políticas creen que Trump –o en su día Hitler- está de su lado. En ese sentido veo muchas similitudes. Sin embargo, diría que las diferencias son igual de grandes, o incluso mayores.
¿Y cuáles son esas diferencias?
En primer lugar, Trump representa aquello que odiaba Hitler. Hitler no solo era antisemita y antibolchevique, sino que, precisamente, en sus primeras épocas, cuando actuaba como ahora lo hace Trump, ser anticapitalista y antiestadounidense era para él sumamente importante. Es decir que Trump sería ahora casi la personificación de lo que Hitler odiaba.
Pero más importante es que detrás de esos parecidos tácticos, Trump posee una gran flexibilidad en su pensamiento y en su actuación políticos que Hitler no tenía. Hitler era flexible a nivel táctico, mientras Trump va más allá de lo táctico: es también un “hombre de negocios”, y los tratos y compromisos forman parte de su carrera. Por el contrario, para Hitler, todo acuerdo olía a podrido. Por eso es que la forma de hacer política, más allá de hacer campaña, es distinta. Como dije al principio, eso no significa que Trump no sea peligroso. El peligro que representa Trump es muy diferente y consiste en que Trump, como demagogo y populista que es, dice y hace todo lo necesario como para llamar la atención y llegar al poder. Eso significa, en el mejor de los casos que, si llega a presidente, Trump no será el presidente ideal, pero tampoco una catástrofe total, ya que está en condiciones de cerrar tratos y hacer concesiones.
Sin embargo, creo que ese escenario positivo no ser hará realidad y que Trump es un gran peligro porque está destruyendo –con su demagogia y su populismo- las reglas formales e informales de la política estadounidense con tal de obtener atención y llegar a ser exitoso. En definitiva, está usando las reglas de la telerrealidad para hacer política, con lo cual está minando las reglas de la política estadounidense. Y si esas reglas y las normas de convivencia social de un país son destruidas, no queda claro cuáles serán las consecuencias de esa forma de actuar.
El mundo ya está bastante convulsionado. Si ahora, además, llega al poder un presidente estadounidense al que no le importan en absoluto las reglas, eso conducirá a que el mundo sea más inseguro aún y a que Estados Unidos se debilite más todavía. Esos son los verdaderos peligros de una posible presidencia de Donald Trump.
No solo Trump es comparado con Hitler, sino que también EE. UU. es comparado con la Alemania nazi. ¿Es legítima esa comparación?
La comparación es legítima, por supuesto. Solo que hay que preguntarse hasta dónde se la puede llevar. El parecido consiste en que en la Alemania de los años 20 y 30 las clases media y baja se veían a sí mismas como perdedoras de la crisis económica, con la inflación y el resultado del Tratado de Versailles, exactamente como hoy, en EE. UU., una clase media baja de raza blanca se ve como perdedora y piensa –por primera vez en décadas- que el futuro no va a ser mejor que el pasado. Se ven como los perdedores de la globalización, de las decisiones de Wall Street y de la crisis financiera. Es decir, que sí hay ciertas similitudes en la situación política de EE. UU. con la de Alemania en aquella época en cuanto a las capas sociales y a su predisposición a apoyar a alguien como Trump o Hitler.
Pero hay que tener cuidado de no llevar esas comparaciones demasiado lejos, ya que, después de todo, yo diría que las diferencias son más importantes que las similitudes. Y eso no en último lugar porque en EE. UU. hay problemas graves, pero EE. UU. es, sin duda, un Estado y una sociedad que funcionan. Y la Alemania de entreguerras no lo era.
Thomas Weber es profesor de Historia y Política Internacional, así como director fundador del Centro de Seguridad Global y Gobernanza de la Universidad de Aberdeen, Escocia.