Colombia: “El motor para proteger los bosques es el cambio climático”
5 de abril de 2011De acuerdo con el informe de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Colombia, junto con Brasil, Perú, Bolivia y Venezuela, tiene el 84% del área total de bosque de América Latina. Para Manuel Rodríguez Becerra, el primer ministro de Medio Ambiente que tuvo Colombia (1994), aunque la deforestación es preocupante, es positivo que el mundo esté condenado a proteger los bosques debido al cambio climático. DEUTSCHE WELLE habló con él.
¿Cuál es la situación actual de los bosques en Colombia?
Es preocupante ver que si bien hubo una baja en la deforestación en la década de los 90 (90.000 hectáreas por año), a principios de la primer década del milenio esa tasa prácticamente se triplicó. Estamos en el orden de 300.000 a 350.000 hectáreas de deforestación anual. Eso nos lleva en un decenio a alrededor de 3 a 3,5 millones de hectáreas. Son 35.000 kilómetros cuadrados, un área equivalente al 70% de Costa Rica, o más grande que El Salvador u Honduras.
Tenemos una gran cobertura forestal en la región amazónica, en el pacífico colombiano y en la Orinoquia. En contraste, la zona andina, que es donde vivimos la mayor parte de los colombianos, y las planicies del Caribe, sufren una deforestación enorme. A tal punto, que las cuencas del río Magdalena y del río Cauca están dentro de las diez cuencas más deterioradas del mundo.
¿Cuáles son las principales causas de deforestación?
Básicamente es una deforestación de tipo ganadero. En Colombia se han deforestado unas 45 millones de hectáreas a lo largo de los años. De esas, cerca de 5 millones están dedicadas a la agricultura. Lo que quiere decir, que aproximadamente 40 millones de hectáreas están dedicadas a la ganadería. Esto es absurdo. La misma Federación de Ganaderos considera que con la mitad de esa tierra bastaría para la actividad ganadera en Colombia. Es decir, que podemos tener un exceso de deforestación del orden de 20 millones de hectáreas.
Sí hay una relación con los cultivos ilícitos. Pero las tierras que se abren para éstos acaban siendo también tierra ganadera. Es una cuestión de prestigio. Usted no es nadie en el pueblo si no tiene tierra. Buena parte de los narcotraficantes vienen de zonas rurales o tienen vinculación con lo rural. El lavado de dinero y el ansia de tener grandes haciendas para mostrar y lucirlas, y todas estas cosas del macho latinoamericano, son una nueva fuente de deforestación.
Usted ha hablado de reorientar las llamadas locomotoras de desarrollo para proteger los bosques. ¿Qué significa esto?
Toda la expectativa minera y petrolera en Colombia ocasiona con frecuencia que muchas de estas actividades se generen en la mitad de la selva, cuyo impacto es la destrucción del bosque.
Otra de las locomotoras de desarrollo en Colombia ha sido la construcción de infraestructura. No se puede olvidar que hay regiones como la Orinoquia, el Pacífico o la Amazonía donde lo que a juicio de muchos debería hacerse es fomentar el transporte por ríos. Las carreteras también son una razón de deforestación.
¿Hace falta una planificación a largo plazo en el manejo y protección de los bosques?
Colombia tomó unas decisiones políticas sobre los suelos hace aproximadamente 20 años, que muy pocos países han hecho. Se trata de los resguardos indígenas, las propiedades colectivas de las comunidades negras y los parques nacionales. La suma de estas tres modalidades significa el 42 por ciento del territorio nacional, lo que equivale a 42 millones de hectáreas. De acuerdo a la Constitución, esos territorios son inajenables, inalienables e imprescriptibles. Ese es un extraordinario y audaz proyecto de la protección de la diversidad cultural y de los bosques.
Infortunadamente, aún no se ha consolidado para que se convierta en una gran propuesta de desarrollo sostenible -en el sentido estricto- de la gran zona de bosques que está en manos de indígenas y afrodescendientes. Ahí Colombia tiene una oportunidad extraordinaria, si realmente genera la institucionalidad para acompañar a estas comunidades en su consolidación.
¿Qué rol puede jugar la comunidad europea en la protección de los bosques?
En la región amazónica cerca del 50 por ciento del territorio de toda la cuenca amazónica está hoy en día representada en resguardos indígenas y parques nacionales. Ahí hay una gran oportunidad para la comunidad europea. Es una cuestión muy concreta que tiene un enorme potencial, y que con frecuencia no es lo suficientemente apreciado.
¿Qué tan factible es que se lleve a cabo el acuerdo para la reducción de emisiones por deforestación y degradación forestal - REDD?
La estimación del Banco Mundial, del cual soy miembro del comité asesor para su política de bosques, es que puede llegar a haber en los próximos años en una primera fase unos 6 mil millones de dólares anuales para proteger los bosques tropicales en el mundo.
En el tema de cambio climático afortunadamente el mundo está condenado a tratar de proteger los bosques. Sin duda es una estrategia económicamente eficiente para la mitigación del cambio climático. Además, tiene el enorme atributo de proteger la biodiversidad. El motor para proteger los bosques en este caso va a ser el tema de cambio climático. Ahí hay, sin duda, una gran oportunidad.
¿Considera usted que las industrias forestales sostenibles son posibles?
Yo soy relativamente escéptico de ese concepto. Son muy pocos los ejemplos de manejo sostenible de los bosques a nivel global, pero se ha avanzado de todas maneras. La experiencia con las reservas extractivas en Brasil, según documentos recientes, está teniendo un balance positivo. Y según el Consejo de Administración Forestal (en inglés: Forest Stewardship Council - FSC), hay algunas explotaciones que no es que no hagan daño al bosque, pero por lo menos lo minimizan.
El manejo sostenible de los bosques -en lo que se refiere a la extracción de madera- es asegurar que se utilice la mejor tecnología disponible para tratar de hacer el menor daño posible. Y hay que entenderlo así. Es como la minería sostenible, eso no existe.
Autora: Cristina Mendoza Weber
Editor: José Ospina-Valencia